Desmintiendo tópicos falsos e interesados
Este fin de semana, en las jornadas organizadas en Soria por la plataforma 'El día después', una de las participantes hizo una referencia positiva a la nueva regulación de las condiciones de trabajo y seguridad social de las personas trabajadoras al servicio del hogar.
Lo que, en el marco de los diálogos sobre inmigración, me dio pie a destacar que la aprobación por el Gobierno de coalición de este Real Decreto Ley es un ejemplo de buena política. Que, además, desmiente algunos de los tópicos falsos que se repiten machaconamente en el debate público.
Me refiero a las reiteradas afirmaciones sobre la inutilidad de la política, al supuesto “secuestro” de los partidos por parte de los colectivos que, al ser más numerosos y activos electoralmente, determinan la acción de Gobierno. También a las críticas al sindicalismo por proteger, se afirma falazmente, solo a los trabajadores instalados en detrimento de los precarios.
Soy consciente de que en política y en sindicalismo, como en botica, hay ejemplos de todo. Desde actuaciones políticas que solo benefician los intereses de grupos poderosos o influyentes (no siempre es lo mismo) hasta prácticas sindicales corporativistas. Pero la acción de Gobierno de estos últimos años desmiente estos tópicos interesados y falaces. La aprobación de la reciente normativa que mejora los derechos de las empleadas del hogar es un buen ejemplo de ello.
Es cierto que la política de los estados nación tiene dificultades para embridar una economía globalizada. Lo hemos vivido con ocasión de las sucesivas crisis, la financiera, la gran recesión, la pandémica y ahora con la invasión de Ucrania por Rusia.
Dificultades que en ocasiones se presentan en forma de incapacidad o incluso impotencia de los estados nación frente a retos globales, que se agravan ante la crisis de los organismos multilaterales o la complejidad institucional en la toma de decisiones de la Unión Europea.
Pero si algo se ha puesto de manifiesto en estos últimos años en Europa y en España es que la política dispone de importantes márgenes de actuación y que puede ser muy útil para la ciudadanía. Para apuntalar esta defensa de la política me basta con recordar alguna de las políticas de la Unión Europea durante la pandemia (mancomunación de deuda pública para financiar los Next Generation UE) o las leyes y políticas impulsadas por el Gobierno de coalición en España.
La regulación del derecho a la eutanasia, la ley de garantía integral de la libertad sexual (solo sí es sí) o la de Memoria Democrática. En el terreno socioeconómico, la puesta en marcha de los ERTES que ha salvado miles de empresas con sus puestos de trabajo; la reciente reforma laboral que ha invertido tendencias de precariedad de cuarenta años; las mejoras sucesivas del salario mínimo; la normativa de seguridad social que deroga íntegramente la contra reforma de Rajoy del 2012. O las recientes medidas para minimizar el impacto en familias y empresas de la guerra de Ucrania.
Si se analiza el listado como un todo podrá comprobarse hasta qué punto son importantes los márgenes para hacer políticas positivas para la ciudadanía. Lo que, por cierto, se reconoce fuera de nuestro país, tanto en Europa como en Latinoamérica, donde me consta que las reformas laborales españolas están siendo estudiadas con mucho interés.
En el marco de la ofensiva ideológica que niega los conflictos de clase y promueve un imaginario de hostilidades entre grupos de trabajadores (los privilegiados y sus víctimas) se insiste machaconamente en que la revalorización de las pensiones en función del IPC se debe a que los partidos están secuestrados en su voluntad por los pensionistas, a costa de perjudicar a los más jóvenes.
No deja de ser un ejercicio de cinismo que los poderes económicos, representantes políticos y sus voceros que se han opuesto reiteradamente, y siguen haciéndolo, a la mejora del salario mínimo, que beneficia especialmente a los salarios más bajos —muchos jóvenes— sean los mismos que luego salen en defensa de la juventud ante los supuestos “privilegios” de los pensionistas que, según ellos, tienen “secuestrada” la voluntad de los gobernantes.
Sin olvidar que los mismos que en sus políticas abandonan a su suerte a las familias monoparentales (que sí votan) luego denuncian el abandono de la infancia en beneficio de los más mayores.
