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Michael Collins: “La guerra contra las drogas siempre ha sido sobre control, pero control de ciertas comunidades”

Michael Collins, director de asuntos nacionales de la Drug Policy Alliance.

María Sánchez Díez

Michael Collins (1983, Glasgow) es el director de asuntos nacionales de la Drug Policy Alliance, una organización estadounidense que aboga por la descriminalización de las drogas y que asesora a congresistas con el objetivo de avanzar la legalización del cannabis. En Estados Unidos, ya son diez los estados donde el uso recreativo de la marihuana es legal (Colorado, Washington, California, Alaska, Nevada, Oregon, Michigan, Vermont, Massachusetts, Maine y la capital, Washington D.C.) y Collins confía en que es solo cuestión de tiempo que el resto se sumen a la lista. En España, este experto ha trabajado con varios partidos políticos, sobre todo con Unidas Podemos. Cree que el PP “vive en el pasado” con su oposición a la legalización de la marihuana y que al PSOE le ha faltado valor político para dar un paso hacia la regularización. Collins recibe a eldiario.es en su despacho en Washington, D.C.

¿Es inevitable la legalización del cannabis en todo Estados Unidos?

Creemos que estamos a punto de legalizar el cannabis a nivel nacional. Ya tenemos diez estados donde es legal. Es una cantidad suficiente para convencer al Congreso y al gobierno federal de que tienen que legalizarlo. Antes la conversación era sobre si debemos legalizar el cannabis. Ahora es sobre cómo legalizarlo. Es importante hacerlo de una manera que sea consistente con valores de justicia social y racial. Es decir, que creemos un mercado que incluya a los afroamericanos, a los latinos, a las personas que han sido afectadas negativamente por la política de prohibición. 

¿Cómo de inminente cree que es?

Creo que la Cámara de Representantes va a aprobar una ley legalizando el cannabis a nivel nacional. Es muy probable que pase este año. 

¿En el Senado también? Está en manos republicanas.

En el Senado es más difícil, pero hay voluntad de republicanos y demócratas. Nosotros lo comparamos con el matrimonio gay: es algo que está pasando, un cambio cultural. Hay gente a quien no le gusta, pero no van a morir para prevenir el avance. Este es el punto en el que estamos. Pero con este Congreso es difícil hasta nombrar un edificio, llegar a un acuerdo sobre cualquier cosa, no por el tema de cannabis, sino por cómo es el Congreso estos días. Pero tenemos un camino y es algo inevitable: si no es en estos dos años, será un poco después. Somos muy optimistas.

¿Tiene Donald Trump algún tipo de margen para frenar este avance?

No es un gran amigo de la idea, pero en el partido republicano la lucha contra la marihuana ahora no es una prioridad. Lo podrían frenar. Podrían decir a los estados que no pueden hacerlo porque a nivel federal la marihuana todavía es ilegal. Sería muy fácil, pero no lo hacen porque políticamente sería un desastre. Con diez estados, el tren ha salido de la estación. Hay bandera blanca en la Casa Blanca (ríe). Hemos ganado. Es una cuestión de tiempo.

Ya se han cumplido cinco años desde que estados como Colorado y Washington aprobaron el uso recreativo del cannabis. ¿Qué hemos aprendido en este tiempo?

Ha sido un gran experimento, un éxito, y lo sabemos porque hemos ido de dos a diez estados. Vamos avanzando año a año. Si fuera un fracaso, no sería así. También se ve en las encuestas, que el apoyo va aumentando, hemos ido del 20% al 60% de la población en favor de la legalización.

Ese cambió en la opinión pública también se experimentó en España tras la legalización del matrimonio homosexual, volviendo a la comparación que hacías antes.

No se ha caído el cielo. No te voy a decir que ha sido un éxito total sin ningún problema. Hemos tenido desafíos. Uno es la justicia racial. Las personas impactadas por delitos, por detenciones relacionadas con la marihuana, son miembros de la comunidad afroamericana, latina... Por ejemplo aquí, en Washington D.C., nuestra capital y una ciudad bastante liberal, si eres afroamericano, es ocho veces más probable que seas detenido por un delito relacionado con la marihuana que una persona blanca. Para nosotros eso es un gran fracaso. La política de droga destrozaba la vida de ciertos tipos de personas. 

¿Hay desigualdad en el acceso a los beneficios del mercado de la marihuana?

