La paz en Ucrania: hoy más difícil que ayer, pero menos que mañana
Siete mil proyectiles al día. No balas, sino proyectiles de artillería. Cañones, para entendernos. Obuses, lanzacohetes, baterías. Siete mil disparos, hasta 10.000 según otras fuentes. Es lo que dispara el ejército ucraniano cada jornada. Multipliquen ustedes mismos por los 365 días de guerra que este viernes se cumplen. En el otro lado, los rusos estarían disparando 15.000, tal vez 20.000, habiendo llegado a un máximo de 50.000 algunos días. Así que el responsable de la política exterior europea, Josep Borrell, propone acelerar el envío de munición para que Ucrania pueda igualar esa marca y disparar también sus 50.000 cañonazos al día. Vaciando los arsenales europeos si hace falta, acelerando la compra de nueva munición y su fabricación para aguantar ese ritmo.
No, a mí tampoco me cabe en la cabeza esa cantidad de disparos cada día, semana tras semana, mes tras mes. Vemos ciudades arrasadas, edificios agujereados, vehículos militares retorcidos, cráteres. Víctimas civiles, algunas. Víctimas militares muy pocas, apenas tenemos imágenes y escasísima información de los frentes de batalla, donde se estarían viviendo escenas propias de la guerra de trincheras en la I Guerra Mundial. Barro y sangre, decenas de muertos para ganar o retener un palmo de terreno. Hemos retrocedido un siglo en Europa.
Normal que digan que la paz es difícil, que el diálogo y la diplomacia no están sobre la mesa, que un alto el fuego es ingenuo. Y más que lo va a ser, más difícil y más ingenuo cuando consigan igualar esos 50.000 proyectiles diarios, y cuando se incorporen los tanques y los aviones y todo lo que venga después. Cada día que pase, la paz estará 10.000 o 50.000 disparos más lejos, de modo que el paso de los días dará la razón a los belicistas: la única solución es militar, es la victoria. La diplomacia podía tener sentido antes: ayer, hace un mes, hace un año, al comienzo de la invasión, antes de la invasión, antes de los movimientos de tropas, antes de los incumplimientos de acuerdos, antes de levantarse unos y otros de la mesa, antes de la invasión de Crimea, antes de 2014. Antes, antes, antes. Antes sí. Pero ahora no, porque ya estamos en otro escenario.
Es la lógica de los hechos consumados que opera en toda guerra: el escenario de hoy ya no valdrá mañana, porque nuevos acontecimientos nos situarán en un escenario diferente, que a su vez será superado por nuevos acontecimientos que traerán un escenario diferente y etc. Las dos partes tienen su propia estrategia de hechos consumados. Rusia, invadiendo criminalmente, enviando más soldados y armas, causando más muertos, destruyendo más ciudades, anexionándose territorios, prometiendo la victoria a su pueblo. Y la OTAN y Europa implicándose cada vez más, enviando más armas y dinero, aprobando más sanciones, acelerando el ingreso de nuevos miembros, extendiendo las consecuencias a otros territorios, rechazando los intentos diplomáticos de terceros países, comprometiéndose tanto que solo puede valerle la victoria.
Mientras los partidarios de la guerra impongan su lógica y sigan acumulando hechos consumados, nos obligarán a pasar de pantalla una y otra vez, iremos un paso por detrás, siempre tarde. La propuesta de China (invalidada antes de formularse, por la vía de acusar a China de enviar armas a Rusia), la de Brasil, la de los BRICS, la de la ONU o la del Papa llegarán tarde, no servirán porque ya estaremos en otra pantalla, nuevos acontecimientos, hechos consumados. Las acciones civiles, los llamamientos de personalidades y organizaciones (como la de este viernes en Madrid), las movilizaciones sociales, los partidarios de una agenda de paz en vez de más gasto militar, los ingenuos y filoputinistas, nos encontraremos con que mañana ya estaremos en otra pantalla.
Sí, la solución diplomática es difícil hoy, mucho. Más difícil que ayer, mucho más que hace un mes, inmensamente más difícil que hace un año. Pero por las mismas, será más difícil mañana, y pasado mañana, y dentro de un mes o de otro año multiplicado por 10.000, 20.000 o 50.000 proyectiles diarios. Como dicen de su amor los enamorados cursis, más que ayer pero menos que mañana. Así que cada día que pasa es más tarde para la paz, y por las mismas cada día se hace más urgente detener la guerra, quedarnos en una pantalla el tiempo suficiente para siquiera intentarlo. No a la guerra.
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