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Opinión - Ir al grano. Por Rosa María Artal

Sánchez y Díaz se revuelven contra los bulos de Feijóo y sus alianzas con la extrema derecha en el fin de campaña

Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo, Yolanda Díaz y Santiago Abascal

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Bulos, censura, datos retorcidos, teorías de la conspiración, acuerdos con la extrema derecha. Y esa foto con Marcial Dorado que no la querría ningún candidato. La campaña electoral que ha terminado este viernes ha sentado las bases de lo que puede llegar a España a partir del 23J. ¿Por qué? Porque PP y Vox han jalonado las semanas previas con acuerdos de gobierno en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos y han ido aplicando decisiones que pasan por recortar libertades: películas, obras de teatro, concentraciones contra la violencia machista y banderas LGTBi ya están en el punto de mira de muchas localidades españolas. Y en ese contexto, tanto Pedro Sánchez como Yolanda Díaz se han revuelto contra los bulos del candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo y sus alianzas con la ultraderecha, además de intentar defender los logros de un Gobierno de coalición que aspiran a reeditar frente al PP y Vox que no han presentado ninguna propuesta de futuro más allá de “derogar el sanchismo”.

El escenario que alumbran mayoritariamente las encuestas es el de la coalición entre PP y Vox, si bien en las últimas horas dentro del campo progresista han estado circulando mensajes optimistas en oposición a un escenario que podría suponer la mayor acumulación de poder político de la derecha y la ultraderecha desde la recuperación democrática tras la dictadura, entre capitales de provincia, gobiernos autonómicos y el Ejecutivo central. Y eso significaría, a falta de lo que terminen diciendo las urnas este domingo, que España está viviendo un cambio de ciclo con respecto a 2019, cuando se fraguó el Gobierno de coalición PSOE-UP con la mayoría de investidura sustentada en partidos como ERC, PNV y EH Bildu: ya en 2021 las derechas mostraron su músculo en Andalucía, Castilla y León y Madrid, algo que se vio ratificado el pasado 28 de mayo, cuando consiguieron el vuelco en algunas regiones y ayuntamientos gracias a los pactos entre PP y Vox.

Ahora bien, si el ciclo de diciembre 2015 llevó a una repetición electoral en junio de 2016, y las elecciones de abril de 2019 se repitieron en noviembre de ese mismo año, hay en los partidos quienes no descartan que las elecciones del 23J lleven a una nueva repetición por la posibilidad de un bloqueo que sólo podría superarse con una abstención de alguno de los grandes partidos, como la que decidió el PSOE en otoño de 2016 tras destituir a Sánchez.

La campaña ha sido particularmente ciclotímica, y ha ido por barrios: si bien arrancó con la derecha propulsada por su triunfo el 28M, el acuerdo entre Sumar y Podemos por un lado –una histórica alianza de una quincena de formaciones pendiente de ver cómo se desarrolla tras el domingo, y que ha estado marcada en campaña por la exclusión de Irene Montero de las listas–, y las actuaciones de Sánchez en los medios de menos a más, hasta el momento dulce de El Hormiguero, elevó la moral en el lado progresista. Pero pronto volvieron a girar las tornas a raíz del embarrado cara a cara, en el que el candidato socialista se desenvolvió peor que el líder del PP.

A partir de ahí, el ánimo del bloque progresista se resintió hasta la entrevista de Feijóo en La Hora de La 1, de TVE, cuando la periodista Silvia Intxaurrondo desnudó las inexactitudes, medias verdades y bulos enteros del líder popular, a quien, además, le volvían los fantasmas de su foto con Marcial Dorado en el último tramo de campaña.

El propio Sánchez reconocía este viernes en el cierre de campaña: “Nos caimos y nos levantamos, y pedaleamos contrarreloj, y cruzamos todas las metas volantes, y subimos todos los puertos inimaginables y nos quedan unos metros para llegar al sprint final. Vamos a ganar las elecciones, y las vamos a ganar rotundamente”.

