Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Las mujeres padecen la falta de consenso médico para abordar el síndrome de ovarios poliquísticos

Un diagnóstico inadecuado puede suponer una gran carga emocional

Teguayco Pinto

El síndrome de ovarios poliquísticos es considerado como una de las alteraciones endocrinometabólicas más frecuente en mujeres en edad fértil. Sin embargo, las dificultades en su diagnóstico y la falta de consenso sobre los criterios utilizados para definir la enfermedad hacen que muchos expertos empiecen a llamar la atención sobre la posibilidad de que haya mujeres que están siendo etiquetadas con una patología que no padecen, lo que pude resultar perjudicial.

Así lo señala un estudio publicado este mismo año en la revista British Medical Journal, en el que se asegura que los cambios de criterio diagnóstico han provocado un aumento de la prevalencia, que ha pasado de entorno a un 6% a un 20%. Según las autoras del artículo, “además de tener que tomar medicamentos a largo plazo, etiquetar a las mujeres sanas con este síndrome podría tener un impacto negativo en su salud y bienestar psicológico, induciendo miedo y ansiedad sobre la fertilidad futura y la salud a largo plazo”.

El síndrome de ovario poliquístico (SOP) consta de una serie de síntomas relacionados con un desequilibrio hormonal que se presenta en mujeres y niñas en edad reproductiva y que puede provocar cambios en el ciclo menstrual, aumento del vello facial y corporal, acné, quistes en los ovarios e infertilidad. La comunidad médica ha identificado algunos factores ambientales y genéticos que contribuyen al desarrollo del SOP, pero no saben exactamente qué causa la enfermedad.

Según los Institutos Nacionales de Salud de EEUU (NIH, por sus siglas en inglés), este síndrome afecta a entre el 5% y el 10% de las mujeres de entre 18 y 44 años. Sin embargo, esta institución señala que “dado que los criterios utilizados para definirlo continúan cambiando, se desconoce la cantidad exacta de mujeres afectadas”.

Precisamente en este cambio de criterios se ha centrado el análisis realizado por el equipo que ha desarrollado el estudio y que está formado por investigadoras de distintas instituciones australianas. Según estas especialistas, “los criterios de diagnóstico se han expandido con el tiempo y el número de mujeres diagnosticadas ha aumentado, lo que aumenta la preocupación sobre el posible sobrediagnóstico”.

Tres décadas de discusión sobre el diagnóstico

Los primeros criterios diagnósticos fueron establecidos en 1990 por los Institutos Nacionales de Salud de EEUU. Dichos criterios se centraban en la presencia de hiperandrogenismo, un exceso de hormonas masculinas que se suele manifestar mediante la aparición de vello facial, y también en alteraciones en la regla, ya sea por tener ciclos anormalmente largos, ausencia de menstruación o periodos sin ovulación.

La presencia de estos dos criterios es lo que da lugar al diagnóstico de lo que hoy se conoce como SOP clásico, ya que los criterios cambiaron en 2003. Ese año, en una reunión de expertos celebrada en Rotterdam, se agregó a los criterios la presencia de quistes en los ovarios detectados mediante ecografía, lo que dio lugar a que se expandiera el diagnóstico.

Los tres criterios que se utilizan actualmente son hiperandrogenismo, disfunción ovulatoria y presencia de quistes en los varios. Sin embargo, “para que se diagnostique un síndrome de ovario poliquístico solo se tienen que cumplir dos de estos tres criterios y según los que se cumplan se tendrá un fenotipo u otro”, explica a eldiario.es el doctor Manuel Luque, especialista en endocrinología reproductiva del Hospital Ramón y Cajal.

Finalmente, en 2012 un equipo del NIH volvió a revisar las pruebas disponibles y recomendó mantener los amplios criterios de 2003, pero sugiriendo que se especificase siempre el tipo de síndrome diagnosticado, dadas las diferencias entre los síndromes asociados a cada criterio.

“Todas las que cumplan dos de los criterios estarán diagnosticadas, pero es muy importante explicar bien a qué grupo pertenece cada una, porque no es lo mismo un fenotipo con o sin hiperandrogenemia, ya que estas últimas tienen unas características clínicas más sutiles o de menor gravedad”, explica Luque.

Además, este especialista insiste en las dificultades que hay en muchos centros para llevar a cabo todas las pruebas necesarias para verificar los criterios, lo que puede llevar a cierta laxitud. “Ya tenemos unos criterios que son inclusivos, si además añadimos que el cumplimiento de estos criterios es laxo, podemos terminar etiquetando a muchas mujeres con una patología que tiene una carga psicoemocional importante”.

Un etiqueta que puede marcar a las pacientes

Sobre la carga emocional asociada a este diagnóstico también también han hecho especial hincapié las autoras del nuevo estudio, ya que consideran que “la etiqueta de SOP puede tener consecuencias físicas y emocionales para las mujeres”, incluso cuando solo se padecen los tipos más leves. “Nos preocupa que las mujeres con síntomas leves de SOP o aquellas con bajo riesgo de futuras enfermedades reciban un diagnóstico de por vida que podría perjudicarles”, aseguran las investigadoras.

Varios estudios indican que las mujeres con SOP tienen niveles más altos de depresión y ansiedad, una menor autoestima, una imagen corporal negativa y una menor satisfacción sexual. “Lo que no sabemos”, explican las autoras del estudio, “es si éstos se deben únicamente a la afección y sus síntomas, o también se derivan de los efectos psicológicos de ser etiquetadas como portadoras de la enfermedad”.

A partir de los datos obtenidos en este estudio, así como en una investigación anterior sobre el efecto de la terminología médica en el bienestar de los pacientes, las investigadoras concluyen que “hasta que tengamos los datos adecuados, debemos proporcionar tratamiento para los síntomas, pero evitar hacer un diagnóstico, especialmente entre adolescentes y mujeres con fenotipos no hiperandrogénicos, ya que pueden experimentar angustia psicológica como resultado del diagnóstico”.

Un problema especialmente delicado en adolescentes

La mención que hacen estas investigadoras al diagnóstico del SOP en adolescentes es especialmente relevante, dado que muchas son diagnosticadas a edades tempranas, en las que algunos síntomas, como la irregularidad menstrual, se pueden confundir con los signos normales del desarrollo en esta etapa de la vida.

“Si una niña tiene una regla irregular e inmediatamente quieres diagnosticarla le vas a generar un problema, porque los trastornos menstruales son normales en las adolescentes, hasta por lo menos dos años después de la primera regla”, explica a eldiario.es la especialista en endocrinología pediátrica del Hospital Sant Joan de Déu, Lourdes Ibáñez.

Además, esta investigadora se muestra especialmente crítica con la aplicación de los criterios ecográficos en adolescentes, ya que “se prestan a muchísimas confusiones”, puesto que la observación ecográfica de “un ovario poliquístico o micropoliquístico en una adolescente es una variante normal” y es probable que lo que observe sea “simplemente un cambio fisiológico de la adolescencia que se va a solucionar solo”.

Ibañez reconoce que “existe un debate abierto”, pero aclara que en el ámbito de la pediatría y el tratamiento a adolescentes la posición “es la de ser más restrictivos y evitar el sobrediagnóstico. Tenemos que ser muy conservadores”.

Etiquetas
stats