PP: Centrarse y descentrarse
España necesita una derecha moderada, moderna, adaptada a los tiempos. El giro hacia el extremo del Partido Popular en competencia con Ciudadanos, aguijoneados por Vox, ha producido lo contrario y un desastre electoral para el PP. Sus dirigentes, y los que se han quedado al margen, se han percatado de ello, y han iniciado un cambio de discurso hacia el centro. Mas no basta con decir que se es de centro para serlo, sino que hay que plasmarlo en hechos políticos, incluido el tipo de coaliciones en las que entren tras las municipales y autonómicas de este próximo domingo. Por sus hechos, más que por sus palabras, serán juzgados.
Claro que el PP -si es que ha de sobrevivir- no sólo necesita centrarse sino también descentrarse. Su estrepitoso fracaso en las generales -y veremos si en las municipales- en Cataluña y el País Vasco, le debería llevar a repensar cómo enfocar no ya el Estado de las Autonomías, sino en concreto los casos catalán y vasco. No se puede gobernar España sin presencia significativa en esos dos territorios. El PP, para centrarse, deberá modificar su actitud ante los nacionalismos, incluso ante los independentismos, sin por ello ceder en algunos principios, y reconocer a España como una realidad plural, al menos de regiones y nacionalidades, como indica la Constitución que dice defender.
Tras las elecciones municipales, autonómicas en 13 territorios y europeas, si se confirma la investidura de Sánchez, se abre un horizonte de casi cuatro años (salvo en País Vasco, Catalunya y Galicia) sin elecciones, aunque con un juicio que se alargará hasta Estrasburgo. Con esta salvedad, es una oportunidad inmensa, no sólo para Pedro Sánchez desde el Gobierno, sino para el PP desde la oposición, que tendrá que realizar una travesía del desierto hacia ese centro derecha más que perdido, abandonado o quemado. Aunque la renovación en el PP lo ha llenado de más intransigentes casadistas, que tendrán difícil el giro al centro y su credibilidad. El PP de Pablo Casado ha hecho demasiado caso a las encuestas y poco a tendencias profundas que hay en la sociedad española, y junto a Cs, ha dejado desguarnecido el centro sociológico, lo que ha beneficiado al PSOE de Pedro Sánchez. Por su pacto con Vox en Andalucía, por la foto de la Plaza de Colón en Madrid y la posterior campaña, ha pagado un precio que ha sabido aprovechar bien el PSOE.
La entrada de Vox en el sistema ha supuesto un revulsivo, especialmente después del liderazgo blando de Rajoy, que falló con la corrupción, con Cataluña y con la creciente brecha social. Pero hoy en el PP, y en el país, son muchos los que echan en falta a un Rajoy, o alguien más centrado al frente de lo que es aún la primera fuerza en una oposición más compleja que antes. Competir directamente con Vox ha sido un error que ha pagado Pablo Casado. Y ha sido Cs el que ha decidido competir con PP por el liderazgo de la oposición de centroderecha, provocando así un deslizamiento aún mayor hacia más derecha, para desesperación de algunos en la formación naranja.
Cuatro años pueden dar para mucho para centrar y descentrar el PP. Sería pedirle demasiado que se abstenga en la investidura de Pedro Sánchez, aunque sería un gesto de responsabilidad que lo hiciera. Cambiar de actitud en algunos temas demostraría un auténtico viaje al centro, e incluso, eventualmente, colaborar en una reforma de la Constitución que lleva demasiado tiempo pendiente, y que, aunque hoy parezca fuera de alcance de mayorías políticas, es necesaria para mejorar las instituciones, y para encauzar la cuestión catalana, ante la que el PP tiene que realizar su más profundo acto de constricción, reflexión y cambio. Lo necesita el sistema. ¿Podrá? ¿O le llevarán los demonios?