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El ministro Puente no vino aquí para hacer amigos

El ministro de Transportes, Óscar Puente es aplaudido por la bancada socialista tras su intervención en un pleno en el Congreso de los Diputados.
2 de abril de 2024 22:13 h

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En la amplia tipología de ministros que han pasado por los gobiernos de la democracia nos faltaba un perfil como el del mostrenco y neandertal Óscar Puente. Recordamos ministros despistados, ministros que protagonizaban chistes populares y leyendas urbanas, ministros verso libre y hasta ministros delincuentes. Además era tradición que en cada gobierno hubiera un ministro pararrayos, el que se llevaba todas las hostias de la oposición y de la prensa, muy útil para que el presidente se llevase algunas menos. Lo que no estamos acostumbrados es a que un ministro reparta hostias como panes en vez de poner la cara para recibirlas. Hasta que llegó Óscar Puente, que brilla como un mingitorio.

Hay que remontarse a los tiempos del vicepresidente Álvarez-Cascos, también llamado “el dóberman”, que marcó época por su dureza verbal contra el PSOE. Incluso viene a la memoria aquel portavoz matón del Gobierno Aznar que en las ruedas de prensa del Consejo de Ministros manipulaba e intoxicaba sin disimulo, mientras bajo cuerda amenazaba a periodistas. Creo que se llamaba Miguel Ángel Rodríguez (MAR), no sé qué habrá sido de él.

No los comparo, pues el actual ministro de Transportes, mulo de reata y cogollito de excrecencias, es más un tuitero ingenioso que hace las delicias de la afición progresista con sus zascas a políticos y periodistas de derecha, y sus guantás verbales de mano abierta a seudoperiodistas de ultraderecha. Cuando interviene en el Congreso o da entrevistas tiene también maneras tuiteras, rápido en la réplica y devolviéndosela doblada a los diputados y periodistas que le quieren buscar las vueltas, lo que da luego para muchos cortes de vídeo compartidos por los suyos en el redes.

Desde que los no vallisoletanos lo descubrimos en la investidura fake de Feijóo, no hay semana que Puente, el Abominable hombre de la Meseta, no dé por igual satisfacciones a sus seguidores y motivos de bronca a sus detractores, que entran fáciles a todos los trapos. Este lunes dijo no sé qué en el programa de Alsina, y al día siguiente todos los columnistas y tertulianos de derecha mordieron el mismo hueso, imagino que para satisfacción del ministro y del propio Sánchez. Si el presidente buscaba un perfil broncas para mantener la moral de la tropa, desviar la atención un rato y hacer que la derecha política y mediática se sobrecaliente hasta pasarse de frenada, hay que reconocer que lo ha encontrado en Óscar Puente, antropoide del Consejo de Ministros, que lleva el traje de simpático orangután.

Yo confieso que no sé qué pensar del ministro jabalí que refuta las tesis darwinistas. Por un lado lo veo sintomático del estado actual de la política, tras una larga legislatura de enorme agresividad por parte de la derecha política y mediática contra el Gobierno y sus socios, perdidas las formas a menudo, y con episodios tan sucios como la cacería contra Mónica Oltra, o el acoso a Pablo Iglesias e Irene Montero en su propia casa. Bien lo sabe el propio Puente, dueño del salón convertido en prostíbulo, que ya ha sido acosado en público con el aplauso del PP. Además, reconozco que a ratos disfruto con sus bofetadas circenses, que ya vale de recibir siempre. Pero también dudo, no porque yo sea un defensor a ultranza de la corrección institucional, sino más bien por un criterio de eficacia: no tengo claro que el gobierno tenga mucho que ganar pasando al ataque con las mismas armas que sus oponentes, pues está más que comprobado que cuando la lucha política se enfanga, suele ganar la derecha. Veremos.

(Los términos en cursiva están copiados de la larga lista de insultos que el propio ministro publicó este martes, todos ellos tomados de la prensa de los últimos meses. Ya sé que a la política se viene llorado de casa, y que en el sueldo va incluida la crítica más feroz; pero es cierto que el ensañamiento con Puente supera lo habitual).

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