Carta abierta de un emigrado: “Creía que el voto rogado era un derecho, pero es una cuestión de fe”
“Disculpa que no me presente. Mi nombre no importa. Mi nombre es el de uno de tantos jóvenes españoles que reside en el extranjero. Afortunadamente, en mi caso es porque mi empresa me ha enviado, no porque no me haya quedado más remedio que salir a buscarme la vida, como muchos de mis mejores amigos. Por eso, y por muchas cosas, me siento un privilegiado. No obstante, eso no quita para ser uno más de esos cientos de miles de jóvenes que nos hemos tenido que ir al extranjero, ya sea porque pudimos, porque quisimos o porque no nos quedó más remedio.
Me considero una persona muy comprometida políticamente, de los que no faltó a votar ni una vez mientras viví en España. Desde poco después de llegar a Panamá he vivido con muchísima ilusión y emoción el cambio que estaba viviendo mi país. Por eso, he querido hacer todo lo posible para poder ejercer mi derecho al voto, por lo que desde el 6 de octubre comencé a contactar con la embajada de España en Panamá, para garantizar hacer en tiempo y bien todos los pasos para poder votar. Dos correos electrónicos y cinco llamadas telefónicas se quedaron sin respuesta por parte de la embajada, por lo que finalmente tuve que acudir de forma presencial.
Una vez allí me explicaron el “sencillo” proceso que tenía que realizar. Primero tenía que enviar por fax (en un país donde no es fácil encontrar servicio de fax) mi solicitud de voto, ya que me dijeron que el correo certificado “mejor lo diera por perdido” y no contaba con certificado electrónico. Así que me dirigí a enviar por fax mi voto. Desgraciadamente, no se pudo, ya que me dijeron que al otro lado no se “descolgaba” el fax y no les entraba (honestamente desconozco cómo es el funcionamiento de un fax, por lo que no supe qué decir más que agradecer el tiempo que habían dedicado a intentarlo). Por suerte, tuve la idea de hacérselo llegar a mi hermana escaneado, que pudo remitirlo por fax nacional al censo. Para confirmar que lo habían recibido (no llegó ningún tipo de confirmación) tuvo que llamar al censo.
La funcionaria, que por lo visto fue encantadora, le dijo: 'Que tu hermano pueda votar desde Panamá es una cuestión de fe'... Bastante esperanzador, ¿cierto? ¡Y yo que pensaba que era un derecho! Aún así, yo me quedé con la tranquilidad de que la primera fase ya estaba hecha y que solo era cuestión de esperar y estar muy pendiente. Todo esto lo hicimos además antes de terminar octubre, para tener margen de tiempo suficiente y garantizar que pudiera votar...
Ya solo quedaba esperar y esperar a que el voto me llegara a Panamá (aquí no te lo traen a casa ni te dan acuse de recibo, te toca ir a la Estafeta tantas veces como quieras, hasta que lo recibas) y enviarlo antes del día 15 de diciembre por correo a la embajada. Yo tendría un poco menos de tiempo, porque regresaba de Panamá el día 11 de diciembre. A decir verdad, estaba bastante tranquilo, ¿cómo no iba a llegar mi voto con al menos cinco días naturales de antelación (con fin de semana por medio) al límite de votación por correo?
Al fin y al cabo, quedarían menos de dos semanas para las elecciones y lo comencé a gestionar con más de dos meses y lo solicité de los primeros, hace casi mes y medio... Pues unas horas antes de mi regreso a España, encontré la respuesta: el voto no me llegó, al igual que a la chica española que iba delante de mí. Fui a la embajada y, por supuesto, ellos se desentendieron. ¡Era 'cuestión de fe' que ellos tuvieran alternativa solución que aportarme!
Entonces, ¿cuál es mi situación actual? Que tras escribir y llamar a la embajada y no tener respuesta, tras buscar un fax con servicio internacional y tratar de enviarlo en Panamá, tras enviar ese fax desde España, tras llamar al censo para garantizar que mi solicitud de voto ha llegado bien, tras ir a correos de Panamá, tras ir de nuevo a la embajada... He invertido mucho tiempo en algo que tan sólo era 'cuestión de fe', no un derecho.
Me quedo sin votar, me quedo sin poder decir ante una urna que estoy harto, me quedo sin aportar mi “granito de arena” para que este cambio que sueño que se produzca en mi país pueda tener lugar, me quedo muy indignado porque una vez más hacen lo que quieren a través de su oligopolio democrático.
Ojalá un testimonio más, de muchos, sirva para que la próxima vez que cualquier político insinúe en un debate público que somos pocos los españoles que vivimos en el extranjero habiendo nacido en España, se pueda argumentar que somos muchísimos, a los que, por cierto, no nos dan la oportunidad de que puedan decidir desde su nueva casa que la política española de antes fue un gran hito que debe pasar a los libros de historia, dejando de ser un referente político presente mayoritario y poco democrático. No obstante, sigo esperanzado con el cambio y sigo sonriendo“.