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De Gandhi a Salgari: el género hipócrita

El rey de España recibe la bienvenida del presidente indio y homenajea a Gandhi. / Efe

Ruth Toledano

Las fotos que han llegado desde India son del género hipócrita o pantomima, al que tanta gloria están dando gobernantes y políticos, y del que Su Majestad podría ser Premio Nacional si no rechazara la distinción, como ha hecho esta semana Javier Marías con el de Narrativa. Consiste, como su propio nombre indica, en decir lo contrario de lo que se piensa, en mostrar actitudes contrarias a lo que se hace. Nada es lo que parece.

En lo que a políticos respecta, es un género para el que convendría encontrar un término específico, dada la distancia abismal entre lo que recogen sus programas y lo que de ellos se cumple, llegado el caso. El Partido Popular es un genio del género hipócrita. Por ejemplo, el presidente del Gobierno dijo en campaña electoral que, cuando lo fuera, descendería el paro. Sin comentarios. También había dicho que no subiría el IVA y es de lo primero que hizo al llegar al poder. Tampoco iba a recortar en sanidad ni en educación, ni los recortes iban a afectar a los pensionistas. No se iba a inyectar dinero a la banca ni se abarataría el despido. Para todas estas cosas los miembros del Gobierno utilizan términos suaves y engañosos, una clase de retórica que muchos califican de eufemismo y, muchos otros, de mentira pura y dura.

De India han llegado dos fotos de la gran pantomima. En una de ellas, Juan Carlos de Borbón se inclina sobre el mausoleo de Gandhi, en el que deposita una ofrenda floral con los colores de la bandera española. Es el lugar donde fue incinerado el líder espiritual tras su asesinato en 1948. Como marca la tradición india, el rey de España va descalzo y esparce pétalos de rosa sobre el agua y el mármol que componen el monumento. Tras él, aparecen algunos personajes de la comitiva española muy a tener en cuenta, entre ellos, ¡tate!, Pedro Morenés, actual ministro de Defensa por recomendación del Rey a Rajoy.

Lo que llama más la atención es que este Morenés debe parte de su patrimonio a la industria militar; en particular, al hecho de haber sido socio y consejero de la empresa Instalaza, principal fabricante española de bombas de racimo. Cuando llegó al Gobierno, dijo que lo había sido hasta 2007 pero la prensa desveló que tal vinculación alcanzaba hasta 2009, lo que Morenés admitió y Soraya Sáenz de Santamaría calificó, con ejemplar maestría en el género hipócrita, de mero “error”.

Instalaza le vendía armas, por ejemplo, al amigo Gadafi. Su especialidad, esas bombas de racimo, ha provocado la mutilación y la muerte de miles de personas, en su mayoría niños. La ONU había vetado el uso de esas bombas y en 2010 el Gobierno de Zapatero se sumó a la Convención de Dublín y aplicó la prohibición, por lo que Instalaza pidió al Estado español una indemnización de 40 millones de euros por las pérdidas económicas que acarreaba tal decisión. Y la Justicia resuelve que el Estado pague esa indemnización a la empresa que ha comprado la deuda de Instalaza, una vez que Morenés se ha quitado, aparentemente, del medio. En fin, gran libreto del género hipócrita.

A Morenés, que antes de ministro de Defensa fue además presidente ejecutivo de la empresa de misiles MBDA, no se le ven los pies en la foto de India, pero suponemos que también va descalzo. Como el rey. Como un yogui, como un hippy. Como un pacifista más. Como Gandhi, cuyo perfil, viendo la escena a orillas del río Yamuna, afluente del Ganges, cabe recordar, aunque parezca una perogrullada (ya se sabe, la memoria histórica es tan débil).

Resulta que el tal Mahatma Gandhi fue un cabecilla de la lucha social, para la que propugnó la desobediencia civil y la resistencia no violenta. Rechazaba la lucha armada y de cabecilla nacionalista contra el dominio de los colonos ingleses pasó a ser líder universal de una moral antibelicista. Extendió esa consideración moral a los otros animales, promoviendo también el vegetarianismo: “Siento que el progreso espiritual nos demanda que dejemos de matar y comer a nuestros hermanos, criaturas de Dios, y solo para satisfacer nuestros pervertidos y sensuales apetitos. La supremacía del hombre sobre el animal debería demostrarse no solo avergonzándonos de la bárbara costumbre de matarlos y devorarlos sino cuidándolos, protegiéndolos y amándolos. No comer carne constituye sin la menor duda una gran ayuda para la evolución y paz de nuestro espíritu”. Me pregunto en qué narices pensaba, pues, Morenés mientras su amigo el monarca, mando supremo de las Fuerzas Armadas de España, esparcía pétalos rojigualdas.

Pero hay una foto más. Una aportación impactante al género hipócrita. Allí mismo, en el mausoleo del pacifista, Juan Carlos de Borbón sostiene una especie de pendón, que muestra a cámara con gesto de cierta resignación. En el pequeño estandarte puede leerse la relación de los “Siete pecados sociales” que formuló Gandhi. A saber: la política sin principios, el bienestar sin trabajo, el placer sin conciencia, el conocimiento sin carácter, el comercio sin moral, la ciencia sin humanidad, el culto sin sacrificio. Toma ya. Ante tan reconocible lista, el rey y su comitiva debían de estar deseando que acabase de una puñetera vez el maldito acto de homenaje al buenista de Gandhi y largarse a brindar con empresarios, aunque fuera con agua. Entre ellos, ¡tachán!, Arturo Fernández, vicepresidente de la CEOE. El que faltaba para completar la Marca España.

Fernández, que tiene muchas cafeterías, fue el que dijo que “el café gratis para todos es muy complicado”. No sabíamos que su café era gratis, pero sí conocíamos sus proclamas por una reforma laboral “brutal … sin paños calientes”, lo que no quita para que nos deleite con una pieza del género hipócrita, al que se adscribe a conveniencia: “Nosotros no queremos reducir los sueldos, lo que queremos es controlar esos salarios”, dijo el empresario que en 2008 presentó cuentas con pérdidas para cambiar sin justificación las condiciones laborales de sus empleados de Cantoblanco. Lástima que, a pesar de su íntima amistad con la lideresa Aguirre, el Juzgado de lo Social número 33 de Madrid lo condenara a “reponer a los trabajadores afectados en sus anteriores condiciones de trabajo”. Cosas del mal café. Su obra maestra del género hipócrita es la frase “hicimos muy bien el trabajo, aunque parezca mentira”, refiriéndose a Bankia, de la que el exconsejero cobraba entre 2.500 y 3.000 euros por cada reunión, más o menos una al mes. No parece mentira, no.

Así que esta es la comitiva que ha acompañado a Juan Carlos de Borbón. Gente como Morenés y como Arturo Fernández. Marca España. Tanta marca como la del rey, de cuya fortuna personal tenemos excelentes noticias, toda vez que llegó al trono con una mano delante y otra detrás. Él, sin embargo, ha dicho, muy sentido, que la situación de España es de llorar, aunque, también, que nos defendemos con cuchillos en la boca. Una expresión muy de su estilo, cinegético, por decirlo en género hipócrita. O a lo mejor es que ha confundido a Gandhi con Salgari. En fin, un capítulo más de nuestra narrativa. De premio.

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