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Los comentarios sexistas del profesor sancionado en Oviedo, un “secreto a voces” que tardó años en investigarse

Un aula universitaria.

David Noriega

El comportamiento del profesor de psicología suspendido durante seis meses de empleo y sueldo por la Universidad de Oviedo por una “infracción grave y continuada de falta de consideración” con las alumnas era un “secreto a voces” en la facultad. Y no solo porque la Asamblea Abierta de Estudiantes de Psicología y Logopedia hubiera elevado ya dos quejas formales al decanato, sino también porque el miedo y la intimidación que sentían las jóvenes se comentaba en los pasillos e, incluso, con otros docentes.

“Si volvéis a repetir, os violo”, “si fuera necesario os tendríais que sacar una teta” o “podíais venir a clase como salís los sábados” son algunos de los comentarios que las alumnas de este profesor, que obtuvo su cátedra en agosto, han tenido que aguantar durante años. Y no solo comentarios. “Había acercamiento físico, te agarraba de la cintura o te abrazaba. Era muy intimidatorio”, explica Xana Ebrecht, una de las portavoces de la Asamblea y exalumna de la Universidad que coincidió con él en el curso 2014-2015.

“Era muy difícil aprobar su asignatura sin pasar por el despacho”, explica Tania (nombre ficticio). “Cuando tenías una duda te remitía allí, había muchos trabajos tutorizados”, indica e, incluso, añade Xana “tenías que ir para saber tu nota”. “Acaba haciendo que mucha gente abandone la asignatura, porque es muy desagradable. Yo la arrastré hasta junio por miedo a ir al despacho”, reconoce Tania.

“Hace gala de tener muchos contactos”

El curso 2014-2015 se elevó la primera queja formal al decanato. “Nos dijeron que le iban a dar un toque de atención, pero no tuvo ningún efecto. Sus actitudes no cesaron en ningún momento”, lamenta Ebrecht. El curso siguiente, repitieron la estrategia con el mismo resultado. El curso pasado, a raíz de unos comentarios en la revisión de los exámenes de enero -el antes mencionado “si volvéis a repetir, os violo”, entre otros-, comenzaron un tercer proceso. “Vimos que las exalumnas que en su momento habían tenido miedo estaban dispuestas a denunciarlo y hacerlo público, así que decidimos elevar la queja al Vicerrectorado, a la Defensora Universitaria y a la unidad de Igualdad”, explica Lidia Freire, portavoz de la Asamblea.

Un miedo razonable si se tiene en cuenta que este profesor imparte clases no solo en uno de los cursos de la carrera, sino también en un máster, es miembro de los tribunales que juzgan los Trabajos Fin de Grado y “siempre hace gala de tener muchos contactos”, señala Tania.

El rectorado abrió entonces un proceso de investigación, en el que declararon cerca de una treintena de alumnas y en la que lo que ocurría en el despacho no pudo demostrarse por falta de testigos. No obstante, los hechos probados acerca de lo que ocurría en las clases y en las tutorías grupales dieron como resultado la sanción de seis meses de suspensión de empleo y sueldo con la que las víctimas no están del todo de acuerdo. “Reconocemos la voluntad de que se investigue, pero los hechos probados son contundentes, es una falta grave que contempla una sanción de seis meses a tres años. Se ha aplicado la mínima”, lamenta Freire. “Son seis meses y después, ¿qué? ¿va a volver como si nada?”, se pregunta Tania.

Esta redacción se ha puesto en contacto con la universidad para conocer la versión del rectorado, pero remiten a las declaraciones que el propio rector, Santiago García Granda, realizó tras el acto institucional de inauguración del curso académico, este jueves. Preguntado por si consideraba suficiente la sanción, García Granda alegó que “tenemos unos procedimientos que estamos aplicando en este caso y en todos los que se produce una denuncia y, por lo tanto, no consideramos que este sea un caso especial”.

Cruzárselo por los pasillos

Sobre las quejas que venían produciéndose desde 2014 sin que la universidad pusiera ninguna solución, el rector ha afirmado que “no han funcionado bien esos mecanismos o no han llamado a la puerta oportuna. Cuando se han puesto en contacto con el rectorado o con el vicerrectorado correspondiente, hemos puesto todo el mecanismo en marcha y hemos tardado muy poco”. Pero, pese a esa premura, lo cierto es que el catedrático ha continuado yendo a dar clase. “Él tiene unas capacidades de recurso” y “hasta que la sanción no sea firme, no está suspendido de sus funciones”, explicó el rector. Concretamente, el plazo de alegaciones es de dos meses.

Una situación que incomoda especialmente a las alumnas: “Respetamos el plazo de alegaciones, pero nos sorprende que habiendo hechos probados, no se le aparte provisionalmente hasta que la sanción sea definitiva”, indica Freire, quien lamenta que se deje a “mujeres expuestas” en el aula y que quienes han denunciado tengan que cruzarse con el profesor en cuestión por los pasillos.

Ante la posibilidad de emprender acciones legales contra el catedrático, las portavoces de la Asamblea reconocen que no es una vía que estén valorando. “Creemos que hay cuestiones que la universidad como institución tiene capacidad de gestionar. Hemos visto que cuando quiere investigar puede hacerlo y nos parece una vía válida. Creemos que otro tipo de acciones son ya una cuestión personal de las mujeres que entiendan que necesitan llevar un proceso judicial adelante”, explican.

Tampoco descarta el rector que pueda haber más casos en la Universidad. “Claro, somos un colectivo muy grande”. Según un estudio publicado en abril por la revista Pikara Magazine, la universidades españolas han registrado, al menos, 236 casos de acoso (también entre compañeros). Las unidades de Igualdad, muchas veces, no dan abasto. En el caso de Oviedo, “eso de ‘unidad’ suena a que es un equipo muy grande, pero en realidad son dos personas que están desbordadas, porque tratan no solo cuestiones de género, sino también de discapacidad, discriminación por edad o cualquier tipo de desigualdad”, indica Freire.

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