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Mujer, si no quieres que te violen, cierra la cortina de tu ventana

José María Calleja

El mismo ministerio del Interior que concede medallas al mérito policial a la virgen de no se qué amores, el mismo ministerio del Interior que está convencido de que Santa Teresa va de fundación en fundación a favor de sus causas torticeras; ese ministerio del Interior de Fernández Díaz, Cosidó y Arsenio, dice ahora a las mujeres de España: si no queréis que os violen, tenéis que cerrar las cortinas de vuestras ventanas.

¿Cómo han tardado tanto tiempo en llegar a esta conclusión, tipo Bernarda Alba sin que lo sepan? (¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!).

La culpa de la violación de la mujer reside en la mujer. Esta es la idea. Como dijo aquella sentencia judicial que pensábamos antigua, por pasada, y que resolvía el caso de la violación de una mujer con este sintagma insuperablemente machista: “La mujer se puso en disposición de ser utilizada sexualmente”. Llevaba minifalda.

Cinco jóvenes, de edades comprendidas entre los 17 y los 23 años, violan a una joven de 20 años. La estaban esperando, lo habían pensado, premeditado, y cuando la mujer salió de su trabajo, en una caseta de la feria de Málaga, la arrastraron a un lugar apartado y detrás de una barraca la violaron. La violaron los cinco. Uno, dos , tres, cuatro y cinco. La violaron. Tres mayores y dos menores. La violaron. Los cinco. Conscientes de que hacían lo propio que se esperaba de ellos, grabaron la violación con un móvil y, consumado el atentado, que sin duda devastó en el terror a la víctima, se fueron a desayunar, a escasos metros del lugar del crimen, quien sabe si a reproducir la jugada entre risotadas, churros y palmetazos cómplices, que para eso habían grabado, ágrafos, la fechoría.

Cinco violadores, una violación en masa.

El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (PP), nos explica que violar es cosa de hombres, soberanamente, que esto pasa en todas partes y que no está claro que haya sido una violación, aunque los médicos que atendieron a la víctima, en pleno shock, nos digan que sí, que fue una violación múltiple. En cualquier caso, dice el alcalde, violadas hay en todas partes, oiga. De suspender las fiestas, ni hablar, claro. Que siga la juerga.

En Gandía, sobre la misma hora que en Málaga, madrugada del sábado, cuatro jóvenes, cuatro, violan a una chica de 19 años. La violan dentro de un coche aparcado detrás de una discoteca. Como en Málaga, todos los violadores son españoles. Aquí hay un menor de edad y allí dos, pero la mujer es igualmente violada. Violada una, dos, tres, cuatro veces. Violada.

Sabíamos de estas violaciones en masa por noticias que venían de la India: jóvenes que cierran un autobús y violan a una joven, pero, hasta ahora, desconocíamos el carácter masivo de las violaciones, aquí, en España, en una de las cien mil fiestas de San Luis, de todas las vírgenes del 15 de agosto y alrededores.

Dice también Interior que llevar un silbato es de gran utilidad para las violadas. No es que si me necesitas, silbes, es que en plena violación un silbato puede ser de gran utilidad. Si lo sabrán ellos.

Todo esto en medio de 36 hombres que han asesinado a 36 mujeres en lo que va de año, sin que se haya declarado ni un solo día de luto, sin que se haya suspendido una sola fiesta de pueblo o ciudad.

Todo esto en medio de una senadora del PP por Melilla, Luz Elena Sanin –que sigue sin dimitir–, y que sostiene que los problemas económicos de España tienen que ver con que Zapatero dio mucho dinero a los homosexuales, lesbianas y maricones en general.

No pasa nada, que siga la fiesta, que si hay violaciones en masa de jóvenes, supuestamente educados en democracia, será porque la mujer no cerró a tiempo los visillos.

¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

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