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9 de marzo: un día sin mujeres

Cartel de convocatoria de día sin mujeres en Veracruz (México).

Lolita Bosch

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El 24 de octubre de 1975, durante una huelga simbólica en Islandia, cerraron escuelas, fábricas y negocios. El país se detuvo como no se había detenido nunca antes ni nunca después. En 2016 Argentina copió aquella iniciativa y ahora, en 2020, un colectivo de Veracruz, México, ha querido volver a hacerlo. Su propuesta, inspirada en la película de Sergio Arau (Un día sin mexicanos) que se estrenó en 2004 y derivó en protestas en muchos lugares de Norteamérica. La intención: ser transparentes. No estar más.

Que las mujeres hemos tenido que inventar mil y un recursos para que nos crean en nuestra propuesta a favor de una sociedad equitativa como único camino a las libertades civiles básicas, es una evidencia. Quema de sujetadores, manifestaciones contra el adulterio femenino penalizado, mujeres valientes que han roto techos de cristal económicos, medidas de protección contra las víctimas de maltrato doméstico, asociaciones, colectivos, consejos, recomendaciones, charlas con nuestras madres y nuestras hijas, manifestaciones durante un tiempo mínimas y los últimos años emocionantemente masivas, declaraciones, hasta-aquís, límites y correcciones: no soy autor, soy autora; no soy colaborador, colaboradora; no, no vendré a representar a mi género en una mesa en la que hablen básicamente los hombres; no me interesa esta información sesgada que sólo contempla la visión masculina; quiero una doctora que se haya replanteado la mayoría de los síntomas de las enfermedades a partir del cuerpo femenino; abortar es un derecho; resoplar miles de veces en miles de calles por miles de piropos y silbidos como si fuéramos perras; estigma por nuestra pasión o nuestro deseo; categorías insoportables en las que no encajamos; miles de discusiones en miles de tiendas y comercios diciendo que no, que los productos para mujeres suelen ser ofensivos, machistas y producto de un mercado descarnado; cansancio cuando a nuestras hijas les ocurren lo que ya hemos vivido y batallado nosotras; respirar antes de contestar comentarios machistas o (peor) condescendientes con nuestros derechos básicos… en fin, ¿qué os voy a contar?

Nosotras sí sabemos que nuestros cuerpos se pueden convertir en campos de batalla en cualquier conflicto religioso, social, doméstico, romántico, laboral y un largo etcétera. Nosotras sí sabemos lo que es tener que explicar a las niñas que están expuestas a un peligro distinto. Nosotras sí sabemos lo que es temer reacciones agresivas y violentas. Nosotras sí hemos tenido miedo. Y volveremos a tenerlo. Y nuestras hijas también. Y hemos sentido asco, repulsa, incredulidad, vergüenza, impotencia, ganas de reaccionar de manera tajante y definitiva. Pero aquí estamos. Más unidas que nunca, más inclusivas que nunca y más participativas que nunca. Se lo debemos a la generación de nuestras madres, sí, las mujeres que nos han hecho.

Y se lo debemos también a colectivos del mundo que nos enseñan que debemos resistir más, que la lucha no termina, que ser mujer es una condición de riesgo. ¿Por qué no deberíamos tomar medidas que hagan visible esta injusticia que escandaliza a tantos hombres cuando lo constatan (es increíble que hayan liberado a un violador, ¿qué le digo yo ahora a mi hija? ¿que está en riesgo por el hecho de ser mujer? ¡Y sí!)? Desaparezcamos. Sin rencores. Todo un día. Nos lo sugieren desde Veracruz, México, el segundo lugar del mundo más peligroso para ser mujer. Un día sin mujeres, no para dar lecciones sino para de poner luz. Y basta ya de decir cada vez que hablemos de esto que es sin ánimo de ofender. A la carga, compañeras. Quedémonos en casa el 9 de marzo. Este año la convocatoria no será masiva pero las cosas se moverán. Como se han movido con el #meetoo y con #elvioladorerestu. No nos detengamos. Nos falta tanto…

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