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Nunca dos frentes a la vez

Asistentes con una bandera en una manifestación de apoyo a la autodeterminación del Sáhara Occidental en Madrid

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Tiempos nuevos, tiempos salvajes. Toma tu parte, nadie regala nada

Ilegales

Europa tiene abierto el frente del este en canal, así que es lógico que intente mantener estable el flanco sur. España es la frontera sur de la Unión Europea y en ese contexto creo que debe analizarse la carta enviada por Pedro Sánchez al monarca alauita en la que se explicita una postura apoyada ya por el Gobierno de Zapatero, soslayada sin rectificación por Mariano Rajoy y mantenida por Francia, Alemania y Estados Unidos. La decisión es pura realpolitik (“política basada en criterios pragmáticos al margen de las ideologías”, según la RAE) y la duda que suscita está basada en el viaje ideológico que uno esté dispuesto a hacer —El precio del jardín y los beneficios que esto reporte a España, a los saharauis, a Argelia y a la Unión Europea.

No admite discusión que España, como potencia colonial que salió de mala manera de un territorio sobre el que se lanzó un ataque mediante la utilización de población civil desarmada, estaba llamada a gestionar un referéndum de autodeterminación en su antigua posesión para concluir de forma ordenada el proceso descolonizador. Nadie discute esto. La realidad es que tras casi medio siglo la situación está empantanada, con la posibilidad la consulta cada vez más imposible y remota. 

Los tres escenarios que estaban sobre la mesa son:

1) El mantenimiento del statu quo, es decir, que Marruecos mantenga de hecho la soberanía del Sáhara —como la tiene— y que Argelia y el Frente Polisario se la sigan disputando. Esta situación impide la cooperación entre Argelia y Marruecos, ha llevado al cierre del gasoducto más importante y paraliza la Unión del Magreb Árabe (UMA). No parece prometer ninguna mejora en la situación de la población saharaui que malvive en los campos.

2) Marruecos acepta la independencia del Sáhara, un escenario imposible ya que para Marruecos es causa sagrada. El referéndum de autodeterminación ha devenido imposible tras tanto tiempo y el desacuerdo inicial respecto al corpus electoral es ahora mismo ya imposible de resolver. ¿Quién podría votar? ¿Los marroquíes establecidos en el territorio desde hace más de cuatro décadas no podrían hacerlo?

3) La propuesta de desarrollo económico y autonomía propuesta por Mohamed VI. Esta es la opción que las grandes potencias occidentales apoyan, la que se abrió paso desde el Gobierno de Zapatero y la que aparece recogida en la carta de Sánchez al monarca alauita que acabamos de conocer. Argelia podría obtener beneficios de esta solución, pactada bajo el auspicio de la ONU, y el pueblo saharaui salir del impasse, aunque es discutible que dejaran de ser nunca un pueblo de segunda dentro del reino alauita. 

Así que la cuestión siempre ha sido si mantener indefinidamente la situación actual o intentar la propuesta de autonomía —teóricamente inspirada en España, aunque en un régimen no democrático— que podría apaciguar la zona. Esa es la realidad, por mucho que a mí me hubiera gustado que pudiera cumplirse la legítima aspiración de los saharauis a una descolonización con autodeterminación. Ahora, y justo ahora, el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido plasmar de forma clara su apuesta por esta tercera vía, como ya hiciera verbalmente Zapatero, y como dejó en el aire Rajoy durante la RAN X (Reunión de Alto Nivel) bajo el auspicio de Naciones Unidas. ¿Cómo nos ponemos? Yo, personalmente, no voy a defenderlo a capa y espada ni me voy a oponer taxativamente porque necesito saber qué elementos de beneficio real vamos a obtener como país y que flujos internos dentro de la Unión Europea, en plena crisis de Ucrania, han aconsejado plasmar por escrito el paso que ya se había iniciado. Entiendo que el Gobierno tiene que explicar —hasta donde sea posible para no perjudicar los intereses europeos frente a Rusia— cómo y por qué se ha dado este paso. Esto es la diplomacia, por si no lo sabían. Eso sí, necesito saber que el paso se ha medido, que la retirada del embajador de Argelia es un pataleo controlado, que no va a haber problemas con el gasoducto —y me permito pensar que esto es lo último que se desea en este momento— y que todo forma parte de un plan consensuado con la Unión Europea. 

Llegados a este punto de cambio en las visiones geopolíticas y geoestratégicas, no me parece mal que se intente resolver el flanco sur de la UE. No es momento, mientras atendemos a millones de refugiados ucranianos, para que Marruecos nos provoque problemas dejando que flujos descontrolados intenten asaltar lo que es la frontera sur de la UE. Es hora, además, de que Ceuta y Melilla puedan ver reabiertas las fronteras para recobrar un pulso comercial que les hace falta y es hora, también, de que Europa se asegure la colaboración de Marruecos para frenar la entrada de yihadistas, una amenaza que no podemos reeditar ahora. ¿Es mucho precio para eso abandonar un statu quo que nunca iba poder llegar a ningún lado, más allá del mantenimiento político y moral de una postura imposible de llevar a la práctica? Es una pregunta que admite varias respuestas y yo, al menos, voy a respetar a los que lo hagan de diversa forma. 

Sólo me planteo una duda que me resulta decisiva y es si se ha hecho bien, para obtener los beneficios anotados, o si se ha hecho mal, es decir, si no se han calculado bien las consecuencias y esto va a acarrear problemas, por ejemplo con Argelia y su gas. Esa es la política de la realidad. Probablemente esta sea uno de esos movimientos que, como permanecer en la OTAN, siendo necesario, sólo pueda tomar un gobierno progresista. 

Entiendo perfectamente la postura de la vicepresidenta Díaz y de Podemos, porque es lícito mantenerla y porque es coherente con la postura tradicional de la izquierda, aunque sería bueno reflexionar sobre si es más práctico cambiarla. Lo que me parece absurdo es que Feijóo y el PP pongan el grito en el cielo por un asunto que, en realidad, se aproxima a sus planteamientos prácticos de hacer las paces con Marruecos. Esa fue la postura que mantuvieron cuando se acogió al líder del Frente Polisario, acusar al Gobierno de crearse problemas y de provocar a Marruecos, algo que según Casado era lo último de lo último. En aquella ocasión dejaron claro que el PP no considera al Frente Polisario uno de los actores oficiales en el conflicto, como sí hace Naciones Unidas. ¿A qué se rasgan las vestiduras ahora? Todo vale para socavar al Gobierno. Antes por estar con los “malos” del Polisario y tocarle las narices a Marruecos y ahora por amigarse con Marruecos y tocarles las narices a los “buenos” del Polisario. Esto es lo que no admisible: el camaleonismo absoluto, el que nada importe ni nada se valore si no es por su potencial para conseguir llegar al poder. 

Supongo que hoy es otro de esos días en los que pocos de mis lectores coincidirán conmigo y eso no invalida nuestro contrato tácito. Desde la honestidad les digo que opino que el siglo ha despertado y que es momento de ser pragmáticos porque es imposible que hagamos todas las tortillas sin romper ningún huevo. A la espera quedo de conocer las verdaderas implicaciones geopolíticas de este paso, que el Gobierno debe explicar, y de que no se hayan cometido errores de juicio a la hora de tomarlo. Mientras me dejo las vestiduras íntegras, hoy no me las desgarro.   

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