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Feijóo, noqueado por sobredosis de mentiras

Feijóo, en la entrevista de 'La hora de la 1'. El rótulo muestra la frase pronunciada por él momentos antes.

Rosa María Artal

18 de julio de 2023 22:14 h

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Alberto Núñez Feijoo ha introducido en la campaña electoral una disyuntiva que va mucho más allá de “ultraderecha o democracia”. Con ser ésa trascendental, es otra que se inscribe en la dignidad de los pueblos. Si la mentira siempre ha estado en política, el obsceno alarde que el candidato del PP ha hecho desde el cara a cara en Atresmedia ataca a las raíces de la sociedad. Mentir como un farsante profesional para conseguir la presidencia del Gobierno y obtener un sospechoso coro de aprobación a semejante actitud trunca principios básicos de honestidad. ¿En serio un solo ser decente en el planeta concedería la gestión de asuntos decisivos de su vida a alguien que le engaña en lo más básico? ¿A ese nivel de estupidez se puede llegar si se arguye que no se ha enterado?

Mentiroso, recalcitrante, provocador, marrullero, amenazante… Todavía se puede confiar en la democracia española porque la encerrona del cara a cara con sus estudiadas metralletas de falacias, sus reuniones de vips con el “presidente” in pectore, ha tenido las lagunas lógicas: ha habido otros debates y otras entrevistas para comparar. Y la modélica de Silvia Intxaurrondo en TVE ha dejado a Feijóo con toda su desvergüenza al aire. No hubo equivocación alguna, Feijoo miente a fondo, sin conciencia, y pretende que rectifique la periodista que dice la verdad y pregunta como debe hacer un profesional de la información.

Y dice la verdad. Rajoy, el autor del mayor tajo al estado del Bienestar de la historia de España, modificó el Índice de Revalorización de las pensiones, sacándolo de su relación con el IPC, para pagar menos y sin consenso alguno. Esta carta, cargada de mentiras y paternalismo, de su ministra Fátima Báñez lo dice bien claro. La envió en enero 2015 y se comentó que valía más el papel empleado que la subida de la asignación. Los pensionistas tienen mucho que temer de las mentiras habituales del PP. ¿Ni siquiera han querido enterarse de que el PP votó en contra de la subida del 8,5% que había aprobado el Gobierno? ¿Imaginan qué harán con el poder en sus manos?

La intolerable arrogancia del candidato con la sólida periodista tuvo réplicas de alto nivel en el PP, inadmisibles. García Margallo, ex ministro de Exteriores, se lanza a decir que en ningún país un periodista se prepara datos para contradecir al entrevistado. ¿Un ministro de Exteriores que desconoce el verdadero periodismo que se practica fuera de España? Otra trola. En España también, pero poco, y tapado por la inmensa cloaca crecida a manos del PP. Con más periodismo como el de Intxaurrondo, sin ir más lejos, no pasaría. Pero ya salió del Telemadrid de Ayuso tras una entrevista que incomodó a la presidenta.

A lo largo de las horas, y con desvergonzadas críticas de los palmeros del PP a la periodista y a TVE, se arranca con esta amenaza Esteban González Pons, mano derecha de Feijóo en la UE y todo un portavoz del PPE.  Flagrante al colmo por cuanto la información nacional de TVE ha estado colonizada toda la legislatura por el poderoso lobby ultra del PP en la televisión pública. Ahora ya sabemos qué puede esperar el periodismo digno de un gobierno presidido por Feijóo. Uso un tuit ajeno que lo recoge. Este político me bloqueó en Twitter hace tiempo. Por ahí se empieza.

El periodismo, la política, la democracia, la sociedad.  Este nuevo capítulo de la desvergüenza del PP estalla en la última semana preelectoral. E incluye más mentiras. Sobre Seguridad Nacional, que es tema delicado y que pretendía deslizar sospechas sobre Sánchez. Tampoco dice Feijóo la verdad sobre el salario mínimo que ha registrado con este gobierno un crecimiento histórico, del 46%, hasta llegar al 60% del salario medio. ¿Cómo van a decir la verdad los mentirosos si pretenden sacar votos de las víctimas de sus embustes? Lo recordaba aquí Javier Aroca citando palabras del periodista Emilio Romero: “La derecha gobierna para doscientas familias y eso no da para votos suficientes, por eso, para ganar unas elecciones, la derecha tiene que mentir”. Y hay quien se lo traga. Es tal su nivel que Feijóo demuestra su incapacidad para el cargo hasta cuando miente al decir que no miente, que son inexactitudes, dice. Que se le ha comido los deberes el perro. Ningún tribunal le daría el pase académico con tal cantidad, sesgo e intención.

Nos jugamos mucho el domingo, por eso insisto tanto. Lo hacemos aquellos a quienes nos importa la vida de las personas, sobre todo de las decentes y de las más vulnerables. Y los valores. Una vez que la mayoría de la población votante los tira a una ciénaga quién sabe por qué razones, ninguna objetiva, la sociedad cae en el mismo sumidero. Y esta cuadrilla de sinvergüenzas acreditados, recalcitrantes, no merece dirigir los destinos de ningún país. Las personas honestas no se merecen a esta gente.  

Con Ayuso les salió bien. Hasta su trágica gestión en los geriátricos ha quedado absorbida por la propaganda para darle mayoría absoluta, pero quizás colocar a Feijóo en cabeza del gobierno del Estado está resultando demasiado burdo: apenas le conocíamos más que por la excelente imagen que de él daban los medios gallegos, qué casualidad, y sus cuatro mayorías absolutas, al final ha quedado desnudo y cada día que pasa lo está más. La presunta moderación que le encumbró -cuando el PP echó a patadas a Casado por hablar demasiado- se ha evaporado.

El currículo de Feijóo también tiene serias lacras, como su amistad con el narco Marcial Dorado y la posterior desaparición de los contratos que firmó con él la Xunta “en una inundación”, su ruinosa gestión de las Cajas o de la Sanidad Pública, la política informativa sin duda. Pero, como pasa en tantos casos en la historia, podría caer… por algo más intangible: sus falacias.

Feijóo se ha pasado de rosca con las mentiras y puede caer por sobredosis. En el almíbar mediático y de alto standing del que ha gozado para deslizarse gozosamente hacia la cumbre, se intuyen algunas fisuras. Y las encuestas ad hoc ya no son tan firmes en la pretendida mayoría que le permitiría gobernar. En el fondo es que la mentira cuando se convierte en estratosférica -recordemos el 11M- le sale por la culata al infractor, incluso al PP y en un país de moral tan laxa.

Está siendo una campaña tan sucia por parte del PP, tan reveladora, que no solo cabría su derrota, sino un cambio en el periodismo, porque desde luego algunos secuaces de Feijóo se han cubierto de estiércol de tal forma que les será casi imposible desprenderse de su credibilidad tiznada. Y cualquiera puede preguntarse, por fin, cómo sería todo si TVE al menos hubiera informado estos años como se debe informar.  Una censura rotunda a la mentira compulsiva en forma de derrota podría suponer el cambio que precisa España.

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