La ultraderecha ya estaba, los animales aún no
Los fascistas no han entrado en el Congreso de los Diputados. Ya estaban. El batacazo electoral del PP y la ruidosa entrada de Vox solo significa que los escaños que van a ocupar los xenófobos, los machistas, los torturadores de animales, los escopeteros, los homófobos, los ultranacionalistas del españolismo, los enemigos de la cultura, los que aspiran a cerrar televisiones, son los escaños que ocupaban antes los aznaristas y los aguirristas, padrinos y madrinas de los abascales falsamente triunfalistas y de los casados realmente fracasados.
La ultraderecha estaba contenida en el PP y no ha crecido en votos, solo ha dado tiros al aire convenientemente amplificados. Y las urnas han dicho que los españoles no quieren a la derecha corrupta en el PP y ultraviolenta en Vox. Se pasaron todos ellos de frenada. Los unos, robando sin vergüenza los fondos públicos y desmantelando los servicios públicos para hacer su negocio con la privatización. Los otros, amenazando con pistolas, encargando listas de depuración del feminismo, reclutando toreros. Les salió el tiro por la culata, aunque tendremos que oír su eco desde los escaños que ocupen esos patriotas que llaman “derechita cobarde” a los del 155. Alivia saber que Rufián podrá combatirlos con holgura.
Ahora toca que en esta legislatura Pedro Sánchez haga un pacto de coalición con Unidas Podemos y forme un gobierno realmente de izquierdas que suponga un cambio efectivo y no una edición de neobipartidismo. No debe olvidar lo que Susana Díaz y su desprecio por la izquierda provocó en Andalucía. La posibilidad de pacto con Ciudadanos sería firmar un certificado de defunción socialista. A pesar de que los resultados de Unidas Podemos se han resentido a causa de los errores y las fracturas internas, y a la guerra sucia librada a través de las cloacas del Estado y del periodismo mercenario, una buena campaña electoral y la intervención de Pablo Iglesias en el segundo debate a cuatro demostraron, sin embargo, que él era el candidato de las propuestas y no del espectáculo, del histrionismo y de la confrontación violenta. A Sánchez solo le honrará esta alternativa.
Los que han perdido, una vez más, son los animales. Pacma no ha logrado los dos ansiados escaños que se barajaron, dentro y fuera del partido, durante la campaña electoral para llevar la voz de los animales al Congreso. Ni siquiera ha logrado un escaño, al no llegar al 3% del voto nacional. Ha sido víctima, una vez más, de la injusta ley electoral y su sistema de circunscripciones, pero también ha sido víctima de graves errores internos -que alcanzaron su peor reflejo en las declaraciones sobre el derecho al aborto de su candidato por Barcelona-, víctima de un voto útil guiado por el pavor al trifachito y víctima de una guerra sucia que se libró en las redes y llegó a los medios con la bomba fétida lanzada a cuatro días de las elecciones por una ex dirigente que no fue capaz después de dar pruebas contundentes de las acusaciones que vertió sobre la cúpula del partido. El daño está hecho.
Una vez más, los animales han sido los perdedores, lo que significa más explotación y más violencia para ellos. El PSOE no se plantea acabar con la cultura criminal de la tauromaquia ni con las prácticas salvajes de la caza, ni mucho menos con el sufrimiento y la muerte de los animales en granjas y mataderos. La única posibilidad, pues, que existe ahora para su defensa parlamentaria es que Unidas Podemos demuestre la altura moral que no ha demostrado ni en su tibio programa electoral ni en una campaña en la que los animales han sido una referencia menor, como la que hizo Pablo Iglesias en el último debate, reduciendo la barbarie de los toros a un simple guiño al antitaurinismo. Solo cabe ahora confiar en que ese gobierno de coalición que merece esta España que ha dado a filotoreros y cazadores los escaños que tenían quienes los blindaron antes, entienda que el tiempo de los derechos animales es impostergable. Dijo Pedro Sánchez en el balcón de Ferraz que no quiere involución sino mirar al futuro. Y no hay futuro posible, ni cultura digna, ni paz, si se olvida esta justicia pendiente.