Pero Feijóo no se ha desviado de su camino en toda la campaña: aquel que aparece en una foto con crema solar en la espalda junto al narcotraficante, decidió que era buena idea en una de sus últimas actuaciones hablar del “maquillaje” de Yolanda Díaz para desacreditar unos datos del paro históricos en España.

El mismo Feijóo que había calificado de “divorcio duro” la sentencia por violencia psíquica habitual del dirigente de Vox Carlos Flores con el que pactó el PP para gobernar la Comunidad Valenciana.

“Derogar el 'sanchismo” como proyecto de país

La campaña ha sido en muchos sentidos un continuo con respecto a la del 28M y los meses anteriores: hasta el último minuto el líder del PP ha hablado de sanchismo, un plebiscito sobre la persona del presidente a celebrar el 23J. El sanchismo como concepto para erosionar al Gobierno de coalición, en el que cada votante le da un significado pero que resume una voluntad de cambio representada en PP y Vox. “Dentro de tres días el sanchismo será historia”, ha dicho Feijóo: “Y tenemos que recuperar ese PSOE con el que pactábamos cuando las cosas se ponían difíciles en España. Queremos salir del sanchismo”. Feijóo, en el último acto de campaña, también ha querido vincular la pulsión de cambio que él dice representar con la que llevó a Adolfo Suárez, a Felipe González y a José María Aznar y Mariano Rajoy a La Moncloa.

Y lo hace mientras Abascal, su aliado potencial de Gobierno y real en comunidades y ayuntamientos, pone vídeos de los ultras italianos, húngaros y polacos, Giorgia Meloni, Viktor Orbán y Mateusz Morawiezcki, respectivamente, en su cierre de campaña. Y lo hace mientras dice que en el PP enseñan “a gobernar si se gana” y habla de “champions trucada porque no quieren dejar gobernar a quien gana”, a pesar de lo que acaba de hacer en Extremadura; y dice que no coincidirá en las votaciones con EH Bildu, si bien votaron los dos en contra de la reforma laboral, por ejemplo; el mismo en que el PP renunciaba a presidir las comisiones del Ayuntamiento de Vitoria que se había repartido con EH Bildu.

El líder del PP ha abundado en el cierre de campaña: “Sabré irme. La política es una vocación de servicio público, y el servicio público tienen un desarrollo y un final. Seré ligero en el paso para irme. De la misma forma que me fui de Galicia, me iré de España en el momento oportuno para dejar paso a otro compañero o compañera”.

“Sé lo que tengo que hacer y os aseguro que lo voy a hacer”, ha cerrado Feijóo sin detallar su proyecto de país más allá de “derogar el sanchismo”. Eso sí, Feijóo, que mantiene en secreto su lista de ministrables más allá de algunos datos poco significativos, ha mencionado en el cierre de A Coruña a dos de los componentes de las listas. La exconselleira Rosa Quintana, de quien ha dicho que “sabe mucho de pesca” y que ha dejado el Gobierno gallego para saltar a las listas del 23J y acompañar a Feijóo. También ha mencionado expresamente a Francisco Conde López, quien fuera vicepresidente primero con el hoy candidato y que también ha dado el salto al Congreso. Por último, Feijóo ha citado a Pedro Puy, veterano portavoz parlamentario de su partido en Galicia durante sus mandatos.

Ya el 28 de mayo se jugó en clave plebiscitaria sobre el sanchismo: ganaron PP y Vox, y está por ver si las izquierdas son capaces de darle la vuelta este 23 de julio. Lo que intentan las derechas es imponer un marco simplificador, que evite la discusión o deliberación sobre políticas públicas concretas o sobre un proyecto de país. Un marco que es nacionalista, incluso con las políticas climáticas y con la Constitución, que la identifican con ser español.

De esta manera, el marco del sanchismo recoge el descontento en torno a la figura del presidente del Gobierno, e incluye discursos de odio y de deslegitimación del Gobierno por las posiciones radicales de los socios de Sánchez. Así, hasta el último día Feijóo ha opuesto el partido sanchista al partido socialista, en el sentido de el PSOE ya no sería el PSOE, sino un PSOE que gobierna con Podemos y tiene como socios a “golpistas y filoetarras”.

