El zorro
Nuestro hombre ha reducido el gasto en educación eliminando las horas de refuerzo, reduciendo la plantilla de profesores, aumentando sus horas lectivas, recortando las subvenciones a las guarderías, cancelando las becas de comedor y cerrando escuelas.
Nuestro hombre ha rebajado el gasto sanitario después de prometer que no lo haría. Se opuso al copago porque sólo afectaba a los pensionistas, pero ha terminado por cobrar un euro en cada receta.
Nuestro hombre ha cerrado ambulatorios, ha desmantelado servicios de urgencias, ha parado la construcción de hospitales, y ha provocado lógicamente un aumento en las listas de espera.
Nuestro hombre también ha rebajado el sueldo de los funcionarios y se esperan varios ERE en todas las empresas públicas. El desempleo que nuestro hombre prometió reducir sube al mismo ritmo que la deuda, cada vez más degradada.
Pero no todo son malas noticias para nuestro hombre.
En primer lugar nadie ha ido a la cárcel, y eso que su partido está salpicado en varios casos de corrupción.
Y en segundo lugar el impuesto de sucesiones, que él pagaría y yo no, ha sido eliminado.
Nuestro hombre no es, aunque lo parezca, Mariano Rajoy, sino Artur Mas, que con unas gotitas de Bálsamo Independencia ha conseguido que nadie le eche en cara su desastrosa política neoliberal, que en algunos aspectos resulta más salvaje que la emprendida por Rajoy.
Y sin embargo el pobre Mariano ahí está, teniendo que aguantar todos los días a un montón de gente pidiendo su dimisión en la Plaza de Neptuno de Madrid.
En vez de pelearse con Mas, que al fin y al cabo es de su cuerda, Rajoy debería tomar nota de la hábil estrategia de su colega catalán, que va a conseguir algo inédito en Europa: demoler con saña y recochineo el estado catalán del bienestar y ser reelegido por esos mismos catalanes recortados como un nuevo Moisés en busca de la Tierra Prometida.
Dije el otro día que me sentía identificado con la multitudinaria manifestación de la Diada pidiendo la independencia de España. Yo también la pediría, si pudiera.
Dije que aquella manifestación tenía poco que ver con el nacionalismo, del que estoy muy lejos, y mucho con el descontento social, con la indignación de clase.
Algunos lectores no estaban de acuerdo conmigo y me recordaron que en aquella manifestación también estaba representada la clase social que se está beneficiando del expolio a Cataluña.
Y tenían razón, allí estaba el zorro, en primera fila, invitando a la gallina a que se independizara, como en el chiste de El Roto, prometiéndole fundar juntas un mundo nuevo.
Pero que el zorro se cuele en vuestras manifestaciones, amigos catalanes, no es culpa mía.