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entrevista Ministro de Ciencia e Innovación

Pedro Duque: “Hay que distinguir entre lugares ventilados y cerrados para frenar la transmisión de COVID por aerosoles”

Pedro Duque, ministro de Ciencia e Innovación, durante la entrevista.

Marina Estévez Torreblanca / Alejandro Navarro Bustamante

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El ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque (Madrid, 1963), nos recibe la misma semana en la que el satélite español Ingenio debería haber entrado en órbita tras 13 años de trabajo y 200 millones de inversión. Un fallo durante el lanzamiento dirigido por la empresa francesa Arianespace, que aún se investiga, frustró la misión. Duque reconoce que hay desilusión entre quienes habían sacado adelante el proyecto, pero destaca que gracias al conocimiento obtenido se han firmado contratos por un valor económico superior. Respecto al hecho de que el satélite no estuviera asegurado, afirma que es la práctica habitual. “No es correcto utilizar el dinero de la I+D de estos proyectos en suscribir seguros comerciales”, afirma el astronauta e ingeniero aeronáutico, que aspira a dirigir la Agencia Espacial Europea (ESA) a partir de junio de 2021.

Duque –que admite que “las condiciones en las que se hace ciencia en España no son sostenibles y hay que mejorar las condiciones de los científicos”– está también centrado en la crisis del coronavirus. Su impresión es que España debe desarrollar una vacuna propia pese a la previsible e inminente llegada de los sueros de grandes farmacéuticas, que ya han anunciado resultados prometedores (la alianza de Pfizer y BioNTech y AstraZeneca van por delante en Europa): “La vida da muchas vueltas y tener una vacuna fabricada en España y con patente pública quizás no haga falta. O quizás sí”, subraya. Sobre los modos de transmisión del virus, a la puerta de la sala del Ministerio donde nos recibe queda clara en un cartel su posición al respecto: “En espacios interiores, para evitar contagio por aerosoles: ajustarse bien la mascarilla; bajar el tono de voz; ventilar antes y después de la reunión”. Duque cree que se debería distinguir entre lugares cerrados y con muy mala ventilación, y los que sí la tienen. Y desliza que en unas semanas podría haber medidas al respecto.

Ahora mismo hay una batalla mundial entre las grandes farmacéuticas por ganar la carrera de la vacuna. ¿Qué implicaciones tiene esta especie de guerra fría para el desarrollo científico y para la propia curación de la enfermedad?

Yo no lo vería en términos bélicos, es una carrera comercial también. Aparte de que hay un elemento positivo en ello, también hay gente que, sin querer ganar mucho dinero, ha dedicado sus esfuerzos a que haya vacuna. Y tampoco nos las están vendiendo a unos precios desorbitados. Es decir, estas empresas que están tratando de fabricar la vacuna están haciendo un grandísimo servicio y los centros científicos, que en muchos sitios son financiados por fondos públicos, como en España y en otros países, también están haciéndolo. 

La pandemia ha producido un salto grande en el desarrollo de una serie de tecnologías que estaban todavía incipientes y una de ellas es las vacunas de ARN mensajero, que jamás se habían autorizado, llevado a la práctica o ensayado hasta el final. Y eso nos ha dado un salto científico-tecnológico que es indudable y que podría haber salido mal. Pero estos ensayos que se están viendo ahora están funcionando al menos en los períodos de tiempo que tenemos, nos están demostrando una altísima fiabilidad, así que tenemos que estar contentos de que así haya sido. Y tenemos que estar contentos también en Europa de que hayamos negociado todos los países juntos y así tengamos todos acceso a las vacunas.

El Ministerio está financiando 12 proyectos de investigación sobre vacunas en España contra la COVID. ¿Por qué es importante tener una vacuna española pese a que van a llegar antes del exterior? 

Hay varios motivos. Lo primero es que con esta velocidad con la que ocurren las cosas ahora no nos damos cuenta, pero hace tres semanas no sabíamos si las vacunas iban a funcionar o no. Y había que tener todo tipo de tecnologías dispuestas por si acaso. Lo segundo es que existen vacunas españolas que utilizan esa tecnología, financiadas por fondos públicos y desarrollas en España, y luego existen otras dos o tres tecnologías diferentes que se están llevando hasta el final y que no se parecen a la tecnología de Pfizer, BioNtech y Moderna. Hasta ahora lo que sabemos es lo que se puede saber, que es que mucha gente ha cogido COVID no habiéndole dado vacuna y muy pocos o ninguno habiéndole dado la vacuna. 