Ese relato que tan bien le ha funcionado a las derechas el 28M y que parece allanar el camino para el 23J, sin embargo, ha sufrido interferencias que pueden resultar decisivas.

Por ejemplo, la traición a la palabra dada en Extremadura para arrebatar un gobierno regional a la lista más votada (del PSOE) de la mano de la extrema derecha. El acuerdo rápido para el reparto del Gobierno de la Comunidad Valenciana parecía prever una cascada de acuerdos entre PP y Vox. Pero no fue así, en particular por las resistencias de la líder del PP en Extremadura.

María Guardiola dijo lo siguiente: “Yo no puedo dejar entrar en gobierno a quienes niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI”.

Era 21 de junio, habían pasado tres semanas desde el 28M y se estaba a un mes del 23J, y la representante del PP en Extremadura planteaba una posición contradictoria con la expresada por Alberto Núñez Feijóo en los ayuntamientos constituidos el 17 de junio y, también, con lo que se acababa de hacer en Valencia.

Pero la posición de Guardiola, que llenaba de argumentos a la izquierda, mostraba contradicciones en el PP y generaba ruido entre la derecha tradicional y la extrema derecha, tenía fecha de caducidad: apenas se mantuvo durante cinco días, cuando Guardiola empezó a virar hasta llegar a la investidura del 14 de julio con Vox en el Gobierno.

Fueron días en los que el PP de Feijóo dejó atrás los tiempos en los que el líder conservador ni siquiera asistió a la toma de posesión de Mañueco en Castilla y León, y en los que el presidente del PP terminó reconociendo que, si necesita sus apoyos para llegar a la Moncloa, cogobernará con la extrema derecha tras el 23J.

Una extrema derecha que no tiene ningún complejo, ni en España ni en Europa. “Estoy convencida de que el resultado del 23 de julio puede contribuir a marcar un cambio de rumbo, también en la política de Europa”, señaló en un acto de Vox la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en el que participó de forma telemática. Pero no es la única ultra que ha mostrado su apoyo a Abascal, también lo ha hecho el primer ministro polaco y húngaro, Mateusz Morawiecki y Víktor Orban. En el cierre de campaña de este viernes, Vox también ha emitido vídeos de partidos afines latinoamericanos que han reivindicado el Foro de Madrid –ultraconservador– frente al de Sao Paulo y el Grupo de Puebla –progresistas– y europeos, como los ultras portugueses de Chega, por ejemplo, y el líder de la extrema derecha chilena José Antonio Kast.

Meloni es la líder del partido ultra Fratelli D'Italia, además de presidenta de ECR (el partido de los Conservadores europeos), familia política que engloba al partido de Abascal, además de al partido gobernante polaco (los ultras de PiS, con los que Vox mantiene unas relaciones aún estrechas que con sus aliados italianos) o los búlgaros de IMRO, cuyo eurodiputado Angel Dzhambazki fue sancionado en el Parlamento Europeo por hacer el saludo fascista en el pleno de Estrasburgo.

“Es crucial que el 23 de julio se establezca una alternativa patriótica conservadora, en la que Vox juegue un papel protagonista y decisivo en la formación del nuevo gobierno nacional”, clamó Meloni, quien recordó los avances de la extrema derecha en Europa en los últimos años: “Ha llegado el tiempo de los patriotas. En Italia, como en Finlandia, Suecia, Polonia y la República Checa, hemos demostrado que los patriotas podemos gobernar y contribuir al aumento de la prosperidad de su gente”.

La UE es, fundamentalmente, lo que decidan 27 gobiernos en esa mesa presidida por Charles Michel. Y de esa mesa se ha ido recientemente la sueca Magdalena Andersson y la finlandesa Sanna Marin, derrotadas por partidos conservadores aliados con la extrema derecha. Y a esa mesa también ha llegado Giorgia Meloni al frente de Italia, país del G7 y uno de los grandes europeos, en lugar de Mario Draghi, apoyado por socialdemócratas.

