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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

El modelo PP de España

Díaz Ayuso, Casado y Almeida, en una imagen de archivo.

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No pudo elegir mejor Pablo Casado el lugar donde presentar el recurso del PP a la Ley de Educación Celaá. Mejor, para definirse él y su partido. En un colegio. Colegio concertado y católico. Para rechazar supuestos adoctrinamientos de la ley. Tampoco pudo ser más oportuno el día: este lunes confluían otras dos noticias que explican al Partido Popular. Su carencia de escrúpulos para usar la mentira en favor de sus fines. El PP es imprescindible para entender España. La trampa está en los genes de España desde que timar a los débiles o incautos se convirtió en orgullo nacional bautizado como “picaresca española”.

Supimos que la Comunidad de Madrid ha logrado colar en una revista del grupo The Lancet un relato triunfalista de su gestión de la pandemia, firmado por altos cargos sanitarios de Ayuso, y les están friendo a réplicas científicas que refutan el escrito.  Los datos reales contradicen su versión: Madrid tiene los peores datos epidemiológicos de España, sin haber conseguido su objetivo de “salvar la economía”. Seguramente sí la de las grandes constructoras a las que Ayuso ha mimado, porque ni siquiera ha dado ayudas a la hostelería a la que presenta como la niña de sus ojos. Es un artículo y no en la revista científica principal del grupo, pero lo han colado para poder presumir de ello aunque dejen en ridículo a la Comunidad. En España les funciona. Del fiasco no se habrán enterado quienes solo sigan a medios generalistas. Los que se mantienen, en el mejor de los casos, limitados al “este dice, el otro dice”.

También hemos sabido –no todos, por supuesto- el fracaso del PP de pringar al gobierno en Europa. Toda su estrategia local de mentar a ETA, Venezuela, la libertad de expresión, robos y comisiones de los que ellos sí son especialistas… pues no cuela fuera. Socialistas, verdes y La izquierda han llegado a denunciar a Dolors Monserrat por lo que consideran uso partidista de la comisión de peticiones que preside, detallando los casos en los que así ha actuado. Y ya recordarán que Pablo Casado en persona se dejó el alma para evitar que los fondos europeos llegaran a España. La patria de esta derecha es el dinero y a ello se limita su patriotismo.

Hay algo que no se aclara cuando se evalúa al Partido Popular español: no hablamos de ideología, ni siquiera son conservadores al estilo ancestral de gentes clásicas y educadas, es una derecha reaccionaria sin duda, pero falta su ser esencial: la total carencia de escrúpulos en usar cualquier cosa en su provecho.

España lleva décadas si no siglos educada bajo ese espíritu. De ahí que haya tantas personas que soslayan con sin igual garbo las corrupciones de esta derecha. Los mismos que se aprestan a ver motas en ojo ajeno, bulos incluidos, para consolarse pensando que es la condición humana y que todos lo hacen. La iglesia católica que dirige su educación les ha enseñado a perdonarse con una oración y hasta sin ella. A perdonar, al parecer, la incoherencia de amar y respetar a Dios e ir a misa y al mismo tiempo negar derechos humanos. El maltrato del PP a los vulnerables trae noticias a diario. La última, la distribución de los 1.500 millones de Fondos Covid que recibieron del Gobierno y de los que han debido responder a Transparencia. A Sanidad ha ido menos de la mitad de este presupuesto extraordinario: 700 millones. El resto los han dedicado a salarios, educación, cultura y turismo, dicen. Y solo 10 millones a la consejería de Políticas Sociales que entre otras cosas gestiona las residencias de mayores.

Sin la menor duda, las políticas de esta derecha española son las de una desigualdad buscada. Que recorta sin piedad a los más vulnerables, ultraderecha nata. De entregar, como mucho, a la caridad lo que son derechos. Mientras beneficia a las rentas altas. Disminuyen los servicios públicos y las partidas para ciencia e investigación y la cultura -además- les produce un sarpullido, especialmente si es de calidad.

Vivimos tiempos, sin embargo, en que esto ha llegado al límite. La masacre de ancianos en los geriátricos, de Madrid en particular, no puede echarse al mismo saco del olvido como hacen. Hay documentos firmados que atestiguan la acción deliberada de no llevarles al hospital –salvo que tuvieran seguro privado-. Hay testimonios desgarradores del personal impotente: “Las trabajadoras de la residencia lloramos todos los días al ver cómo dejan morir a ancianos de esa manera”. De Médicos Sin Fronteras: “Golpeaban las puertas y suplicaban por salir”, dicen en su informe de casi 500 centros en toda España. El Madrid que, en la “operación bicho” “flipaba colorines” de las vidas que tenía entre manos, se llevó la palma, porque añadía una desastrosa y desalmada gestión. No podemos dejar de repetirlo.

¿Cómo es posible que Ayuso pueda volver a ser candidata siquiera sin aclarar responsablemente todo esto? ¿Cómo tienen posibilidades de ganar y encima para gobernar con la ultraderecha oficial? Por el apoyo mediático que denigra el periodismo llegando a mentir también sin sonrojo. Por cuantos se benefician o buscan beneficiarse de esta situación sin importarles los “daños colaterales”.

Les sustenta también una base social. Son muchos años de enseñar a mentir sin escrúpulos. De aprovecharse de los demás. De cambiar la realidad a su conveniencia. De cerrar los ojos a la precariedad y la muerte si está repleto el propio bolsillo. De hacerse con dosieres o secretos de los enemigos para chantajearlos y que les dejen operar a su antojo. De inventárselo cuando no encuentran nada para hacer callar. De... engañarse y justificarse, los que se piensan más honestos, tragando lo que es de todo punto inasumible. Y se trata de perpetuarlo. De seguir disfrutando como mínimo de los mismos privilegios, aun en un momento histórico en el que por una pandemia se ha acentuado la precariedad. De afianzar en Madrid un núcleo de su peculiar poder desde donde extenderse, radicalizando si cabe más sus actitudes.

No se entendería España sin esta derecha. Esa educación ha calado de tal forma en su sociedad que ni siquiera se ven libres de ella muchos de quienes desde posiciones menos extremas se dedican a la política o el periodismo. Porque no es posible acatar esta situación si se tiene un mínimo de corazón y sentido de la justicia. Y así pasan los días, y los meses, y los años.

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