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Humor al cubo

Eva Soriano y el peligro de hablar sin conocer

Antonio Contreras

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La catalana Eva Soriano está, a sus 30 años, a punto de dar el salto para convertirse en una cómica de primer nivel. Ya ha pasado por programas de prestigio, como El club de la comedia, La resistencia o Late Motiv. Ha colaborado en multitud proyectos y todos los que saben de comedia comentan que tiene madera de gran figura. Ha estudiado arte dramático, escribe sus propios textos y, además, canta como poca gente en el mundo del humor. 

Eres una cómica cañera ¿Algún resentimiento infantil?

Yo siempre fui la graciosa de la clase. Siempre era la que hacía las bromas en el colegio. La típica graciosilla. Y me he metido en muchos problemas. Recuerdo toda mi época escolar y universitaria y lo de ser la graciosa lo único que hacía era causarme problemas en la vida, problemas en clase, problemas con mis padres, problemas con todo el mundo. Y yo me decía: ¡Pero si lo único que hago es hacer feliz a este grupo de personas! ¿Por qué me están castigando así?

¿Qué hacías para que te castigaran?

En el colegio no paraba de hablar. Es un problema que tenía, es un problema que tengo y que seguiré teniendo. Los profesores se podían volver locos y decían: ¡Por favor, alguien puede hacer callar a esta muchacha! Entonces me cambiaban a otra clase y yo lo que hacía era que mis notas no bajaban, pero conseguía que todo el resto del grupo bajara sus calificaciones y me cambiaban a otro grupo y pasaba lo mismo otra vez. Uno de mis profesores, en una entrevista con mis padres, les dijo que yo era la manzana que pudría el grupo.

¿Cómo reaccionaron tus padres ante semejante revelación?

Obviamente, nada más salir de clase, mi padre me enfiló y me metió una colleja y me dijo que como no me callase, me iba a meter interna. Yo seguí hablando porque sabía que mi padre no tenía dinero para meterme en un colegio interno y decidí forzar hasta que me echaran. Al final, nunca me echaron del colegio porque no tenían pruebas, porque por hablar te castigaban, pero no te expulsaban. Así que, la comedia me dio muchos problemas, aunque, eso sí, era el espectáculo para mis compañeros.

Y ahora que ya podemos considerarte una persona adulta ¿sigues creando problemas a tus amigos?

Soy muy bruta haciendo bromas. Algo no va bien aquí en mi cabeza. Debería pensar: ¡Esto no es una broma guay! ¡Es una putada! Mis amigos no me suelen hacer bromas porque saben que yo no tengo conocimiento alguno.  Piensan que, si me hacen una broma, les voy a devolver algo muy loco. Soy una bromista mediocre para mis amigos. No me siguen el rollo. Igual hasta lo agradezco.

¿Siempre andas metiéndote en líos?

Yo todo el rato me meto en jardines. Por ejemplo, Twitter apenas lo toco. Digo muy pocas cosas porque sé que en cualquier momento me meto en un jardín. Tengo un problema y es que como soy tan espontánea, me suelto y ya está, la lío. Cuando digo algo, yo sé que va de broma, pero hay gente que no entiende que va de broma. Muchas veces, la gente entiende cosas que no caben en ningún tipo de cabeza. A mí ni se me ocurre creer que vayan a pensar que lo que estoy diciendo es en serio. De repente alguien se lo cree, lo manipula y gira todo de tal forma que parece que tú eres X o Y.

¿En el escenario cómo controlas esa peculiar forma de ser?

Antes de contar esta historia tengo que poner antecedentes, porque yo tengo miopía y entonces llevo lentillas, pero de lejos a veces no pillo nada. Entonces, cuando hago el espectáculo, desde el escenario pues yo veo las dos o tres primeras filas y la cuarta la intuyo. Yo siempre tengo dicho a mi técnica que, por favor, si hay algún niño en la sala que me lo diga más que nada para avisar de que no es un espectáculo para menores de 18 años. Un día me dice mi técnica que en la fila 4 hay un niño y que tenga cuidado.

¿Y no tuviste cuidado?

Yo subo al escenario y efectivamente miro y lo primero que veo es al niño y empiezo la bienvenida y me dirijo al niño y le pregunto: ¡Vaya! ¿Y tú cuántos añitos tienes? Y me dice: “Yo tengo 27 y soy una chica”. Resulta que era una chica bajita. Ella me dijo que era enana. Ahí vi que la había cagado mucho. De repente, dentro del público, se oye una voz: ¡Jaaaaaa! Era Ernesto Sevilla, que había ido a ver el espectáculo y había presenciado la cagada y se había reído justo cuando ella dijo que era una enana. En ese momento, me muero de la puñetera vergüenza porque no sé cómo salir y creo que el espectáculo se va a la mierda porque obviamente le estoy faltando el respeto a esta muchacha. Yo lo único que hacía era mirar a la chica y mirar a la técnica.

¿Cómo acabó aquello?

La chica me dijo que no pasaba nada y que le pasaba a menudo. Lo pasó guay y al acabar vino a darme un abrazo y me contó lo bien que lo había pasado y yo le contesté que también lo había pasado muy bien. Ernesto Sevilla me dijo: “Eso te pasa por hablar sin conocer”. Ahora siempre digo: “Nunca hables a un niño sin saber 100% que es un niño”.

¿Y no te has planteado que igual esto del humor no te renta?

Para mí el humor es como un todo. Ahora, me voy a poner trascendente. Es horrible, pero es verdad que yo tengo pasión por la comedia. Me flipa actuar. Me flipa escribir. Para mí, la comedia, aparte de una forma de vida, es mi vida (ja,ja,ja) ¡Es precioso lo que acabo de decir! El humor forma parte de mí desde que soy pequeñita. Siempre he estado metida en grupos de teatro, cantando, haciendo mil cosas, pero siempre estaba la comedia y yo creo que para mí es el barco en el que estoy subida en esta aventura llamada vida (ja,ja,ja) ¡Corta ya! ¡Déjame irme, por favor!

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