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Conclusiones de una investidura fallida

Pedro Sánchez durante la segunda votación de investidura.

Javier Pérez Royo

El resultado de la votación de investidura pone de manifiesto que una eventual opción de gobierno de la derecha dispondría de 151 escaños, ya que, aunque lo votos negativos fueron 155, cuatro de ellos pertenecían a JxCAT, que han votado contra Pedro Sánchez, pero con los que no podrían contar nunca Pablo Casado o Albert Rivera. Hay en el Congreso de los Diputados una mayoría de 195, en realidad de 199 si contamos los cuatro diputados catalanes en prisión, a los que provoca espanto imaginarse siquiera un gobierno de las tres derechas. Con respecto al PP podía haber en el pasado más o menos reticencias; con respecto a un PP acompañado de Ciudadanos y VOX, hay profunda aversión. Se ha podido comprobar en las intervenciones de los diferentes grupos parlamentarios en el día de hoy. 

Pedro Sánchez tiene a su disposición una mayoría, activa/pasiva, extraordinariamente amplia. Únicamente tiene que articularla políticamente. Algo que, tras las intervenciones de Gabriel Rufián y Aitor Esteban, resulta sumamente sencillo. Realmente, si, como aconsejó el portavoz del PNV, no se hubiera arrojado la toalla por el PSOE el miércoles a la 8 de la tarde, la investidura no habría sido fallida. Si tras la demanda por escrito de UNIDAS PODEMOS por la mañana del Ministerio de Trabajo, se hubiera contactado con ellos por parte del PSOE y dicha demanda se hubiera convertido en las políticas activas de empleo, que formuló Pablo Iglesias en su intervención oral en el pleno, el voto positivo de UNIDAS PODEMOS se habría materializado. Y con dicho voto todos los demás votos positivos y abstenciones necesarias. 

Si hubiera sido posible el receso antes de la votación que Alberto Garzón solicitó a la Presidencia de la Cámara y que esta, con buen criterio, no atendió, Pedro Sánchez habría sido investido presidente. Por razones diversas la mayoría que hay en el Congreso de los Diputados a favor de que se forme un Gobierno presidido por el PSOE es muy amplia. 

Dado que la Constitución exige que el Jefe del Estado vuelva a ser el protagonista del proceso al iniciar una segunda ronda de consultas con los representantes de los partidos con representación parlamentaria, será posiblemente en ese trámite en el que todos le puedan comunicar al Rey la opinión que han dejado clara en el debate de investidura, facilitando, por un lado, la renovación del encargo a Pedro Sánchez, y dejando, por otro, predeterminado el resultado de la votación en la futura sesión de investidura.

Este primer intento de investidura no ha prosperado, pero ha allanado el camino para que se pueda alcanzar la investidura en muy poco tiempo. Sin esperar a septiembre. Pedro Sánchez deberá hablar con todos y oír a todos, como le ha reclamado Baldoví, y cerrar los acuerdos que permitan que la presidenta convoque la sesión de investidura con garantías de éxito.

Estamos entrando en un momento nuevo en el sistema político que se inició con la aprobación de la Constitución. Hemos estado más de treinta y cinco años con una gestión bipartidista imperfecta, pero bipartidista, en los que, en ningún momento, se ha planteado la formación de un gobierno de coalición. Los errores cometidos en esta investidura bien pueden ser considerados costes de aprendizaje, que quedarán reducidos a ser una nota a pie de página en los libros de historia.

Hay una mayoría muy amplia y muy sólida para que la legislatura pueda discurrir con normalidad. Afortunadamente los hechos son testarudos y los 151 escaños de las tres derechas españolistas frente a los 199 de todos los demás, para los que dicha “triple alianza” resulta insoportable, señalan un camino no solo para la investidura, sino también para la legislatura.

Con no volver a repetir los errores de estos últimos días, o semanas, es suficiente.   

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