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En misa y repicando

Los dirigentes del PP se colocaron todos juntos para seguir el acto.

Luz Sanchis

“Si todos votamos al PP, ¿cómo puede estar pasando esto?”, repetía Manuela llorando mientras abandonaba la abarrotada plaza de Colón y enfilaba la calle Goya para volverse a casa. Acababa de ver cómo una viuda de guardia civil discutía con otro manifestante. Ella gritaba que habían matado a su marido y recibía con gritos de “traidores” a los dirigentes del PP nacional y hasta a Jaime Mayor Oreja. Él intentaba convencerla de que dejara de insultar a los políticos que se abrían paso para acceder a la zona central: “¡Mujer, encima de que vienen para estar con vosotros!”.

El PP y el Gobierno sabían que podía pasar. Por eso los primeros enviaron una delegación de la cúpula nacional a aguantar el chaparrón y los segundos no aparecieron. Pero no todos los dirigentes del partido han sido recibidos por igual. Esperanza Aguirre e Ignacio González han llegado entre aplausos. Los gritos de “presidenta” y los piropos han sido para ella. Esteban González Pons, Carlos Floriano y Javier Arenas no han corrido la misma suerte.

Lo que Manuela no entendía es que acababa de ver el efecto bumerán del odio. El que atizaba Mariano Rajoy cuando acusaba a José Luis Rodríguez Zapatero desde la tribuna del Congreso de haberse arrodillado ante ETA y de haber traicionado a los muertos. Eso era en 2007, cuando el ahora presidente del Gobierno sí asistió a una gran manifestación en la misma plaza y la definió como “el día más bonito” de su vida política. Si este domingo hubiera hecho acto de presencia, habría podido escuchar en directo que él traiciona “a los muertos y a los vivos” por acatar la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

De poco le ha servido a González Pons su conocida habilidad de palabra. Aunque el vicesecretario del PP ha intentado llamar la atención estos días sobre la ausencia de miembros del PSOE en un acto “de unidad”, lo cierto es que nadie les esperaba. “¿Qué haces tú aquí?” le han preguntado muchos. La respuesta es comprobar en sus propias carnes que muchos de los que votan a su partido no soportan que algunos políticos estén a la vez en misa y repicando.

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