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Pasarela ministerial

Sánchez e Iglesias se funden en un abrazo: "Bien está lo que bien acaba"

Antón Losada

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Se acabó el desfile de ministras y ministros por la pasarela del poder. Ya puede usted volver a ignorar tranquilo las llamadas desconocidas en su móvil. No está claro si supone una buena idea filtrar nombre a nombre un gabinete que va a crecer hasta las 22 carteras. El goteo de revelaciones corre el riesgo de hacerse cansino y devuelve inevitablemente un rendimiento marginal claramente decreciente en términos de impacto mediático; el tercer ministro resulta mucho más noticia que el decimonoveno. Además, cada designación ofrece a la oposición una nueva oportunidad para insistir machaconamente en las dimensiones elefantiásicas del Gabinete.

Si en Moncloa analizan hoy cómo les ha ido la guerra de memes en redes sociales, no debieran estar precisamente contentos; cuando se compara ampliamente el nombramiento de un gobierno con el Sorteo de la lotería de Navidad, algo no ha salido exactamente como estaba planeado.

Las primeras encuestas conocidas tras la investidura muestran que la gente tiene bastante claras sus expectativas respecto a este Ejecutivo. La izquierda lo apoya con firmeza, la derecha no puede ni verlo y ambas están de acuerdo en que habrá problemas de cohesión y corre el riesgo de no durar. El manual del estratega recomienda fidelizar primero a los tuyos; darles razones para reafirmar su confianza, despejar sus dudas sobre la cohesión y convencerles de que vas a durar. Jugar a la defensiva para ver si se amansa a las fieras a base de estarse quieto y no llamar su atención, suele acabar bien para el depredador y mal para la presa. Tratar de ganarse a quienes no te votan dando prioridad a sus expectativas únicamente te asegura la decepción de quienes te apoyan.

Los primeros nombramientos de Pedro Sánchez parecen orientarse más en la dirección de calmar a los mercados y a la derecha, buscando perfiles de gente de orden y guardianes de la ortodoxia. En cierta medida, repite el mismo error de la campaña de noviembre y da por supuesto el respaldo de la izquierda haga lo que haga. El nombramiento de José Luis Escrivá encarna esta estrategia a la perfección. Designar ministro de las pensiones a uno de los nostradamus que profetizó que la subida del SMI iba a costarnos entre 40.000 y 120.000 puestos de trabajo, y aún a día de hoy solo ha reconocido parcialmente su error, será muy bueno para los mercados, pero a lo mejor no demasiado para la confianza de ese votante de izquierda que te ha llevado a Moncloa y constituye hoy tu principal apoyo.

Otro tanto con respecto a la visión de expresidente de la AIReF respecto a las pensiones: retrasar la edad de jubilación, aumentar el periodo de cotización y mantener el factor de sostenibilidad no parece responder demasiado a las demandas de quienes defienden el sistema público de pensiones. Pero no adelantemos acontecimientos. La gente de orden siempre concede cien días de gracia a los nuevos gobiernos y quien suscribe siempre ha sido una persona de orden.

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