Liderazgo en tiempo de crisis
España supera ya los 3.000 contagios y los 80 fallecidos por coronavirus; el Ibex se derrumba un 14%; la ministra Irene Montero ha dado positivo y se esperan los resultados del test al que se ha sometido el resto del Gobierno; la política ha entrado en estado de excepción con una sucesión de ruedas de prensa por videoconferencia; el Congreso ha suspendido la actividad parlamentaria durante 15 días; las Autonomías siguen cerrando escuelas y Universidades; las Unidades de Cuidados Intensivos en los hospitales están al borde del colapso…
El panorama empeora por minutos y el presidente del Gobierno anuncia, sí, 3.800 millones para la Sanidad y aplaza 14.000 millones en impuestos a pymes y autónomos, pero el pánico y la histeria siguen desatados. Algo no está haciendo bien la política para que la ciudadanía no haya entendido con claridad ni el alcance ni las consecuencias de la pandemia. Tiempo habrá de analizarlo. Lo primero es la Salud Pública; después, que no colapse el sistema sanitario y, por último, paliar las consecuencias económicas. Afrontar las tres derivadas de la emergencia sanitaria es en todo caso cuestión de liderazgo, que es lo que no se atisba en el horizonte ni cercano ni lejano.
¿Recuerdan? “Tomaré las decisiones que España necesita aunque sean difíciles. Voy a seguir ese camino cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”. La frase sigue en la memoria colectiva. La pronunció José Luis Rodríguez Zapatero un 14 de julio de 2010, dos meses después de haber aprobado un decreto con el que cruzó las líneas rojas que él mismo prometió no traspasar nunca: el mayor recorte en gasto social en democracia.
El sentido y la construcción, pero no el tono, del “haremos lo que haga falta, donde haga falta y cuando haga falta” que pronunció Pedro Sánchez durante su comparecencia tras el Consejo de Ministros extraordinario que aprobó un paquete de medidas sociosanitarias y económicas era idéntico al de la su antecesor socialista en la Moncloa. Cuestión de liderazgo, dicen. No hay presidente que no haya tenido que afrontar una crisis de envergadura durante su mandato. Si Calvo Sotelo tuvo la del aceite de colza; Aznar, la del 11M; Zapatero, la del desplome de la economía y Rajoy, la de la quiebra del sistema financiero, a Sánchez le ha tocado el coronavirus, la mayor crisis sanitaria que ha vivido España en democracia.
Felipe González suele decir que un verdadero líder es aquel capaz de hacerse cargo del auténtico estado de ánimo social. Definiciones hay muchas, pero todas ellas concluyen en que la verdadera autoridad o dominio de un responsable político se demuestra en tiempos de crisis. Y en una coyuntura como la que atraviesa España, todos los expertos coinciden en que no es fácil dirigirse a los españoles porque ni se puede trasladar un mensaje de reproche –a quienes no parecen haber percibido del todo el alcance y las consecuencias de la pandemia–, ni se debe hacer un relato catastrofista ni mucho menos frivolizar al respecto.
Sánchez no lo tiene fácil. No ha cometido ninguno de esos tres errores, pero hay serias dudas de si ha ido por detrás de los acontecimientos o demostrado la suficiente capacidad y sensibilidad para hacerse cargo del estado de ánimo de los españoles con el paquete de medidas anunciado para combatir los estragos del virus. “Los españoles pueden sentirse protegidos”, ha dicho. Pero la incertidumbre y nerviosismo siguen desatados igual que la irresponsabilidad de algunos ciudadanos, pese a las llamadas presidenciales a la disciplina social.
Faltó determinación y contundencia en el tono de su comparecencia, así como respuestas a las preguntas que por videoconferencia le trasladaron los colegas periodistas. Ni respondió a si el Gobierno erró al no prohibir la manifestación del 8M, ni contestó a si cree necesario declarar el estado de alarma y limitar el movimiento entre Comunidades.
La política ha entrado en un bucle de ruedas de prensa telemáticas de los principales líderes, pero por el Congreso aún pululan funcionarios, diputados y políticos para que “la democracia funcione”, pese a que hay varios parlamentarios infectados y la Cámara ha suspendido la actividad durante 15 días.
Madrid anuncia nuevas medidas drásticas para que los ciudadanos eviten salir de sus casas después del cierre de las escuelas mientras Castilla-La Mancha se negaba en un primer momento a suspender las clases para que “la gente se tome 15 días de vacaciones” y Sánchez elogia la coordinación con los Gobiernos autonómicos. Igual si los ciudadanos aún no se han tomado en serio la permanencia en los hogares para no expandir el virus es porque no ven en la escena política ni la coordinación de la que habla Sánchez ni la necesaria unidad que invocan en el Gobierno ni un liderazgo que permita pensar que el sacrificio, el esfuerzo y la responsabilidad nos atañe a todos para que la duración de la crisis sanitaria sea lo más corta posible y menores los estragos en la ya maltrecha economía.
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