La pandemia ha producido un salto grande en el desarrollo de una serie de tecnologías que estaban todavía incipientes y una de ellas es las vacunas de ARN mensajero, que jamás se habían autorizado, llevado a la práctica o ensayado hasta el final

Pero ¿cuánto dura todo esto? ¿Será será una inmunidad quizá permanente o tendremos que ir repitiendo? ¿Habrá gente a la cual se le pueda dar esta vacuna y quizás otros que les siente mal y que habrá que buscar otro tipo de vacuna? Por eso hay que tener todas las líneas abiertas. Y la primera vacuna que saliendo de investigadores españoles puede llegar a ensayos clínicos [la del doctor Mariano Esteban], es de una tecnología diferente. Por lo tanto habrá gente a la que a lo mejor le venga mejor. Y luego, la vida da muchas vueltas. Tener una vacuna desarrollada con fondos públicos y con patente pública y que se fabrica en España, quizás no haga falta. O quizás sí.

¿Qué podría ocurrir para que hiciera falta, que no llegasen las extranjeras a España?

Que no llegaran las dosis que hemos comprado no lo considero una posibilidad, pero nunca se sabe. Que lleguemos a la conclusión de que la inmunidad dura poquito, por ejemplo, y en las otras quizá dura más. No lo sé. Que haya que repetir la vacuna y entonces que los precios suban desorbitadamente por lo que sea. Tampoco quiero hacer especulaciones. Pero es importante tener otros planes, tener planes B, planes C, para todo lo que sea muy importante, como me enseñaron a mí volando aviones o cohetes, y saber qué es lo que harías “en caso de”. En este caso, si hubiera cualquier problema con las vacunas que ahora no podemos ver, tendríamos vacunas de otras tecnologías desarrolladas por proyectos españoles con patente española y fabricadas en España. Eso puede ser un plan B.

Se está poniendo mucho énfasis y esperanza en las vacunas. Incluso se llegó a decir que las primeras dosis estarían disponibles en diciembre. ¿Cómo cree que se está comunicando este tema? Quizás si las vacunas no llegan tan pronto puede haber un efecto rebote de desafección y cansancio.

Todavía existe la posibilidad, por cómo están saliendo los ensayos y la fabricación, de que sí haya vacuna aprobada, al menos provisionalmente, este mismo año. Yo creo que es mucho peor que a la gente le dé la impresión de que se está tomando la cosa con demasiada prisa y que no se están haciendo las comprobaciones adecuadas. Y lo que está claro es que en España o en Europa cualquier vacuna que se ofrezca a la población habrá pasado todos los filtros de la Agencia Europea del Medicamento y la Agencia Española, con el mismo rigor con que el que pasan todos los demás medicamentos. Con lo cual si hay que esperar un par de semanas más para hacer todas esas comprobaciones, pues habrá que hacerlo.

¿Se fía usted igual de las agencias por ejemplo rusas o chinas a efectos de vacunas? 

Nosotros en Europa nos fiamos de la Agencia Europea del Medicamento y de las agencias nacionales, que están coordinadas por la Agencia Europea. Y si una empresa de algún otro país de fuera, como ya lo han hecho desde los Estados Unidos, tiene una vacuna que ofrecer y abre todos sus libros para ver exactamente cómo han sido los ensayos clínicos, persona a persona, por supuesto que se consideraría. De momento, que yo sepa, y creo que tengo la información bien fresca, ninguna vacuna que no sea europea o americana se ha presentado para ese proceso.

Hay una creciente evidencia científica sobre la importancia de la transmisión de COVID por aerosoles. Y algunos especialistas incluso consideran que debería usarse sólo mascarillas EPI en interiores, no quirúrgicas o de tela ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Hay diferencias entre Ciencia y Sanidad sobre este asunto?

