Lo pequeño es hermoso
Tenemos instalados en la terraza de casa un par de comederos para pájaros silvestres, una caja nido y un bebedero, con los que conseguimos atraerlos y disfrutar de su compañía en libertad.
En estos días de confinamiento casero, pensé que tal vez sería buena idea grabar a los que acuden y compartir las imágenes por las redes sociales, para animar a la gente a mirar por la ventana con ojos de naturalista aficionado y descubrir que no estamos tan solos como creemos.
Luego empecé a subir fotos del resto de naturaleza doméstica: desde las compañías más corrientes hasta las más insólitas. Lo que no podía prever era la sorprendente acogida que iba a tener mi propuesta (#NaturalezaEnCasa) y que acabaríamos llenando las redes de todo tipo de plantas y flores, saltamontes, pájaros, abejas, lagartijas, mariposas, setas, escarabajos, peces, hormigas y muchas, muchísimas más compañías; como la del par de caracoles que muestro arriba.
La mayoría de los protagonistas son seres diminutos y delicados: animales y plantas que llevaban ahí desde siempre, pero a los que no habíamos prestado atención. Hasta ahora.
Que lo cotidiano es enemigo de la sorpresa deja de ser cierto en tiempos de confinamiento. Así, ahora descubrimos con sorpresa que estamos rodeados de vida silvestre y que, aunque común, lo pequeño es hermoso.
Es posible que la frase les suene: se trata de un famoso aforismo económico. No pertenece a ningún entomólogo, ni a cualquier otro aficionado a la observación de la naturaleza minúscula. Es de uno de los grandes teóricos de la estadística y la economía moderna: el alemán Ernst Friedrich Schumacher. Recurrió a él para dar título a uno de los libros más influyentes del pasado siglo.
Como cualquier naturalista sabe, Schumacher nos habla de la necesidad de prestar atención a lo minúsculo –la parte– para conocer cómo funciona lo superior –el conjunto– y llegar a comprenderlo.
Así, ante una gran crisis global, este pensador recomienda prestar atención al ámbito local y doméstico, para recuperar las certezas básicas y, a partir de ellas, buscar las soluciones al fallo que ha provocado la crisis y reconstruir el sistema. Mirar lo pequeño con ojos grandes y lo grande con ojos pequeños. Esa sería la cosa.
Dice Schumacher que antes de ofuscarnos ante el fallo general y caer en la parálisis, antes de dejarnos arrastrar por el fracaso de lo superlativo, hay que aferrarse a lo inmediato, lo común y más cierto, para remontar la adversidad valorando las pequeñas cosas. Porque en la apreciación de lo minúsculo, en la puesta en valor de la mínima parte, radica la oportunidad de recuperar el todo. Dejar de obsesionarnos por estar a la última sobre la catástrofe (lo que no quiere decir que no nos mantengamos informados) y resguardarnos en lo minúsculo, como por ejemplo esa naturaleza cotidiana, sencilla y doméstica que nos rodea.
El macho de mirlo cantando al amanecer en el plátano de la calle. Un par de mariposas danzando como marionetas sobre los setos de la plaza. Esa descarada flor del diente de león abriéndose de par en par sobre una grieta de la acera. Los murciélagos de la azotea mientras tendemos la ropa. El olor de la tierra mojada de las macetas tras la lluvia. Todos esos sorbos de naturaleza nos ofrecen la posibilidad de afrontar la catástrofe poniendo en valor las pequeñas cosas.
Tal vez a alguno este apunte le parezca ñoño, incluso cursi. Sin embargo lo cierto es que estos días somos muchos los que estamos manteniendo el ánimo agarrados a lo pequeño, lo cotidiano, lo esencial: un libro, una canción, un programa de radio, un apunte de diario. Y un pájaro, o una nube. Seguro que no era eso a lo que se refería Schumacher, pero su frase me encanta y me ha servido para compartirlo.
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