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Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

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Nueve años de Vox

Archivo - Santiago Abascal y Macarena Olona en un mitin de la campaña de Vox previo a las elecciones andaluzas del 19 de junio de 2022
2 de noviembre de 2022 22:44 h

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El próximo 17 de diciembre se cumplirán nueve años desde la fundación de Vox como un partido creado por antiguos dirigentes ligados al ala más derechista del PP.

Seguramente, su noveno aniversario no será como había imaginado esta formación ultraderechista antes de que se produjera su pinchazo en las recientes elecciones andaluzas. Cabe pensar que, hasta el pasado 19 de junio, Vox contemplaba acabar 2022 como una incontestable fuerza política en ascenso y que exhibiría como gran triunfo político no solo su entrada en el gobierno regional de Castilla y León, sino también en el de Andalucía.

Así, es probable que Vox se estuviera preparando para utilizar su noveno aniversario como pistoletazo de salida para la carrera electoral de 2023, con la primera parada en los comicios regionales y autonómicos de mayo, y la segunda, en las elecciones generales de otoño. Un aniversario que, desde ese planteamiento, también podría vender como preámbulo del broche final que llegaría en el décimo aniversario del partido, con Santiago Abascal como flamante vicepresidente del gobierno de España.

Nuevo partido emergente… en crisis

Sin embargo, este guion no encaja con el momento actual, ni resulta creíble. Vox aparece ahora como una fuerza política emergente en crisis. Una crisis que comenzó después de que se vieran frustradas sus expectativas de crecimiento electoral para entrar en el nuevo gobierno andaluz de Juan Manuel Moreno Bonilla y, como consecuencia de ello, se quebrara la paz dentro del partido. En pocos meses, Vox ha pasado de acaparar titulares y portadas por sus éxitos electorales a hacerlo por sus desavenencias internas y por la pérdida de influencia política. Incluso se llega a comparar la situación de Vox con la vivida por Ciudadanos al comienzo de su crisis (ver aquí).

A ello se suma también el riesgo de escisión interna, tras la salida de quien hasta hace poco fuera su candidata estrella para conquistar Andalucía y una de las caras más conocidas del partido, Macarena Olona. Un riesgo de escisión muy real, después de que Olona haya anunciado que tiene un nuevo proyecto político y haya dejado caer que éste podría servirle de lanzadera de cara a la presentación de su candidatura en las elecciones generales del próximo año.

De hecho, Olona ya ha expresado públicamente su intención de ser el recambio de Vox en el caso de que, en los próximos comicios regionales y locales, se ponga de manifiesto la pérdida de apoyo de este partido. Y no parece que Olona vaya a permanecer sentada esperando el desenlace electoral, sino que tratará activamente de captar a militantes y votantes descontentos con la dirección de Abascal en un momento marcado por el aumento de voces críticas y las acusaciones de falta de democracia interna en Vox.

Consciente de la delicada situación en la que se encuentra ahora su partido, el líder de Vox ha optado por hacer una reestructuración orgánica a modo de cortafuegos, nombrando a nuevos dirigentes en puestos clave, como a Ignacio Garriga al frente de la secretaría general del partido, en sustitución de Ortega Smith. Abascal es consciente de que Vox necesita recuperar impulso político para que no termine por ser cuestionado su propio liderazgo interno.

Vox y las expectativas electorales

No obstante, el principal desafío al que se enfrenta Vox es frenar su retroceso demoscópico. Desde julio, y aunque con altibajos, este partido cotiza a la baja en los sondeos en comparación con los resultados alcanzados en las elecciones generales de noviembre de 2019, en las que se convirtió en la tercera fuerza en el Congreso con el 15,1% del voto válido (casi 3,7 millones de votos) y 52 escaños. De acuerdo con la última estimación de voto publicada (octubre) por el CIS, Vox vería ahora reducir sus apoyos electorales por debajo del 9%. Otra encuesta realizada recientemente por la empresa demoscópica Simple Lógica sitúa ese nivel de apoyos en torno al 13% (ver más detalles aquí).

Vox es un partido encumbrado por las expectativas creadas, y ahora es víctima de éstas. Hay que recordar que Vox no consiguió representación política hasta cinco años después de su irrupción. Intentó, sin éxito, su entrada en las instituciones con la presentación de listas electorales en las elecciones europeas de 2014, en las autonómicas y locales de 2015, y en las generales de 2015 y 2016. La candidatura de Abascal en las generales de diciembre de 2015 y de junio de 2016 se saldó con un estrepitoso fracaso, al obtener un exiguo 0,2% del voto válido (menos de 60.000 votos).