Traición a la palabra y bulos: “Si os miento, os pido que me echéis del partido”

Alberto Núñez Feijóo ha intentado levantar la bandera de la “verdad” como parte de su estrategia contra el llamado “sanchismo”. Hasta tal punto lo ha hecho, que en un acto ha dicho a sus militantes que le echen del partido s miente. Eso sí, lo ha dicho mientras regaba su campaña de medias verdades, bulos y datos retorcidos.

El primer hito fue el cara a cara con Pedro Sánchez, que el presidente del Gobierno no fue capaz de rebatir, lo cual se tradujo en euforia popular y estado de ánimo depresivo en el campo progresista. El segundo, su paso por Onda Cero, con Carlos Alsina.

Pero donde peor lo pasó fue en La Hora de La 1, de TVE, cuando Silvia Intxaurrondo le puso, de manera firme, frente al espejo de unas imprecisiones ante las que el líder del PP respondió de malas maneras. Pero tardó 48 horas en reconocer que él estaba equivocado y que la periodista tenía razón.

En efecto, en contra de lo dicho por Feijóo, la mayoría de las pensiones españolas perdieron poder adquisitivo entre 2012 y 2018, los siete años que gobernó Mariano Rajoy. Una falsedad que ha reiterado en varias ocasiones, la última este lunes durante una entrevista en TVE en la que se enzarzó con la periodista a cuenta precisamente de esta afirmación. Feijóo insistió en su error y conminó a la periodista a rectificar pese a tener la razón.

Feijóo, que durante el cara a cara con Sánchez aseguró que la investigación por el espionaje con Pegasus se había archivado por falta de colaboración del Gobierno -cuando la realidad es que era por culpa de Israel-, aseguró ante Intxaurrondo que lo había leído en un “teletipo” (ninguna agencia de noticias tituló de esa manera). Y se ha defendido al asegurar que el auto del juez “dice que lo lógico es que la Abogacía del Estado y el Gobierno hubiesen interpelado a Israel para que buscara mas colaboración”. “Esto es lo que dice el auto o al menos lo que a mí me han pasado”, apostilló.

Lo que dice al respecto el auto es: “Sin duda, la Abogacía del Estado, personada en las presentes actuaciones, como representante procesal de la Administración General del Estado, impulsará el ejercicio de dicha vía a través de los mecanismos con los que a tales fines cuenta el Gobierno de España”. Es decir, que lo plantea a futuro tras constatar que la vía judicial queda agotada porque Israel no ha cooperado con la comisión rogatoria y deja la puerta abierta a la vía diplomática, informa Alberto Pozas.

Tanto le ha pesado a Feijóo en campaña los bulos en los medios como la constatación práctica de qué significa gobernar con Vox. La cruzada de la extrema derecha y la derecha de siempre contra la cultura ha arrancado allí donde se han comenzado a repartir el poder tras las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. La realidad de PP y Vox tiene que ver con eso, pero también con la persecución del diferente y, en concreto, el colectivo LGTBI y su visibilidad en producciones culturales.

Así, el partido de Santiago Abascal, allá donde ya gobierna con el PP, ha vetado en Valdemorillo (Madrid) una obra de Virginia Woolf sobre homosexualidad; ha censurado la última película de Buzz Lightyear en el municipio cántabro de Santa Cruz de Bezana por el beso de dos mujeres –coincidiendo con una campaña del colectivo ultracatólico CitizenGo, marca internacional de HazteOír contra la productora por ser “un rehén de los activistas LGTB empeñados en corromper” a los niños “mediante el adoctrinamiento homosexual”–; ha cancelado en Briviesca (gobernado por el PP con el apoyo de Vox y de Ciudadanos) una obra de teatro que homenajeaba a un maestro de la Bureba (Burgos) que fue fusilado en julio de 1936; y ha continuado su cruzada contra la bandera LGTBI, a la que el vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, se refirió como “un trapo arcoíris”.