Sí. Hay dos tipos de barreras. Hay barreras subyacentes como el dinero, los favores políticos, etcétera. Y hay barreras más evidentes: por ejemplo, en las leyes se contempla que si alguien tiene antecedentes criminales relacionados con la marihuana, no puede acceder al mercado. 

¿Qué tipo de actores están accediendo al mercado del cannabis?

Gente con mucho dinero, millonarios. Empresas como Microsoft, que está invirtiendo en la parte de software. El gran ejemplo es John A. Boehner, que era el líder de los republicanos en la Cámara de Representantes durante la época de Obama, muy contrario al cannabis. Deja su escaño y ahora está trabajando para la industria y promoviéndola. Es alguien rico, blanco, que está beneficiándose de la industria al mismo tiempo que hay personas afroamericanas que no pueden ni tener un dispensario por haber vendido un porro hace veinte años. 

¿En términos de consumo, cómo han cambiado los hábitos en los estados donde la marihuana recreativa es legal?

La gran mentira de los prohibicionistas es que si la legalizas estará más disponible. La marihuana está disponible, legal o ilegal, en España o en Estados Unidos, en Texas o en Colorado. La pregunta es: ¿dónde la compras, en el mercado negro o en el legal? No afecta al consumo. Mi madre no fuma marihuana. Si le digo que en su calle ha abierto una tienda que vende marihuana, le da igual. Lo que hemos visto en los estados donde se ha legalizado la marihuana es que el consumo no ha subido, y los jóvenes tampoco han sufrido un impacto negativo. De hecho, es mejor, porque los traficantes de drogas no piden identificación. Ahora, cuando entras en un dispensario, tienes que demostrar que eres mayor de 21 años. El sistema es mucho más seguro.

¿Y qué pasa con los accidentes de tráfico?

Hemos tenido desafíos con el tema de la conducción bajo la influencia de cannabis. Es difícil saber si alguien ha fumado marihuana recientemente, aunque tal vez aparezca en tu sangre. La marihuana se queda en tu sistema hasta dos semanas. Si alguien te pilla conduciendo y la prueba dice que tienes marihuana en tu sistema, no significa necesariamente que estuvieras conduciendo bajo la influencia del cannabis. No hemos llegado a un punto en el que tengamos una prueba muy clara sobre este tema ni tampoco sobre la tasa de cannabis que puedes llegar tener en tu sistema sin que sea peligroso conducir.

¿En España cómo ve el panorama?

Sobre todo he estado hablando con Podemos y con ICEERS, un grupo que trabaja mucho en el tema de política de drogas. Hicimos varias visitas al Parlamento, tuvimos varias reuniones con políticos de todos los partidos y todo salió muy bien, no hubo problemas. Me gustaría pensar que es una cosa popular que va ocurriendo en nuestros países de forma inevitable. 

Con “políticos de todos los partidos”. ¿También el Partido Popular?

No, el PP está viviendo en el pasado con este tema. Tiene la cabeza en otro siglo. El PSOE está más abierto, pero tiene poco valor. Saben que tenemos razón, pero políticamente tienen miedo. Y para mí no tiene sentido, porque los socialistas están a favor de la legalización. Tienen miedo del PP, pero su base, sus votantes, estarían a favor. Ahora tienen el poder y no están haciendo nada [esta entrevista tuvo lugar en febrero, cuando Pedro Sánchez era todavía presidente del gobierno].

¿Ve igual de inevitable la legalización en Europa?

Claro. Lo triste para España es que por su posición dentro de Europa podría liderar este debate, porque hay una sociedad civil muy vibrante debatiendo sobre este tema. Ya tienen los clubes sociales, en Barcelona, en el País Vasco. Bajo el PP y Rajoy estaba muy claro que no se iba a hacer nada. Yo pensaba que con el PSOE se podría hacer algo, pero el problema es que están evaluando mal políticamente la situación. No reconocen que va a ser un gran éxito, algo inevitable. Es algo para abrazar, no para ignorar. 

¿Podría la marihuana convertirse en una nueva fuente de desigualdad?

Si no tienes cuidado, sí. Es una cuestión de cómo se redactan las leyes: reducir los costes económicos para entrar en el mercado y el precio de los permisos, crear préstamos y ayudas económicas para que personas de comunidades pobres entren en el mercado, etcétera. También estamos a favor del modelo de los clubes, donde la gente comparte cannabis, y su objetivo no es obtener beneficio económico. Por eso España tiene una posición muy interesante en este debate, porque ha hecho avances que otros países no han hecho.

El mercado negro sigue sin desaparecer. ¿Por qué?