En realidad no fue hasta el otoño de 2018 cuando comenzó a ponerse el foco de atención mediática y política en esta formación. A principios de octubre de ese año VOX acaparó numerosos titulares y portadas tras haber congregado a más de 10.000 personas en un mitin en Madrid en el que hizo su puesta de largo con eslóganes al más puro estilo Trump, como “los españoles, primero” o “juntos haremos a España grande otra vez”.

Una vez proyectada su imagen como fuerza política al alza, llegaría poco después su primer triunfo electoral, en las elecciones andaluzas celebradas en diciembre de 2018. Desde entonces hasta las recientes elecciones andaluzas, un ingrediente que ha utilizado Vox con éxito como parte de su estrategia electoral es el de proyectar la imagen de fuerza política ganadora y con capacidad de un mayor crecimiento al pronosticado por los sondeos. Ahora, por el contrario, a Vox le puede perjudicar aparecer como un partido en declive demoscópico.

¿Sólida base electoral?

Una de las dificultades a las que se enfrentan los nuevos partidos es fidelizar a sus votantes. Hasta hace pocos meses, Vox destacaba por tener un alto porcentaje de electorado fiel. El pasado mayo, de acuerdo con los datos del CIS, casi el 78% de los electores que habían votado a esta formación en las últimas elecciones generales de 2019 declaraba su intención de volver a hacerlo. En octubre, y siguiendo los datos del CIS, Vox ha visto cómo ese porcentaje de electores fieles se ha reducido en más de diez puntos porcentuales, hasta caer al 67%.

Los votantes desencantados con Vox parecen irse, o mejor dicho, volver al PP. Casi un 23% de los electores que optaron por la formación ultraderechista en noviembre de 2019 lo harían ahora por el PP si se convocaran elecciones generales.

Por otra parte, se observa que, por criterios sociodemográficos y de identificación ideológica del electorado, el retroceso que ha sufrido Vox en los últimos meses es generalizado en todos los segmentos en los que, en estos años, ha encontrado mayor apoyo (votantes hombres, de derechas, de clase alta, jóvenes y de ocupaciones ligadas a los cuerpos policiales y al Ejército).

¿Qué cabe esperar a partir de ahora?

La fórmula que ha empleado Vox para cimentar su éxito electoral desde 2018 parece estar llegando a su fin.

Esta formación aprovechó la oportunidad para erigirse como nueva fuerza política emergente y anti-establishment tras la efervescencia de Podemos y Ciudadanos. Pero cuatros años después, y ante el riesgo de sufrir una escisión interna por luchas de poder, Vox parece un partido tan tradicional como el resto. Desde que se inició, en 2015, el ciclo de la nueva política, lo nuevo envejece de forma rápida y se busca continuamente la novedad. Y ahora es Olona la que, desde su mismo campo ideológico, puede arrebatarle a Vox la bandera de nueva opción política anti-establishment.

Por otra parte, los resultados de las últimas elecciones andaluzas parecen haber descolocado a Abascal en su relación con el PP. Quizás la dirección de Vox no creyó que la estrategia de Moreno Bonilla de apelar al voto útil y al miedo para frenarles a ellos fuera a darle tan buenos resultados. Tampoco parecían estar preparados para que Feijóo, al contrario de lo que hizo Pablo Casado, optara por ignorarles y ningunearles. Algo que ha contribuido a restar protagonismo a Vox, mientras Abascal trata de recomponer su posición en el tablero de la derecha.

Asimismo, el actual contexto marcado por las consecuencias de la guerra en Ucrania no es el más propicio para Vox. Hasta ahora, esta formación ha obtenido rédito de la utilización política de las cuestiones identitarias y simbólicas que apelan a las emociones a través de un discurso agresivo, plagado muchas veces de insultos a sus rivales políticos. Un discurso que también le ha servido para lograr una gran visibilidad y notoriedad públicas, al acaparar muchos titulares y comentarios tanto en los medios de comunicación convencionales, como en las redes sociales. No obstante, en un momento como el actual, de gran incertidumbre y dificultades económicas, es posible que a una parte de su electorado le resulte excesivamente estridente ese discurso.

De este modo, Vox puede encontrarse con que todos los factores que le han servido para crecer electoralmente, se vuelvan ahora en su contra. En todo caso, no se puede subestimar su capacidad de readaptación.

Mientras tanto, el PP seguirá muy de cerca la evolución demoscópica de Vox, calculando hasta qué punto le puede convenir o no dar oxígeno a esta formación como el único aliado potencial que tiene en la derecha para formar gobierno, una vez que, a un año de las elecciones generales, los sondeos apuntan a que la mayoría absoluta no está al alcance de ningún partido y Ciudadanos podría quedarse sin representación parlamentaria.

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