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20 preguntas en 30 minutos: cómo evaluar y evitar fraudes sigue en el centro del debate universitario

Uno de los campus de la URJC, en Madrid.

Daniel Sánchez Caballero

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Tasas, clases a distancia y evaluación. Estas son las palabras que más se repiten entre el estudiantado universitario estos días cuando se les pregunta por su situación y los problemas que están afrontando como consecuencia del cierre de las universidades.

Si los alumnos de las etapas obligatorias y no obligatorias preuniversitarias conviven con las dudas, algunas ya medio resueltas, de cómo van a cerrar el curso, sus compañeros más mayores sufren la misma incertidumbre, pero aplicada a 82 universidades, cientos de facultades, un par de miles de grados y muchas más asignaturas.

Porque el curso sigue, explican los estudiantes, pero a diferencia de en Secundaria, donde se aplicarán soluciones comunes a nivel de comunidad autónoma, la autonomía universitaria y la libertad de cátedra llevan a que cada centro, cada facultad o en última instancia cada profesor decida cómo está avanzando por la materia y cómo evaluará. Incertidumbre, denuncian los alumnos. Desigualdad, dicen otros. Y alguna mala práctica ya detectada, añaden.

El Ministerio de Universidades se ha reunido con las comunidades autónomas y con la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas, pero sin competencias puede ofrecer poco más que coordinación y buena voluntad. También ha hablado el ministro, Manuel Castells, con los estudiantes. “Se mostró favorable a nuestras propuestas”, explica Carolina García, presidenta de Creup, la Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas. “Pero las soluciones las tienen que poner las universidades, realmente”.

Las clases, sí pero no

El primer problema que se han encontrado algunos estudiantes ha sido la docencia online. También los profesores. “Hay de todo”, comenta Carolina García. “Tenemos desde profesores que se limitan a subir un archivo PDF hasta otros que se lo están trabajando muchísimo e incluso mejoran la actividad presencial”, dice.

El problema aquí lo tienen los estudiantes sin acceso a un ordenador o a una buena conexión a internet, aunque las universidades están haciendo un esfuerzo por suministrar medios a estos alumnos, admiten los estudiantes. “Aunque si te dan un ordenador y sigues sin internet... En cualquier caso, mucha gente lleva ya seis semanas de cuarentena sin dar clase” mientras llegan esos medios, alerta Marc Candel, portavoz de la asociación Escudo Estudiantil, de la Universidad Miguel Hernández de Elche.

Y luego está que la brecha digital no es un problema exclusivo de estudiantes. “Hay profesores –como el típico catedrático a punto de jubilarse– a los que esto pilló con su brecha digital propia que lo primero que tuvo que hacer es buscar qué es online”, cuenta José Antonio Valdés, representante de estudiantes en la Junta de Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.

Genís Vives, secretario del Consejo del Alumnado de la Universidad de Barcelona miembro de Ceucat, explica que hay profesores impartiendo materia “como si no hubiera pasado nada, pidiendo las misma exigencia, las mismas horas que siempre”. Más específicamente, un problema que se están encontrando es que hay docentes que dan clases online en directo, pero “no todos los estudiantes pueden acceder a los medios en un momento concreto del día” [si tienen que compartir el ordenador, por ejemplo] o hay clases solapándose, por lo que pide que los profesores las graben y las dejen colgadas para que los alumnos puedan ir accediendo a ellas a su ritmo.

Esta solución les funcionaría a otros estudiantes que sufren otro tipo de brechas, no necesariamente digital, explica Candel. “Como a los profesores se les ha impuesto la docencia online, lo único que hacen es mandar trabajos. Pero hay compañeros que están haciendo prácticas o trabajando de riders –tenemos muchos– que se están quedando fuera de todo esto”.

La evaluación incierta

Una solución parecida a la de las clases que propone Vives pide Carolina García para las evaluaciones, uno de los grandes melones aún por abrir del todo del fin del año universitario. Con las clases presenciales ya descartadas para lo que resta de curso, queda por saber cómo se va a evaluar el segundo cuatrimestre en los campus.

La mayoría de las universidades han confirmado que el final de curso va a ser con evaluación continua online, pero otras siguen con la idea de hacerlas presenciales. “De hecho, las que lo van a hacer online no descartan lo presencial del todo, lo que quiere decir que no acaban de actualizar su metodología de evaluación y, si siguen insistiendo mucho, van a acabar haciendo una evaluación improvisada”, alerta García.

“Nos preocupa mucho la evaluación final. Ya deberíamos tener las directrices claras, y estas deben respetar derechos fundamentales, como el derecho a la intimidad”, advierte Vives en una queja recurrente entre los estudiantes. El asunto es que hay profesores que temen el fraude. Que, ante una evaluación a distancia, los alumnos copien. Los estudiantes cuentan que están solventando esta situación de dos posibles maneras de momento.

“Se están dando casos de profesores que están haciendo exámenes y le exigen al alumno que tenga dos cámaras que enfoquen toda la habitación para ver que no copian”, explica Vives. “Me consta que en la Pompeu Fabra se ha hecho, aunque es verdad que tuvieron que improvisar medidas porque les coincidió prácticamente el cierre con una convocatoria de exámenes”.