Además de cínicas estas afirmaciones son tópicos falsos e interesados. No todas, pero una buena parte de las políticas y las leyes puestas en marcha por el Gobierno de coalición tienen como destinatarios y principales beneficiarios a las personas más jóvenes. Se hace evidente con la mejora del salario mínimo o la reforma laboral. También con la derogación del llamado “factor de equidad generacional” aprobado por el Partido Popular. Conviene recordar que se trata de un mecanismo de cálculo de las pensiones que penalizaba, de manera progresiva y acumulativa, el aumento de la esperanza de vida, lo que convertía a los más jóvenes en sus principales perjudicados.
El tercero de los grandes tópicos que caen cuando se analiza con datos la realidad es el del abandono de los trabajadores precarios por parte de los sindicatos. Otro “hecho alternativo” que se parece bastante a una falsedad.
Baste recordar que la precariedad de los jóvenes ha estado y continúa estando en el centro de las reivindicaciones que han generado las movilizaciones y las huelgas generales en España desde el 14 de diciembre de 1988. Y destacar que gran parte de las políticas y leyes impulsadas por el Gobierno de coalición lo han sido en el marco de procesos de concertación social en el que los sindicatos confederales han jugado un papel clave, con propuestas y comprometiéndose con acuerdos.
La aprobación de la nueva legislación sobre personas trabajadoras al servicio del hogar viene a desmentir una vez más todos estos tópicos. De entrada, demuestra la utilidad de la política para abordar problemas laborales y sociales. Confirma que el Gobierno de coalición hace política para las personas más desprotegidas. Aunque sean colectivos poco activos electoralmente, como son las empleadas del hogar que, en muchos casos, no tienen ni reconocido el derecho al sufragio. También ratifica la apuesta solidaria del sindicalismo confederal, que pone la movilización de los más organizados al servicio de los que menos fuerza tienen y más necesitados están de tutela legal y protección.
En los momentos de las “extraescolares”, que siempre hay en este tipo de jornadas, tuve la oportunidad de continuar departiendo con otras personas participantes en las jornadas de Soria sobre las razones que hacen emerger de manera reiterada estos tópicos.
Hay quien piensa que se trata de falta de información o errores en el análisis. Mi percepción es otra, porque la vida me ha enseñado que cuando los errores se repiten reiteradamente dejan de ser un error para convertirse en una opción.
Quienes desprestigian la política con tópicos, incluso con bulos o mentiras, lo hacen porque saben que la política es uno de los instrumentos con los que la sociedad ejerce una función civilizatoria para impedir que el mundo sea una selva donde priman los intereses del más fuerte. Hasta la peor de las políticas es mejor que la no política.
Por eso en algunos países como EUA los lobbies de los grandes poderes económicos invierten mucho dinero en desincentivar la participación en las elecciones de los sectores más pobres.
En la UE y España la cosa es menos zafia, pero también se repite la estrategia de desmovilizar al electorado que más precisa de la acción de la política.
El resultado es que quienes más necesitan de la política son los que menos participan en las decisiones que les afectan y en la elección de sus representantes. O visto desde la perspectiva de los partidos, aquellas fuerzas que hacen las políticas que más benefician a los sectores necesitados y marginados son los que en muchos casos sufren en sus carnes el diferencial de participación electoral.
Algo parecido sucede con los tópicos falsos e interesados sobre las organizaciones sindicales. Los poderes económicos, sus representantes políticos y sus voceros mediáticos saben —hay múltiples estudios que lo confirman— que existe una relación directa entre mayor densidad sindical —afiliación y representación— y menores desigualdades. Y a la inversa, los países con sindicatos débiles o en momentos históricos de retroceso sindical cosechan los mayores niveles de desigualdad de renta y riqueza.
Hay muchas cosas en la vida que son fruto de la causalidad o el error, pero la proliferación de estos tópicos interesados y falsos es una opción estratégica de quienes la practican. Que solo puede combatirse poniendo en valor todo lo que se está haciendo, en vez de lamentarse todo el día sobre lo que falta por hacer.
Al miedo que genera un futuro con grandes incertidumbres, que arrastra a la ciudadanía a buscar seguridades, aunque estas sean falsas o una mera ficción, solo se le derrota generando esperanza. Eso sí, no con palabras huecas, sino con políticas concretas.
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