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Eunice Newton Foote, la científica olvidada que descubrió cómo se calienta la atmósfera

Eunice Newton Foote (1819-1888), científica y activista por los derechos de las mujeres de EEUU.

Sabina Caula y Sandra Caula

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Puede que haya dos negaciones que, al menos en los siglos XIX y XX, estén mucho más relacionadas de lo que se suele aceptar: la del sexismo y la del calentamiento global. Y las dos coinciden en la vida de la científica Eunice Newton Foote (1819-1888), climatóloga y defensora de los derechos de las mujeres, quien descubrió el fenómeno causante del desastre ambiental que, poco más de un siglo después, ha provocado daños irreversibles en el planeta.

El 23 de agosto de 1856, en la Octava Reunión Anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) en Albany, Nueva York, hubo solo un trabajo firmado por una mujer: Circumstances Affecting the Heat of Sun’s Rays (Circunstancias que afectan al calor de los rayos solares), de Eunice Newton Foote.

La importancia del trabajo de la climatóloga se revela, por cierto, en este dato: solo 16 artículos de Física escritos por mujeres se publicaron en Estados Unidos en el siglo XIX, solo dos aparecieron antes de 1889, y ambos fueron escritos por ella.

Newton Foote diseñó un experimento sencillo y muy ingenioso para mostrar cómo se calienta la atmósfera terrestre. Usando termómetros, cilindros de vidrio y una bomba de vacío, aisló los gases componentes de la atmósfera y los expuso a los rayos del sol, tanto a la luz solar directa como a la sombra. Al medir el cambio de sus temperaturas, descubrió que el dióxido de carbono (CO₂) y el vapor de agua absorben suficiente calor como para afectar a la temperatura atmosférica.

Pero aunque hizo el experimento, redactó el informe de resultados y se atrevió a enviarlo a la reunión, no pudo asistir a presentarlo y defenderlo, porque hace 164 años no estaba permitido que las mujeres asistieran a la AAAS. Su investigación la presentó el profesor Joseph Henry, de la Smithsonian Institution, aunque Foote consiguió que fuese publicada en The American Journal of Sciences and Arts, en noviembre de 1856. Pero enseguida fue olvidada.

Antes, en 1824, el matemático francés Jean Batiste Fourier había calculado que la Tierra debía ser mucho más fría y supuso que algo en la atmósfera debía actuar como una manta aislante. Pero solo los experimentos de Foote explicaron el fenómeno. Por años, sin embargo, el descubrimiento del cambio climático se atribuyó al premio Nobel Steven Arrhenius, y el del calentamiento global a Jhon Tyndall, quien mejoró los experimentos de Foote seis años después de que ella presentara su estudio.

En 2011, Raymond P. Sorenson, un investigador independiente —coleccionista de manuales científicos y coeditor de Oil-Industry History— reveló que en aquella reunión de la AAAS pasó desapercibido el trabajo más significativo: el de Eunice Newton Foote. En 2016, la climatóloga canadiense Katharine Hayhoe hizo una investigación y rescató la comunicación de Foote publicada por The American Journal of Science and Arts​. Ese año, el climatólogo Ed Hawkins publicó este tuit​, con el cual comenzaría la reivindicación de la científica.

Eunice Foote fue además una reconocida activista feminista, miembro del Comité Editorial para la Convención Seneca Falls de 1848, el primer acuerdo sobre los derechos de las mujeres en Estados Unidos. Junto a su marido Elisha Foote, estuvo entre las 78 mujeres y los 32 hombres de diversos movimientos y asociaciones políticas liberales que firmaron la Declaración de Seneca Falls (Declaration of Rights and Sentiments) sobre las condiciones y derechos sociales, civiles y religiosos de la mujer.

Foote se adelantó a la ciencia de su tiempo y explicó qué pasaría si aumentara la concentración de CO2 en la atmósfera: “… si el aire se mezclara con una mayor proporción de CO2 que en el presente, el resultado sería un aumento de la temperatura ambiental”. Así predijo el fenómeno que ha causado estragos en el planeta, en especial a partir de la revolución industrial, y cuyos efectos hoy no tienen precedentes en milenios.

En la primera mitad del siglo XX, Svante Arrhenius (1903), Guy Callendar (1938) y Gilbert Plass (1956) hicieron predicciones importantes sobre el aumento de CO2 atmosférico global en la era posindustrial y sus consecuencias en la temperatura del planeta. Luego el químico estadounidense Charles D. Keeling (1928-2005) desarrolló el primer instrumento de medición de CO2 en muestras atmosféricas. La 'Curva de Keeling' es el registro continuo más antiguo de CO2 atmosférico (1958-2021) que demuestra el aumento constante de los niveles de este gas en la atmósfera. Hoy hay más de 100 observatorios de CO2 atmosférico en el mundo.

La concentración de CO2 atmosférico pasó de 280 partes por millón (ppm) en la era preindustrial a 315 ppm en 1958, y en 2020 alcanzó las 410 ppm. La temperatura promedio global de la superficie terrestre ha aumentado 1,2 grados Celsius en 100 años. Las mayores cantidades de CO2 atmosférico se disuelven en los océanos, formando ácido carbónico y acidificando el agua. Y como los océanos almacenan el 80 por ciento del calor de la atmósfera, se derriten las masas de hielo de los polos y aumenta el nivel del mar (19 cm desde 1901 y 3,2 mm/año en la última década). Además disminuyen las nieves en las zonas montañosas y templadas, se pierde el agua para irrigación y consumo humano y cambian los patrones de precipitación que afectan directamente a la agricultura.

Por estos descubrimientos, la Asamblea General de la ONU aprobó en 1988 la resolución 43/53, sobre “la protección del clima para las generaciones actuales y futuras”. Y ese año el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Organización Meteorológica Mundial establecieron el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que publicó su primer informe en 1990. En junio de este año el IPCC publicó su informe Biodiversity and Climate Change IPBES-IPCC, que advierte de que el cambio climático ha entrado en código rojo.

Injusticia adicional es que sean los países industrializados (China, EEUU, India, Rusia, Japón y Alemania) los que emiten más gases de efecto invernadero (GEI) mientras que las zonas más afectadas por el cambio climático, según predicciones, serán las que concentran a países subdesarrollados. Hoy Canadá, EEUU, Rusia y Japón emiten 70% de GEI por habitante, mientras que Latinoamérica y el Caribe, por ejemplo, aportan menos del 6% de las emisiones mundiales.

Todos sabemos que los episodios meteorológicos extremos son más frecuentes cada día. Hay más olas de calor extremo, huracanes, tormentas e inundaciones. Este verano se han alcanzado temperaturas inconcebibles y los incendios han arrasado millones de hectáreas. La destrucción del hábitat de millones de especies animales y vegetales es alarmante, y esto afecta inevitablemente a la vida humana. Las pandemias que se podrían suceder son una muestra de ello, y se predice hasta un fenómeno de extinción masiva que se ha denominado la era del Antropoceno.

Aunque 160 años después de las investigaciones de Eunice Newton Foote la comunidad científica que la desconoció sabe perfectamente las consecuencias del calentamiento global, todavía hoy niegan el fenómeno muchos políticos, empresas y gente que se resiste a modificar su modo de vida. Lo niegan tanto como el sexismo que impidió reconocer a Foote. Quizá haber entendido ambos fenómenos a tiempo nos hubiera ahorrado montones de tragedias.

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