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Opinión - Junts, el bolsillo y la patria. Por Neus Tomàs

¿Quién no vive con 120 euros mensuales?

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado.

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Cuando la desproporción es la norma y la hinchazón retórica una constante, se corre el riesgo de que la estrategia resulte contraproducente. Cuando Pablo Casado se lanza a los micrófonos a exhibir virtudes que no posee, exagera la traducción de todo. Cuando la derecha no encuentra jamás una zona templada, resulta complicado tomarla en serio. Cuando todo en los populares es brocha gorda, todo acaba siendo desmedido. Y cuando todo es exceso, se corre el riesgo de sonar siempre a lo mismo. Por algo decía Pío Baroja aquello de que la democracia es histrionismo.

Casado lo practica cada mañana. Teatralidad y efectismo. Esta vez sin caer en la cuenta de que sus votantes, de que su electorado joven también tiene serias dificultades para emanciparse, no puede hacer frente a un alquiler y sufre las consecuencias de la burbuja y la especulación inmobiliaria. Se lleve pulsera morada, roja o rojigualda, hoy no “basta con tener un trabajo y una nómina”, como ha dicho el líder de la derecha, para pagarse un techo donde vivir y comenzar un proyecto de vida. 

El salario medio de los jóvenes entre 16 y 29 años ha caído en la última década un 5% y ha pasado de 1.025 euros al mes en doce pagas a 973. ¡Ya no son ni mileuristas! De hecho, el 32% de los menores de 30 años tendría que destinar el 92% de su sueldo -si lo tuviera- al alquiler si tuviera intención de independizarse.

Pero Casado les ha dicho, a los de 20, a los de 30 y a los de 40, que lo mejor es que cada uno se las arregle como pueda y que él está “a favor de que la gente haga con lo suyo lo que le dé la gana”. Siguiendo su doctrina, aquí no pagaría impuestos nadie porque, total, lo que ganamos es nuestro y lo destinamos a lo que nos plazca, que no será nunca lo público, sino lo privado. Si lo ha hecho el emérito, después de hacer de comisionista durante 40 años, por qué no van a hacerlo los 47 millones de españoles que ahora saben que lo de Juan Carlos I, más allá del oprobio social, no tendrá reproche penal.

Todo esto a cuenta de una ley de vivienda que no se conoce aún en su literalidad, pero que la derecha ha rechazado con virulencia y anunciado recurso ante el Constitucional. Por comunista, por intervencionista, por bolivariana, por confiscatoria, porque introduce inseguridad jurídica…. ¡Y porque la ha impulsado un gobierno que quiere acabar con la propiedad privada!

Olvida el PP que la propiedad privada está protegida en la Constitución como garantizado está el derecho a la vivienda. La Carta Magna dice más, y es que a los poderes públicos les corresponde garantizar ese derecho, pero también regular la utilización del suelo de acuerdo al interés general para evitar la especulación. Artículo 47, que parece que no leyó el jefe de la oposición. 

Tan sesgada es su lectura de la ley de leyes como lo es de los borradores publicados hasta ahora de una norma con la que el Gobierno pretende limitar el precio de los alquileres, y que no afectará a las personas físicas sino a las jurídicas que posean más de 10 propiedades. También olvida que la decisión de declarar zonas tensionadas corresponderá a los ayuntamientos y las Comunidades Autónomas y que en España el voto joven llevó a Felipe González a La Moncloa en 1982; a Aznar en 1996 y a Zapatero, en 2004. 

Todo un lince. Primero se pone del lado de las eléctricas y sus beneficios frente a los consumidores que ya no pueden hacer frente al recibo de la luz, y ahora con su connivencia con los fondos buitre se echa encima a los jóvenes y, además, les insulta diciendo que si no alquilan y se emancipan es porque no quieren, ya que con un trabajo de 970 euros se pueden pagar un alquiler de 850 euros. ¿Quién no puede mantenerse con 120 euros mensuales? Comida, luz, gas, teléfono, transporte… Quien no lo haga es porque es un manirroto o porque prefiere vivir a la sopa boba del hogar familiar. A eso se le llama pegarse un tiro en el pie y ofender innecesariamente.

La propuesta del Gobierno puede merecer la crítica y la enmienda -que para eso el texto afrontará el preceptivo trámite parlamentario-, pero en ningún caso podrá decirse que es una boutade propia del comunismo, sino una respuesta a la desesperación de millones de ciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes que las pasan canutas para pagar un alquiler cada mes. 

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