García, de Creup, confirma que también le han llegado casos de esta práctica, que califica de “muy invasiva no solo para el alumno, también para la familia si este no dispone de un espacio propio”.

Otra modalidad de examen que se está practicando estos días es el tipo test, pero con apenas tiempo para completarlo para evitar que se copie. “Tenemos compañeros que han tenido un parcial de 20 preguntas en 30 minutos, o un examen de Derecho con diez preguntas teóricas a responder en 40 minutos”, confirma Marc Candel, de la UMH. Desde Creup refieren también pruebas de 50 preguntas en 15 minutos. “Es imposible, no puedes ni leer las preguntas”.

El problema de las prácticas

Los estudiantes proponen que se trabaje más la evaluación continua y que los trabajos tutelados tengan más peso en la calificación final. García habla de una evaluación asíncrona –esto es, pruebas sin una hora estipulada concreta de realización, sino con una fecha tope de entrega– como solución a la brecha digital o los problemas de coordinación o personales que puedan estar viviendo los alumnos.

Y sobre todo exigen unas reglas de juego claras. “Tenemos compañeras que hacen un examen esta semana y aún no saben cómo les van a evaluar”, explica Candel, de la UMH. “El acuerdo de la semana pasada [entre ministerio y comunidades autónomas] iba en la línea de que había que contar con la comunidad educativa para ver cómo se acababa el curso. Pero nadie nos ha preguntado nada. Nos imponen las guías docentes”, añade. Desde Creup confirman este extremo y explican que los profesores lo justifican con la libertad de cátedra. “Y esta no significa que puedan hacer lo que les dé la gana”, lamenta su presidenta.

En paralelo a la evaluación del curso está el problema de las prácticas. Tanto en los cursos intermedios de los grados, como sobre todo en los últimos y en ciertas áreas (Ciencias de la Salud, por ejempo), donde el final de la carrera se realiza básicamente fuera de las clases.

A los estudiantes de Farmacia de último curso, por ejemplo, el cierre les pilló a mitad de las prácticas tuteladas. Un año normal tendrían que hacer 800 horas, a base de 7,5 horas al día durante unos seis meses, para poder graduarse. Pero con el confinamiento fueron enviados a casa a mitad del programa. La ANECA les va a dejar hacer la segunda mitad, 400 horas, de manera no presencial, explica Valdés, de la Complutense de Madrid, a través de cursos. “Es una buena formación, los cursos son del Colegio de Farmacéuticos y se pueden poner en el currículum, pero va a faltar la estancia en el hospital y la farmacia”. En su caso, les han ofrecido completar las prácticas en el primer semestre del año.

Pero, aunque valoran la oferta y entienden la situación, eso no les va ayudar a algunos. “El problema lo tienen con la gente que tenía una plaza de doctorado o se habían apuntado a una academia para hacer el FIR (el MIR de los farmacéuticos) o quien se iba fuera a hacer un máster, por ejemplo”, y relata el caso de un estudiante que había conseguido una plaza en un máster en el que es casi imposible entrar en Alemania y que la va a perder –junto con el dinero de la preinscripción– porque necesitaría estar matriculado el 15 de julio y el calendario que se contempla no le da.

El peligro de las tasas

Es la otra gran preocupación de buena parte del estudiantado. A diferencia de la educación obligatoria, los estudiantes de Universidad pagan anualmente por sus matrículas, con una horquilla muy amplia que puede ir desde los 700-800 euros de una matrícula en un grado de Humanidades en Galicia o Extremadura hasta los varios miles que pueden costar las tasas de una ingeniería en Madrid o Catalunya, según en qué región se estudie y las veces que se haya repetido. En la universidad repetir cuesta dinero. De la primera matrícula se paga entre un 15% y un 25% del precio real del coste de los estudios, porcentaje que va subiendo en segundas, terceras y sucesivas matrículas.

“Estamos pidiendo que haya una modificación, porque muchos estudiantes no podrán examinarse o van a suspender. Pedimos que no haya un aumento de tasas”“, explica García, de Creup. Esto es, que a los estudiantes que tengan que volver a matricularse en una asignatura no se les aplique el recargo por repetir y paguen lo mismo que este curso.

Eso, como mínimo. Porque también, cuentan los estudiantes, han pagado por un servicio que no están recibiendo. “También pedimos que quien quiera pueda desmatricularse, si considera que no está recibiendo una docencia adecuada o que no va a poder evaluarse, y que no pague el año que viene”, cuenta García.

Vives, de la UB, muestra también su preocupación en este sentido por la paralización de las becas equidad que ofrece la Generalitat a los estudiantes que no hayan podido obtener una del Ministerio, y recuerda que la situación académica también puede tener consecuencias aquí.

“Si no se llega a un número de aprobados mínimo o la nota baja, corres el riesgo de quedarte sin beca”, alerta. Una situación parecida puede darse con las becas de Educación, que Wert ligó en parte al rendimiento académico y, aunque el Gobierno ha anunciado su intención de cambiarlo, no lo ha hecho aún y el criterio legal sigue vigente. “Esperamos que el Gobierno cumpla el compromiso firmado en el acuerdo del Gobierno de coalición, queremos que todo el mundo pueda optar a una beca el año que viene”, cierra Candel.

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