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La ultraderecha y las mujeres

Una manifestante porta una pancarta dónde se puede leer "Gallardo escucha nuestro latido" en referencia al vicepresidente de Castilla y León

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No voy a hablar de Tamames, ese señor que, parafraseando a la gran Concha Piquer, tiene mucha vocación de servicio a España pero si no gana dinero, no se divierte. Lo traigo a colación porque fue en la moción de censura que protagonizó donde Santiago Abascal dijo “en mi casa manda mi mujer” como prueba evidente, y punto en boca, de que no solo no odia a las mujeres, sino que se somete a sus dictados de puertas para adentro.

Una, que por profesión y vocación está acostumbrada a hacer asociaciones de ideas, se acordó inmediatamente de Alena Kate Pettitt, fundadora de la plataforma online The Darling Academy y una de las líderes del movimiento #tradwives, que defiende el rol tradicional de la mujer ama de casa al servicio del hogar, el marido y los hijos. Alena, desconocida en España pero influencer que mueve masas y grandes cantidades de dinero en Reino Unido, se define como “la CEO de mi hogar”, una genial evolución digital y “estartapera” de la rancia frase pronunciada por el líder de Vox.

Las #tradwives que comandan mujeres como Alena Kate Pettitt están muy lejos de las amas de casa de generaciones anteriores. Para ellas, quedarse en casa no era una elección y sí, muchas veces, una condena. Las madres y abuelas de clase media y obrera que se han ocupado tradicionalmente del trabajo doméstico y los cuidados de niños y personas dependientes lo hacían en condiciones de invisibilidad, precariedad y falta de reconocimiento. Las autodenominadas CEOs de su hogar son instagramers y tiktokeras expertas, maquilladas y peinadas de la mañana a la noche, grandes decoradoras de interiores y con una suculenta asignación mensual proveniente de un marido bien situado.

No es casual que el movimiento tradwife se haya expandido en Reino Unido y EEUU ligado a los grupos supremacistas blancos y la alt-right. El ideario misógino de estos grupos, con un gran apoyo entre los incel, no fue un problema hasta que se asumió que las mujeres también votaban. En 2016, el nacionalista sueco Marcus Follin protagonizó un video titulado ·“La cuestión de las mujeres” con consejos para reducir la misoginia y estrategias para atraer a más mujeres a su causa nacionalista blanca. “Puede que no me guste que las mujeres tengan derecho a votar, pero se trata de obtener una victoria política a largo plazo”, decía entonces Follin. 

Había que reclutar mujeres, y en plena efervescencia del movimiento feminista se introdujo la figura de la mujer atacada por el feminismo. Costó, pero cuajó. ¿Por qué algo abiertamente misógino atrae a algunas mujeres? La situación de incertidumbre laboral y vital de muchas mujeres y el hecho de que el feminismo ponga a veces el foco en el problema y no en una solución única hace que algunas mujeres se sientan frustradas. En el centro está la idea, nunca suficientemente rebatida, de que la felicidad de la mujer está ligada a un paquete que no acaba de caducar y que incluye feminidad, maternidad y cuidados. De ahí la versión cañí de Abascal y Vox, la mujer que manda en casa, que debe tener al menos 2,1 hijos, a ser posible blancos, y cuyo ideal se mueve entre Isabel la Católica y Georgina Rodríguez.

Louise Bourgeois dijo una vez que la casa era una trampa para la mujer. Y Virginia Woolf acuñó la expresión “matar al ángel del hogar” en su libro Profesiones para las mujeres. Ella abogaba por la idea revolucionaria de que no fueran las mujeres las que se ocuparan de las tareas domésticas y de los cuidados. La constatación de que tener esa obligación ahoga cualquier vida libre y creativa fue una de sus legados. “Dar muerte al Ángel del hogar formaba parte del trabajo de las escritoras”. Dar muerte al ángel del hogar es tarea de todas las mujeres.

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