No vamos a eliminar el mercado negro de la noche a la mañana, pero sí lo estamos reduciendo. Yo hago la comparación con la prohibición de alcohol y de tabaco. Tú todavía puedes comprar un cigarrillo individual de forma ilegal por la calle. Pero la cantidad de personas que lo están vendiendo y comprando así es mucho menor que antes. También puedes comprar alcohol ilegalmente y después de la prohibición no terminamos completamente con el sistema del mercado negro, pero poco a poco va desapareciendo. 

También está trabajando con el nuevo gobierno en México de Andrés Manuel López Obrador. ¿Cómo se deja sentir la legalización en México?

¿Hemos resuelto todos los problemas? No, pero es mejor que antes. Ha impactado a los carteles económicamente. Según algunos expertos, los beneficios económicos que derivan del cannabis eran de hasta el 20-25%. ¿Vamos a terminar con los cárteles y con la violencia en México con la legalización del cannabis? No. Pero si te digo que vamos a recortar un 20% los presupuestos del cártel de Sinaloa, el dinero que tiene para comprar armas, para chantajear a gente, eso es bueno. Y es el impacto del cannabis. Los cárteles no están a favor de la legalización de cannabis en Estados Unidos. Pero tampoco soy tan inocente como para decir que vaya a resolver todos los problemas.

Hablando del alcohol, ¿cree que hay tendencia a demonizar la marihuana con respecto a otras sustancias?

Sí, está clarísimo. Y, en nuestra opinión, las raíces de la prohibición de la marihuana tienen que ver con una idea en los años 20 del último siglo: que los mexicanos venían a los Estados Unidos y daban marihuana a las mujeres para aprovecharse de su situación cuando estaban fumadas, porque tiene un nombre bastante español: marihuana era una palabra de México.

Patriarcado puro.

También. En la época de Richard Nixon, que declaró una guerra contra las drogas, en las grabaciones de la Casa Blanca, él habla claramente de que su objetivo era ir en contra de los negros y de los hippies. La guerra contra las drogas siempre ha sido sobre control, pero no sobre el control de las drogas, sino de ciertas comunidades. No es casualidad que tengamos estas estadísticas que dicen que es ocho veces más probable que seas detenido por un delito relacionado con la marihuana si eres negro. Es a propósito.

¿Qué retos cree que enfrentará la marihuana legal en el futuro?

Tenemos una industria que solo está interesada en ganar dinero, y no le interesa la justicia social. Y luego tenemos que pensar más allá de la marihuana y hablar de otras drogas. Ver si podemos hacer algo como ha hecho Portugal: descriminalizar la posesión de drogas. O si podemos ir en la dirección de España, y avanzar en la dirección de una política de salud pública. Podemos aprender de lo que habéis hecho en las salas de consumo de heroína. Estados Unidos tiene una adicción a la justicia criminal como la única solución a las drogas y tenemos que ir más allá, y enfocarnos en la salud pública: tratamiento, ayudas... En Estados Unidos si tienes un problema con las drogas la solución del gobierno siempre ha sido la cárcel, detención... por eso tenemos una población enorme de personas en la cárcel por delitos relacionados con las drogas, muchas de ellas por posesión o por vender cantidades pequeñas.

¿Hay un doble estándar en cómo se está tratando la crisis de los opioides que afecta más a poblaciones blancas, que como se han tratado otros episodios de salud pública relacionados con las drogas, como la crisis del crack?

Tenemos un problema con los opioides, con la heroína, con fentanilo, que está afectando a comunidades rurales blancas. Ahora los políticos quieren hablar de tratamiento, de soluciones y de salud pública. Yo digo: muy bien, pero ¿dónde estabas hace 20 años, hace 30 años? Son los mismos políticos que entonces estaban dando discursos sobre cómo había que tener mano dura contra las drogas, contra el crack, contra la cocaína, contra la metanfetamina... drogas que afectaban a otras poblaciones. El doble estándar sigue hoy en día porque hablamos mucho de salud pública, de empatía, pero también tenemos un presidente que habla de la pena de muerte para traficantes de fentanilo. Que dice que su gran solución a la crisis [de los opioides] es un muro. Todo el mundo sabe que es una fantasía. Lo sabe él. Es una promesa que hizo a sus votantes que no puede cumplir, y que no tiene nada que ver con las drogas. El muro, la guerra contra las drogas, la prohibición de la marihuana, tienen más que ver con el control, la discriminación y la persecución de ciertas poblaciones. 

*Esta entrevista ha sido editada y abreviada para mayor claridad.

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