Pero hay más. El partido de Abascal en el municipio madrileño de Getafe, donde está en la oposición, ha pedido al Ayuntamiento que retire “las insinuaciones sexuales” de 'La villana de Getafe', una obra de teatro de Lope de Vega que se representó en la ciudad.

Según ha anunciado Abascal en el cierre de campaña en la plaza de Colón, es sólo el principio de lo que puede venir: “Seguiremos cancelando sus programas culturales”.

Las sospechas sobre Correos de quien dirigió Correos

Si la recta final del 28M el PP decidió sembrar dudas sobre el sistema electoral, a la manera de los seguidores de Donald Trump o Jair Bolsonaro, en esta campaña las sombras de sospechas han vuelto a aparecer por parte de Núñez Feijóo. El sistema electoral español está entre los mejores del mundo, pero el partido de Alberto Núñez Feijóo decidió ponerlo en cuestión antes del 28M por un puñado de casos sospechosos corrupción –mayoritariamente del PSOE, con detenciones incluidas, y de Coalición por Melilla, pero también del PP– en media docena de municipios y en una ciudad autónoma.

Poco importa que Feijóo ganara varias elecciones con el mismo sistema sobre el que alguno de sus dirigentes ha tenido a bien sembrar dudas en los últimos días y que los 'populares' ganaran las elecciones del 28M. En esta campaña han vuelto a comportarse con una actitud que recuerda al trumpismo. “Sánchez se va ir como llegó, con un intento de pucherazo”, dijo el pasado 26 de mayo la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, ante Alberto Núñez Feijóo en el mitin de cierre de campaña del PP de las autonómicas y generales.

Los estrategas de Feijóo temen que las fechas de la convocatoria y la confianza en su triunfo desmovilicen a sus potenciales votantes. Incluso ha aleccionado a los suyos en campaña hace una semana: “Recordar que si votamos por correo no votemos en urna”. Pero a continuación ha lanzado la sospecha contra una de las empresas públicas más grandes de España. “Le pido a los carteros que trabajen mañana, tarde y noche, y aunque no tengan los refuerzos suficientes que sepan que custodian algo sagrado”, ha apuntado Feijóo, quien dirigió la compañía entre el año 2000 y 2003. 

Ayer mismo, Correos comunicó un refuerzo de personal de más de 19.000 personas. Algo que no impidió a Feijóo lanzar el bulo de que el Gobierno de coalición está intentando, de alguna manera, interceder en el voto por correo.

Debates: del cara a cara a la espantada de Feijóo

Pedro Sánchez propuso seis debates a Alberto Núñez Feijóo. Pero el líder del PP aceptó sólo uno, se negó a que fuera en RTVE e impuso hacerlo en Atresmedia. Aquel debate, el 10 de julio, no le fue bien a Pedro Sánchez: Feijóo embarró el cara a cara y Sánchez no fue capaz de darle la vuelta al curso del debate.

El presidente del Gobierno había llegado después de numerosas entrevistas en las que fue de menos a más, alcanzando su mejor momento tras El Hormiguero de Pablo Motos: en aquellos días parecía que el PSOE podía estar en condiciones de dar la vuelta a la mayoría de las encuestas. Pero el cara a cara truncó esa tendencia, y a continuación Sánchez se marchó dos días a Vilna, a la cumbre de la OTAN, y desapareció de la campaña en un ambiente de pesimismo en buena parte de la comunidad progresista.

Después de la cumbre de la OTAN llegó el debate de los siete portavoces, en el que Cuca Gamarra (PP) e Iván Espinosa de los Monteros (Vox) evidenciaron su unidad de destino en lo particular: el reparto del poder y la comunión de argumentos contra el Gobierno y sus aliados. Fue el momento en el que Oskar Matute (EH Bildu) dejó en evidencia al portavoz de la ultraderecha con las acusaciones de terrorismo, pero también en los que Patxi López (PSOE), Aina Vidal (Sumar) y Gabriel Rufián (ERC) se esforzaron en alertar de los riesgos concretos de un futuro gobierno de extrema derecha.

