Fernández Marugán: un ejemplo de altura parlamentaria, política y moral
Tuve con Paco Fernández Marugán una estrecha convivencia y colaboración en el seno del Grupo Socialista del Congreso de los Diputados durante varias legislaturas. Siempre le vi como un hombre muy convencido de sus ideales de partido, un diputado veterano (1982-2011) muy trabajador y, a la vez, una persona alejada de pretensiones de ascender en los escalafones, algo tan común en la vida política. Fue miembro de la Dirección del Grupo Parlamentario, y como tal pude observar su buena cabeza económica y sus valores centrados en los derechos humanos y las libertades de los y las ciudadanos.
Me gustaría recordar dos hechos que expresaron lo que fueron las ideas y el talante de Fernández Marugán, fallecido este martes a los 79 años. Lo hago para que la apreciación de su valor no se quede en valoraciones genéricas sobre su forma de ser, cuando lamentamos su desaparición.
En la primera legislatura como presidente del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, tuve el honor de ser portavoz del grupo parlamentario socialista. En un periodo en el que ya no había mayorías absolutas, conseguir la aprobación de los Presupuestos por las Cámaras era un objetivo político absolutamente esencial y una labor prioritaria del grupo que sustentaba al gobierno. Paco Fernández Marugán era la persona responsable de la gestión práctica del procedimiento presupuestario en el Congreso para conseguir unas cuentas del Estado que atravesasen limpiamente, sin fracasos, las miles de votaciones que, durante toda una semana, se producen en el Congreso. Los acuerdos políticos con los diversos grupos desembocaban en un número enorme de enmiendas que, a favor o en contra, tenía que votar el Parlamento.
Pues bien, gracias a la eficaz labor negociadora de la Dirección del Grupo Socialista, y en su interior el trabajo esforzado de Francisco Fernández Marugán, no se perdió una sola votación en las sesiones de debate sobre los Presupuestos Generales del Estado de la segunda mitad de la primera legislatura del presidente Zapatero. Sin Fernández Marugán vigilando cada votación, dudo que eso hubiese sido posible. Y es importante subrayarlo para quienes conocen la gran dificultad que implica llegar a buen puerto en una aprobación parlamentaria de los Presupuestos Generales del Estado, que es la pieza legislativa más compleja y difícil del Estado.
Hay otro hecho destacado que viví, junto a Francisco Fernández Marugán, en su segunda época política, cuando fue Defensor del Pueblo interino (2017/2021). En febrero de 2019, la Asociación pro Derechos Humanos de España me pidió que emitiera un dictamen sobre la constitucionalidad de un nuevo artículo 58 bis a la Ley Orgánica 5/1985 del Régimen Electoral General. La Asociación pro Derechos Humanos consideraba, con razón, que ese añadido contradecía el derecho al consentimiento en los tratamientos de datos de carácter personal, al permitir a los partidos políticos recopilarlos y utilizarlos para su actividad. El dictamen corroboró esa iniciativa, considerando inconstitucional la modificación de la ley electoral.
El entonces defensor del pueblo interino Francisco Fernández Marugán asumió el contenido del dictamen que le presentó la asociación Pro Derechos Humanos. Así, presentó un recurso de inconstitucionalidad contra el citado artículo 58 bis de la Ley Electoral ante el Tribunal Constitucional. Algo poco usual en la historia del defensor del pueblo.
El recurso del defensor fue acogido positivamente por el Tribunal Constitucional. En una sentencia de 29 de mayo de 2019, cuyo ponente fue su actual presidente Cándido Conde-Pumpido, el pleno del Tribunal Constitucional, por unanimidad, declaró que era inconstitucional, por falta de garantías legales, que los partidos políticos puedan reunir datos relativos a opiniones políticas de los ciudadanos. El tribunal anuló el mencionado precepto 58 bis de la Ley del Régimen electoral general.
Los dos hechos que he relatado, por mi cercanía a ellos y por el protagonismo que en ellos mismos tuvo Francisco Fernández Marugán, son solo un ejemplo de su altura parlamentaria, política y moral. Y que hace que hoy, tras su triste desaparición, lo recordemos como el gran diputado y Defensor del Pueblo que fue y el gran amigo que tuve la suerte de tener durante mucho tiempo.
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