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Feijóo es nuestro Brexit

Alberto Núñez Feijóo, en El hormiguero.

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Uno de los momentos más contraintuitivos de la campaña ocurrió cuando Alberto Núñez Feijóo durante la entrevista en El Hormiguero dijo que eliminaría el impuesto a las grandes fortunas y el público asistente aplaudió. Es seguro que entre los que lo hacían no habría ningún beneficiado por esa rebaja fiscal y es seguro también que los que aplaudían dependen de los impuestos para sufragar la sanidad pública porque el público de esos programas cobra cincuenta euros y un bocadillo. ¿Cómo es posible comprender que un sector de la población aplauda lo que le inflige dolor? Porque considera que quien lo hace promete más dolor a sus enemigos. No importa que baje los impuestos a los ricos y a él no le toque nada, puede que incluso sufra más, pero ese líder promete que lo pasarán aún peor aquellos que odian. 

Feijóo puede ser presidente prometiendo lo mismo que Donald Trump, dolor para los enemigos sin ninguna contraprestación a cambio, solo por el simple placer de ver cómo sufren los rojos, los maricones, las personas trans, las migrantes y las mujeres. Timothy Snyder acuñó el término sadopopulismo para hablar de Trump, Fintan O`Toole lo utilizó para explicar el Brexit y me voy a permitir acuñar esa conceptualización para definir lo que sería una victoria de un Alberto Núñez Feijóo indistinguible de la extrema derecha europea. A veces la izquierda tiene problemas para comprender por qué alguien puede votar en contra de sus intereses materiales sin tener en cuenta que también se vota atendiendo a los intereses culturales. Atender a esa consideración puede hacer más comprensible el hecho de que una parte importante de la población de clase trabajadora con escasos recursos y dependiente de un estado del bienestar robusto pueda votar a quien promete eliminar servicios públicos y reducir la recaudación fiscal haciendo que los ricos sean todavía más ricos. Es una explicación dramática, pero plausible, se trata de elegir quién te administra el dolor y dirigir ese dolor de manera más intensa hacia sus enemigos. Timothy Snyder en El camino hacia la no libertad lo expresa de la siguiente manera: “A algunos estadounidenses se les puede persuadir para que tengan unas vidas más cortas y peores siempre que tengan la impresión, acertada o no, de que los negros (o tal vez los inmigrantes, o los musulmanes) van a sufrir aún más.”

El Brexit funcionó en esos mismos términos. Una coalición de intereses entre quienes no tenían nada que perder y aquellos que nunca pierden. Entre un obrero blanco rural de la Inglaterra profunda y un aristócrata de la City. Entre un chav y Jacob Rees Mogg pero con un enemigo identificable común: Europa y los inmigrantes. Una alianza entre los privilegiados y los vulnerables  nacionales para suministrar más dolor a los que vienen de fuera y así construir una fantasía nacionalista cimentada en la construcción de un fantasma. Cornualles es una región conservadora del Reino Unido en la que viven unos 500.000 habitantes. Entre el año 2007 y 2013 recibió más de 650 millones de euros en subsidios comunitarios y en los siguientes años hasta 2020 acabó recibiendo otros 600 millones más de las instituciones europeas. En total se reciben unos 1.200 euros per cápita, lo que significa un 64% más que la media de Reino Unido debido a que es una zona con muy escaso desarrollo. No hay una región más favorecida por los fondos europeos, pero a pesar de ello El 57% de los habitantes votaron por abandonar la UE. No se trata de no sufrir dolor, sino de sentirse por una vez poderoso y dañar a aquellos que creen los responsables de su situación. No importa que sea mentira. 

Si algo caracterizó el sadopopulismo brexitero fue el uso de la mentira como factor vehicular de la campaña. El asesor Dominic Cummings fue el artífice de una política en la que no importaba lo que se dijera mientras fuera efectivo, la misma estrategia que ha usado Miguel Ángel Rodríguez con Ayuso y Feijóo. El secreto está en mentir tanto y de manera tan flagrante que la mentira acabe por no afectar porque ya todo el mundo asume que Feijóo es un mentiroso. Para comprender hasta qué punto puede llegar a ser una estrategia de un éxito incontestable no hay más que mirar a Boris Johnson. El escritor Fintan O`Toole describe de una manera muy descriptiva cómo funciona la protección ante la mentira a través de mentir siempre y de manera desacomplejada: “No puedes desenmascarar a un hombre desnudo: la mendacidad de Johnson siempre ha sido descarada y desnuda. Prosperó no a pesar de ella, sino gracias a ella”. 

Mentir es fácil para llegar al poder. Pero luego es necesario no defraudar las expectativas creadas. “Derogar el sanchismo” no es diferente a ese lema etéreo que consistía en prometer la inversión de los 350 millones de libras semanales que se iban a Europa al sistema nacional de salud británico. Es irrealizable. El problema de basar una campaña entera en un proyecto que no es posible desarrollar porque está basado en una caricatura inexistente es que tarde o temprano pondrá a Feijóo en un callejón sin salida del que solo será posible salir llevando a cabo esa pulsión sadopopulista de infligir un dolor eterno a los enemigos. Si la extrema derecha sale victoriosa tendremos que tener presente un grito de ira constante en la pulsión de sus electores. Si gana el amigo del narco será por el apoyo de aquellos que no creen que su vida vaya a mejorar con él en el gobierno, no le votan para eso, sino para que cause dolor a quienes odian en un ejercicio sádico de revancha colectiva. Feijóo es nuestro Brexit.

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