Al día siguiente, Yolanda Díaz subía un punto el tono de su campaña e introducía uno de los elementos que han marcado la última semana: la relación de Núñez Feijóo con el narco Marcial Dorado. Un crescendo que llegaba al debate a tres de este miércoles en RTVE con Sánchez y Santiago Abascal, al que no quiso asistir el líder del PP, entre otras cosas para no salir retratado junto a su socio de la extrema derecha, con quien aprovechó para confrontar mucho la vicepresidenta y ministra de Trabajo. Uno de los mensajes de Díaz en campaña ha sido reivindicar que el voto de Sumar vale doble: para frenar a la extrema derecha y avanzar en las conquistas de derechos.

Díaz, en el acto final de este viernes en Madrid ha recuperado el hilo con el que arrancó: apelando a la remontada. “Somos la fuerza decisiva que combatiendo las mentiras de Feijóo hemos cambiado el guion de la campaña electoral. Os pido que votéis en la libertad con la cabeza pero sobre todo en el corazón. Vamos a ganar el 23J. Los vamos a colocar en la oposición. Votad, votad, votad. Hay remontada, sus mentiras no cuelan. Salid a votar”, ha dicho la candidata de Sumar ante unas 4.000 personas en el parque Tierno Galván de Madrid. 

A continuación, la líder de Podemos, Ione Belarra, ha reivindicado la labor de Montero y el Ministerio de Igualdad –“No ha sido fácil conseguir toda una nueva generación de derechos feministas, la ley trans, la ley del aborto, la ley del ‘solo sí es sí’–, y ha aprovechado para recordar que ”no fue fácil convencer al PSOE de que había que empujar las transformaciones“ y que tampoco fue sencillo convencerlo de formar la coalición en 2015 y 2016, ”cuando había una mayoría progresista“ y primero los socialistas ”eligieron gobernar con Ciudadanos“ y luego ”abstenerse en la investidura de Rajoy“. ”No ha sido fácil, que se lo digan a Yolanda, subir el salario mínimo interprofesional“, ha dicho en referencia a la vicepresidenta segunda. 

Y esto es otra paradoja de esta campaña que ha terminado: mientras Sánchez y Díaz han exhibido su voluntad de seguir gobernando juntos, Feijóo ha intentado ponerse de perfil, y en ocasiones marcar distancias con Vox, como si fuera un partido con el que no estuviera repartiéndose consejerías y concejalías simultáneamente. El propio Abascal ha vuelto a cargar con dureza este viernes a Feijoo: “Nos han vuelto a dejar solos frente al socialismo, frente a los culpables de la ruina, frente a los culpables del ataque a las libertades y la destrucción de la concordia de los españoles”.

Si el cara a cara enfrió las expectativas de la izquierda y el debate a siete sirvió para mostrar la sintonía de las derechas, el debate a tres, que evidenció la sintonía entre el candidato del PSOE y la de Sumar, mejoró las sensaciones en el campo progresista a cuatro días de las elecciones. Cuando ya todos los medios preguntaban a Feijóo por su relación con el narco Marcial Dorado.

Tan es así, que este viernes con Carlos Herrera, en la Cope, le ha preguntado también por esa foto. “Cuando yo le conocí había sido contrabandista, nunca narcotraficante”, respondió Alberto Núñez Feijóo sobre Marcial Dorado en la Cope mientras cargaba contra Pedro Sánchez y Yolanda Díaz por “usar esta basura para intentar desprestigiar al adversario” ante la exigencia de que dé explicaciones por esa relación que quedó retratada en una fotografía en un yate en 1995. 

Bulos, censura, datos retorcidos, teorías de la conspiración, acuerdos con la extrema derecha. Y esa foto con un narco que no la querría ningún candidato y que arruinaría la carrera política de cualquier líder de izquierda.

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