Inflorescencias
Llegamos a Galicia, A Ulloa es verde, verde claro, verde oscuro, verde casi marrón, verde envuelto de flores. Hortensias que se nos meten en los ojos y anidan en tus párpados.
Las flores de la Hortensia se componen de distintas flores dispuestas en inflorescencias. Para una observadora inocente, para alguien como yo, pueden parecer flores enormes, flores verdes que se tiñen poco a poco. Cuanto más me acerco, más veo. Descubro pequeñas florecillas que crecen al unísono, que colaboran en la construcción de esa ilusión óptica que tanto me fascina.
Encontramos a María al borde del camino, rodeada de hortensias, de piedras, de plantas verdes, verde claro, verde prado. Rodeada de peregrinos, de peregrinas que quieren probar todas sus lociones, lociones de prado, lociones de leche, bálsamos labiales hechos de grelos y miel como el que ahora sella mis labios. María ofrece una infusión de la abuela para reponer fuerzas, huele a naranja. María ofrece el último sello del camino. Preguntas si también ella sella el pasaporte peregrino, es imagen –contesta– es pura imagen. Hay que mirar más cerca, siempre más cerca, el sello reza Muuhlloa:
Muu, por las vacas de su hermana
h, de hierba
lloa, de A Ulloa
María, Marta, Chusa, Carmela, Ángeles.
Sus manos calientan el agua, sus manos recogen las hierbas, sus manos ordeñan las vacas, estabilizan la leche, la transforman, sus manos, las manos que cuidan de las que habla la veterinaria y escritora María Sánchez en Cuaderno de campo (La Bella Varsovia).
Nos cuentan cada uno de sus proyectos, los proyectos con los que empezaron y los que crearon juntas. En eso consiste cooperar, en componer una flor más grande, como las hortensias. Hacemos preguntas, muchas preguntas, preguntamos qué tiene de bueno y de malo trabajar juntas. Nada malo, todo es positivo, todo suma. Nada malo, repito en mi cabeza y sé que no significa que no haya contratiempos o conflictos. Todo es bueno, colaborar siempre suma, repito, y me suena, cada vez más, a una declaración de amor.
Seguimos nuestro camino hacia Asturias y en la carretera me hablas de Srecko Horvat. En La radicalidad del amor (Katakrak) propone que no podemos imaginar un mundo diferente sin reinventar el amor. María, Marta, Chusa, Carmela, Ángeles. Ellas están creando un mundo diferente, ¿estarán cambiando también el amor?
Llegamos a Gijón. Cristina nos recibe en la carretera, junto a su casa que fue la de su abuela, junto a sus tierras, que fueron las de su abuela y antes las de su bisabuela. Descubrimos que Cristina ha creado todo un sistema. Ella planta kiwines y las ocas y las pitas pardas asturianas pastan la zona y sus huevos se incluyen en cajas de otros productores de la zona. Troy, su perro pastor, protege a las gallinas y las ocas de los zorros. El sol se transforma en energía, el sol que hace madurar los kiwines. El viento acciona un molino que impulsa el agua desde el pozo para regar el cultivo. El sistema funciona gracias a la colaboración de todos los elementos.
Entonces, ¿crees que el amor es cooperación? –te pregunto– la casa de Cristina, su forma de vida, ¿no te parecen puro amor? Sus manos, las manos que recogen el kiwín, que recogen los huevos, que acarician a Troy, las manos que cuidan.
Milenrama, Berro de prado, Orquídea silvestre. Helecho. Flores, pétalos de flores, conjuntos de flores. Inflorescencias. La belleza de los elementos trabajando juntos. De un sistema que coopera.
Si queremos cambiar el mundo, tenemos que hacer las cosas de otro modo, cuidar la tierra de otro modo. Amar de otro modo. ¿Cómo? ¿Cómo hablamos de amor como algo que se expande y genera más amor? Como algo que no nos limita y no está necesariamente limitado a una persona.
La naturaleza –el amor– ¿es cooperación o es competición?
La respuesta a esta pregunta ha estado marcada desde mediados del siglo XIX por la lectura que se ha hecho de El origen de las especies de Charles Darwin. De la obra de Darwin hemos extraído que la evolución se basa en la selección natural y la supervivencia del más fuerte, esto es, en la competición. Sin embargo, medio siglo después de su publicación, el también naturalista Piotr Kropotkin proponía en El apoyo mutuo (Pepitas ed.) que lo que se lee como «el más fuerte» puede también entenderse como «el más apto» y no tiene por qué ser el más fuerte o el más individualista, sino el que mejor se adapte al entorno. Además de desarrollar este matiz, Kropotkin va más allá y muestra como el apoyo mutuo y la cooperación han servido a las diferentes sociedades para sobrevivir y evolucionar. La bióloga Lynn Margulis también ha desarrollado sus investigaciones en esta línea, Margulis estudió el microcosmos de los organismos más pequeños conocidos, hay que mirar cerca, siempre más cerca, y descubrió que al contrario de lo que muchas investigaciones afirman, la cooperación juega un papel fundamental en la evolución. Las células parecen no competir, sino que se recombinan para crear algo nuevo, cooperan para adaptarse.
María, Marta, Chusa, Carmela, Ángeles. Cristina. Charles, Piotr, Lynn. Las manos que cuidan. Las personas que piensan que pueden hacer las cosas de forma diferente, que construyen sistemas, que cooperan, que trabajan juntas y se adaptan, que recombinan sus ideas para crear algo nuevo. Horvat y la idea de que para cambiar el mundo hay que cambiar el amor. Las manos que cuidan. Las manos que tejen una estructura que cuida, nosotras cuidando, cuidándonos. Permitiendo que el amor se expanda, se reconfigure en este mundo que cambia, que evoluciona, que coopera. Como las hortensias, pequeñas flores que forman una flor más grande.
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