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Crónica

Sánchez proyecta un debate de la Nación que contraste dos modelos para salir de la crisis

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la presentación de España Digital. EFE/Emilio Naranjo

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Que la próxima semana el Congreso de los Diputados vaya a albergar, tras siete años sin convocarse, el Debate de la Nación, puede ser el regreso a la estabilidad y la normalidad institucional, después de cuatro elecciones generales, una moción de censura, una pandemia y una guerra a las puertas de Europa. O puede ser un capítulo más de la inaudita manera por la que transita la política actual, con mas ruido que contenido y con una clamorosa falta de espacios para el acuerdo. Todo depende de la disposición de los partidos y del Gobierno, claro. Pedro Sánchez acude sin haber acordado un mínimo común con sus socios de coalición que evite disonancias y tensiones como las provocadas por los acuerdos de la cumbre de la OTAN y con la derecha, convencida de que el Gobierno ha entrado en tiempo de descuento.

Uno diría además que, a tenor de la animación política que acompañó a la pandemia y aún persiste en un momento de incertidumbre económica, nada cambiará en las formas y tampoco en el fondo con la celebración de una sesión diseñada en 1983 por el primer gobierno socialista de la democracia para que los grupos debatiesen sobre los principales problemas del país, y no para que fuera escenario de confrontación o escaparate de insultos. Lo que se barrunta en esta edición es más ruido, más polarización y una nueva entrega de realidades y marcos muy distintos.

Quien más quien menos tratará de marcar perfil propio a seis meses de unas elecciones municipales y autonómicas, incluidos los habituales socios de coalición de Sánchez, que aún confían en que antes del próximo martes que arranca el debate se produzca un espacio de coordinación entre el presidente y Yolanda Díaz en el que se acuerde un marco común que logre rebajar la tensión con Unidas Podemos y permita dar al menos apariencia de unidad  en la coalición.

Los morados siguen a la espera de que La Moncloa ponga fecha a la comisión de seguimiento del acuerdo de gobierno, que Díaz solicitó con urgencia tras la aprobación en Consejo de Ministros de un crédito extraordinario de 1.000 millones en Defensa. Y, de  momento, tampoco está previsto que PSOE y UP registren una sola propuesta de resolución conjunta, lo que abona un escenario en el que los socios de gobierno puedan votar distinto y se escenifiquen de nuevo las diferencias en materias especialmente sensibles.

El formato del Debate de la Nación no está regulado ni en la Constitución ni en el reglamento del Congreso, pero suele beneficiar, salvo catástrofe sobrevenida, al presidente del Gobierno, porque es él quien lleva la iniciativa y también el único de los intervinientes que no tiene límite de tiempo en el discurso inicial ni tampoco en sus réplicas a los distintos portavoces. Pedro Sánchez, que es la primera vez que acude a este formato como jefe del Ejecutivo, cuenta además con la ventaja de que no se medirá con el líder del principal partido de la oposición y que acumula 17 comparecencias parlamentarias en lo que lleva de mandato frente a las 16 que acumuló, por ejemplo, Mariano Rajoy, durante toda la X Legislatura.

Feijóo, un convidado de piedra

Alberto Núñez Feijóo estará sentado en el escaño reservado para el jefe de la oposición, pero como convidado de piedra, ya que no es diputado y, por tanto, no tiene derecho a intervenir en el debate. Su condición de senador le permite estar en el hemiciclo pero no tomar la palabra en el turno del PP, a quien pondrá voz su secretaria general, Cuca Gamarra, lo que desnaturaliza claramente un formato que suele acabar en un cuerpo a cuerpo entre el jefe de gobierno y su principal competidor.  Esta vez, el líder de la derecha tendrá que conformarse con un canutazo en el patio de la Carrera de San Jerónimo.

La Moncloa lleva semanas preparando la cita y durante este fin de semana dará los últimos retoques a un discurso que se anuncia “claramente ideológico” y “de contraste” entre dos modelos para salir de la crisis económica y así reivindicar la socialdemocracia y las medidas de protección social frente al liberalismo que representa el PP y desplegó Mariano Rajoy con toda su crudeza entre 2011 y 2018.

Sánchez, anuncia la fontanería monclovita, hará un balance exhaustivo de lo que lleva de mandato, pero pondrá sobre todo el foco en el futuro inmediato, ya que está previsto que anuncie nuevas medidas de protección para la clase media trabajadora, según fuentes conocedoras del contenido del discurso.

En el ala oeste de La Moncloa quieren poner en valor la recuperación de la normalidad institucional con la celebración de un debate diseñado para el futuro inmediato en un contexto de grave crisis económica como consecuencia de la guerra de Putin, un evidente malestar social por la desorbitada subida de los precios y un notable desgaste del Gobierno, que no ha logrado capitalizar las medidas impulsadas para paliar las consecuencias de la crisis. Sánchez utilizará también la cita parlamentaria para dar dimensión a lo que resta de legislatura y disipar cualquier sombra de duda sobre un posible anticipo electoral, además de para hacer énfasis en la narrativa de un gobierno incómodo para los poderosos y cuyo propósito es una justa distribución de las cargas de la crisis.

La parte socialista del Ejecutivo defiende que en los últimos días se ha reconducido la tensión con Unidas Podemos, con quien en esta ocasión ha cerrado filas la vicepresidenta segunda, y que también se han empezado a sentar las bases para recuperar la relación con los aliados parlamentarios, especialmente con ERC, tras el último encuentro entre la consellera Laura Vilagrà y el ministro Felix Bolaños para superar la crisis del espionaje con Pegasus. Aún así, nadie duda de que con las propuestas de resolución que se votan tras el debate de la Nación, los republicanos buscarán mantener un perfil propio e incluso poner en algún brete al Gobierno en el momento de las votaciones. No serán los únicos, ya que cada grupo puede registrar un máximo de 15 propuestas, lo que implica un total de 150 textos que además pueden ser objeto de enmiendas, aunque en ningún caso se pueden votar por puntos porque se haría eterno. Sería un milagro que el gobierno saliera indemne de todas ellas, si bien se trata de iniciativas que carecen de más recorrido que el de una mera declaración de principios.

Sánchez, que busca un rearme ideológico con el que reconectar con el electorado progresista, quiere imponer un nuevo ritmo a la acción de gobierno y así frenar el viento que sopla en favor de un PP que acaba de renovar el liderazgo y ha visto crecer sus expectativas electorales tan solo con la llegada de Núñez Feijóo a la dirección nacional. 

Hasta donde la memoria alcanza, del último debate de la Nación, celebrado en el Congreso en 2015, quedó la imagen del ex presidente Rajoy en la tribuna del Parlamento, con el rostro desencajado diciéndole a Pedro Sánchez que no volviese a la Cámara “para hacer ni decir nada” y calificándole de “patético”. Aquella reacción fue el síntoma de que el PP, cercado por sus casos de corrupción, había perdido el pulso al país y no sabía ya hacia dónde iba. Había ciertamente una pulsión de cambio y una ciudadanía más exigente de lo que creía la derecha. Sánchez tratará de transmitir ahora que es consciente de ese nuevo pálpito de la calle y de que hará todo lo posible por evitar el cambio que vaticinan los sondeos.

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