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El PP prefiere votos antes que nasciturus

Rajoy mantiene su viaje a China, mientras gestiona el relevo de Gallardón

José María Calleja

Los derechos innegociables del nasciturus, los principios, la ética, la moral y las buenas costumbres del PP, la encendida promesa electoral a los que se manifestaban en la calle junto con Rouco, con visera, y la cúpula del PP, con pancarta, los valores, el afán de pasar a la historia…, todo eso y mucho más se ha ido por la ventana ante el miedo de perder un montón de votos por aprobar la ley del aborto. Una ley firmada por Gallardón y promovida por Rajoy.

¿Cuántos votos temía perder el PP de haber seguido adelante con la ley del aborto como para haberle dicho a Gallardón que tenía que irse a casa? ¿De qué envergadura era la encuesta que les anunciaba a los del PP un boquete tan inmenso en su bolsa de votos si seguían adelante con tamaña ley? El caso es que el solemne Gallardón, perdón por la redundancia, ha acompasado por una vez sus palabras con la decisión que le han hecho tomar.

Tres fascinantes, dos apasionantes, dos fabulosos, un inconmensurable y un profundamente han coloreado las mentirosas palabras de Gallardón en su despedida. Mentirosas porque hace una semana dijo que no sabía lo que haría y este martes ha dicho que hace una semana habló con Rajoy para preparar la retirada.

La dimisión de Gallardón es un triunfo de todas aquellas mujeres y hombres que se han opuesto frontalmente a un proyecto que nos devolvía al pasado, que recortaba brutalmente los derechos de las mujeres, que establecía que la mujer solo se realizaba (palabra antigua) si era madre.

“Una mujer es madre si ha concebido. Su libertad no consiste en decidir si es madre, pues ya lo es, sino en decidir si va a ser madre de un niño vivo o muerto”, decía el voto particular que el PP presentó en el Congreso por boca de Soraya Sáenz de Santamaría en 2009, tras los trabajos para la reforma de la ley del aborto. Esa vinculación fatal, automática e innegociable al parecer entre ser mujer y ser madre, es la que ahora ha sido derrotada con la retirada del anteproyecto de ley del PP.

En coherencia, Rajoy debería haberse ido también, pues esta ley es suya: se plantea en el Consejo de Ministros que él preside, se airea y se tramita, así en los medios de comunicación como en sus primeros pasos en el Congreso. Bajo su dirección se promueve con su aquiescencia.

Solo se retira la ley cuando se ve que restará demasiados votos en una bolsa menguante por la política llevada a cabo por el PP desde el principio de la legislatura.

No estaba Rouco, con visera, ni ningún dirigente del PP, con pancarta, entre los manifestantes que este fin de semana amenazaban en Madrid al PP con no votarles por traidores a sus promesas electorales respecto del aborto. Estos ultras podrán ahora llamar criminal o asesino a Rajoy, como hicieron a quienes aprobaron la ley vigente, que ya no cambiará el PP. De hecho, Gallardón calificó en su día de violencia de género estructural al aborto.

No es por aguar la fiesta, pero queda aún pendiente la decisión del Tribunal Constitucional que estudia el recurso presentado por el PP contra la ley del gobierno Zapatero. Un trámite que tiene algo de onanista, con perdón, porque el ponente del TC es Carlos Ollero, exdiputado del PP, ex militante del PP, martillo de herejes durante años contra cualquier ley del aborto que no estableciera que había nasciturus desde la primera mirada lasciva entre un hombre y una mujer. Pero eso será otro cantar, en el que ya no estará la tuna de Gallardón.

Esto sí es una crisis de Gobierno y no la salida caducada de Cañete, esto sí es una señal de alarma que certifica el miedo del PP a perder las elecciones. Su decisión de tirar por la ventana al nasciturus, a los principios, a la ética, a la moral, a las buenas costumbres y a las promesas electorales refleja el pánico a perder. Han tirado al propio Gallardón por la borda con tal de seguir en el poder.

Rouco, di algo.

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