En materia de conspiraciones, rechace imitaciones y siga a Díaz Ayuso
Ante la duda, regreso al punto de partida. No, ante la duda, no. Dudar es propio de mentes rendidas a la pérfida influencia de Pedro Sánchez, el demonio que maquina la desaparición de España. En el universo mental de Isabel Díaz Ayuso, todos los días son parte de una guerra interminable contra ese enemigo diabólico. Todo lo demás, incluido el derecho constitucional a la sanidad, es ruido, un mar de fondo que solo preocupa a los flojos como Feijóo.
La manifestación del domingo en Madrid a favor de la sanidad pública fue un éxito de convocatoria –200.000 asistentes, según la Delegación del Gobierno–, pero por sí sola no es una moción de censura contra Díaz Ayuso. Los gobiernos siempre pueden corregir el rumbo, admitir el malestar popular que promueve este tipo de concentraciones o prometer una mayor inversión pública en ciertos sectores. Y con eso van tirando.
En el caso de la Atención Primaria, los artículos que denuncian la falta de recursos y profesionales han sido numerosos en los medios de comunicación, también en algunos que siempre han apoyado a Ayuso. Así que el Gobierno madrileño contaba al menos con la posibilidad de ofrecer alternativas a la poco alentadora situación actual.
Díaz Ayuso prefirió sacar una vez más el lanzallamas. La suya es una forma fundamentalista de hacer política: no se le reconoce nada al adversario, no sólo ya por su maldad intrínseca, sino porque hacerlo da imagen de debilidad. En un desayuno informativo el lunes, definió la manifestación como una especie de asunto interno de la izquierda, un duelo que beneficia a la “ultraizquierda” –se refería a Más Madrid y Podemos–, frente al PSOE.
Insultar a los manifestantes, al considerarlos peones de una contienda decidida por otros, es una extraña forma de tener en cuenta sus reivindicaciones.
La presidenta madrileña afirmó que van a seguir negociando con los médicos “lo que haga falta”. Sobre la caótica reapertura de las urgencias extrahospitalarias, varias de ellas sin médico a cargo, comentó que “no son centros para urgencias que revistan gravedad”. Eso es algo que la mayoría de los pacientes sabe por su experiencia sin haber estudiado medicina. Es solo que cuando van a un centro sanitario, tienen la extravagante pretensión de ser atendidos por un médico.
Ayuso inició el acto del Club Siglo XXI con un discurso con el que dejar claro que ella es una de las líderes nacionales del PP, aunque tenga que ocuparse de asuntos menores. Dentro de su cabeza, están ocurriendo cosas espectaculares. Para entender “lo que ocurre hoy en nuestra nación”, dijo y aquí la palabra clave es hoy, es necesario remontarse al día en que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco. A partir de ahí, citó una serie de hechos posteriores que armarían una supuesta gran conspiración para acabar con España en la que estarían implicados socialistas, nacionalistas y terroristas.
En una especie de Monopoly del terror, del asesinato de Blanco se salta al Pacto de Estella (un acuerdo de partidos nacionalistas vascos con el objetivo fallido de iniciar una negociación que hiciera posible el fin de ETA), luego al Pacto del Tinell (que originó el Gobierno catalán del tripartito con PSC, ERC e Iniciativa), a la “sorprendente” victoria de Zapatero en las elecciones de 2004, a la “firma de un cheque en blanco (de Zapatero) a los nacionalistas para un Estatuto de Cataluña sin que las altas instituciones del Estado tuvieran nada que decir” (falso, ese Estatut fue alterado por una sentencia del Tribunal Constitucional que sí tenía algo que decir) y finalmente el drama ha adquirido tintes aún peores con Pedro Sánchez.
España sería como una de esas atracciones terroríficas en los parques de atracciones donde te dan un susto en cada esquina. En el mismo espacio te pueden ir apareciendo Drácula, Frankenstein, la momia, el hombre lobo y Freddy Kruger como elemento más moderno. Lo raro es que todos los españoles no tengan el pelo blanco después de ese espanto constante de los últimos 25 años.
Esa conspiración no conoce límites. Tampoco geográficos. Ayuso contó que después de la caída del Muro de Berlín y el fin de la URSS, “el totalitarismo se rearma ideológicamente”. ¿Cómo lo hace? Seguro que el Partido Comunista Chino tiene algo que ver con esto. Pues no, es gracias a la fundación de la “alianza bolivariana ALBA” en 2004.
La idea de que una alianza izquierdista latinoamericana –en general, en países con una renta per cápita bastante escasa– pueda empujar a la política europea hacia el comunismo es difícil de creer, por decirlo de forma elegante.
El periodista de El Mundo que se ocupaba de moderar el acto no le preguntó qué pruebas tenía para hacer esas declaraciones tan alarmantes. Pero no podía preguntar algo así si se las había creído. Por eso, le planteó si no pensaba que la sociedad española está “narcotizada”. Ah, la culpa es de la gente que no ha salido a la calle con un cuchillo entre los dientes para impedir ese futuro tan siniestro.
Es curioso que a pesar de que uno de los objetivos de Sánchez es “desmembrar a España como nación”, los resultados sean tan magros. No ha habido otro referéndum en Catalunya como el de 2017 y Junts acaba de dar un portazo al Gobierno de coalición en las narices de Esquerra dinamitando la unidad de acción independentista.
Como genio del mal, Sánchez resulta un poco limitado. No llega a la altura de los supervillanos de las películas de 007 y se queda como mucho a la altura de Megamind.
Díaz Ayuso no lo cree así. Está convencida de que la estrategia de Sánchez consiste en crear una “república federal laica de facto”. No está clara la utilidad de la expresión 'de facto' en este contexto. ¿Quiere decir que España será una monarquía y una república al mismo tiempo, siendo 'de facto' la segunda?
Lo de laica tiene el punto gracioso que se puede relacionar con la ya legendaria promesa socialista de denunciar el concordato con la Santa Sede y negociar uno nuevo, aspiración nunca cumplida y que tampoco verá la luz en esta legislatura.
Fuera de esta conspiración que haría las delicias de Alex Jones e Iker Jiménez, el mundo real es menos excitante. Una encuesta encargada por el sindicato de enfermería Satse indica que el 47% de los españoles cree que la sanidad pública ha empeorado después de la pandemia (el 33% dice que sigue igual). El 86% afirma que no se están cumpliendo las promesas hechas por los gobiernos para mejorar ese servicio público. Eso es bastante obvio si la gente tiene que esperar dos semanas para tener cita con su médico de cabecera.
Los ciudadanos ya no se creen que la española sea la mejor sanidad pública del mundo o de Europa, como les gusta decir a algunos políticos, entre ellos Ayuso. Dan una puntuación de 5,3 sobre diez a la atención sanitaria que están recibiendo ahora, una nota que no es ciertamente deslumbrante.
Eso sí que es horrible para una población acostumbrada a mejores servicios públicos. Mucho peor que las historias de terror que cuenta Díaz Ayuso a sus seguidores. Estas al menos tienen un final feliz, aunque Ayuso se niegue a admitirlo. Todos los días España está a punto de caer en la desmembración y la vergüenza, y al día siguiente ahí sigue tan ricamente. Pero no se engañen. El comunismo está a punto de devorarnos. Lo dice una voz en la cabeza de Ayuso.
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