Durante este tiempo me he dado cuenta de que las velocidades son distintas. La sanidad es un sistema que está en operación y que recibe el conocimiento nuevo por parte de Ciencia, pero lógicamente tarda un tiempo en asimilarse, en cambiarse todos los procedimientos, hasta que todo el mundo está convencido. Aquí estamos haciéndolo realmente deprisa. El documento base que explica cómo la sanidad española considera que se transmite este virus ya está alineado con el nuevo conocimiento que viene de la ciencia y lo han hecho muy deprisa. 

El proyecto Ingenio no es un fracaso absoluto. Una gran parte del valor de toda esta inversión es el conocimiento generado. La industria, precisamente por esa capacitación, ha conseguido contratos que suponen un valor del doble del valor del satélite.

Si hay que cambiar el tipo de medidas por eso, pues tardará un poquito más, porque son más difíciles de hacer experimentos súper detallados en ese sentido. En ningún sitio se está tampoco mucho más avanzado de lo que estamos aquí en cuanto a uso de cierta mascarilla o no. Que hay que abrir una ventana, ya lo tenemos claro. Pero en los casos un poco más límite, en los que uno está en un sitio mal ventilado, entonces, ¿qué haces? Te pones una mascarilla, o dos, una encima de otra, o te pones un EPI. O lo más lógico, que es no ir. Seguro que en cuestión de semanas se dilucidará este asunto también, si han de cambiar las medidas.

¿Y en qué sentido cree que podrían o deberían ir estas medidas? 

Ya está claro, para todo el mundo, que hay que ventilar. En los colegios se está llevando a rajatabla desde el principio del curso escolar. Ahora hay que ver qué se hace en los colegios si hace muchísimo frío. Esto también se está pensando. Todo esto es una consecuencia de que ya se sabe que el virus se transmite por el aire, ese término de aerosoles que ahora ya conocemos todos. Quizás ahora hagamos una distinción entre los sitios que están cerrados y con muy mala ventilación y aquellos que tienen buena ventilación. Yo pienso que en algún momento tendremos que hacer eso.

¿Qué supone el fracaso de la puesta en órbita del satélite Ingenio? ¿Se plantea un nuevo proyecto similar?

El fracaso no es absoluto. Una gran parte del valor de toda esta inversión es el conocimiento generado. Y de hecho, en este caso ni siquiera tiene un retorno a largo plazo, sino incluso bastante corto. La industria, precisamente por esa capacitación, ha conseguido contratos que suponen un valor del doble del valor del satélite. Pero este proyecto de I+D también tenía un valor a posteriori que era proporcionar imágenes. Hemos hablado con la Agencia Europea del Espacio para que veamos cómo obtener imágenes de otros satélites parecidas a las que hubiéramos obtenido con el Ingenio y así ser capaces de hacer lo que queríamos hacer, que era ayudar a la digitalización del campo en agricultura, controlar mucho mejor el medio ambiente, las talas, vertidos... Eso es cómo lo estamos planteando, tirar para adelante. 

La gente que ha trabajado en ello, por supuesto están muy desilusionados porque nos falta una cosa. Hemos generado el conocimiento, pero no hemos podido comprobar que ha dado un producto de alta calidad. Aunque sí hemos pasado toda una serie de revisiones, conforme a los estándares de la Agencia Europea del Espacio, y casi seguro era de alta calidad. 

Ha sorprendido que la misión no estuviera asegurada ¿Por qué no se aseguran misiones de este tipo en las que hay importantes inversiones en juego?

Es la decisión de prácticamente todas las agencias que lanzan al espacio resultados de proyectos de I+D: no contratar seguros comerciales para esas misiones. Primero, porque la mayor parte del valor está en el conocimiento adquirido, con lo cual es difícil valorarlo ¿qué habría que asegurar? Y por otro lado, el dinero de I+D tampoco es justificado ni correcto utilizarlo, millones de euros, en hacer un seguro con una casa comercial. Hemos comprobado que a lo mejor hay uno o dos proyectos de I+D en toda la historia que por alguna circunstancia muy especial han contratado seguro. En todos los demás, y hablamos de cientos de satélites, se hace así. Es un caso absolutamente distinto de la compra de un satélite comercial que te tiene que dar servicios y con el cual quieres ganar dinero, y que sí se asegura. Eso no tiene nada que ver. Una compra comercial y un proyecto de I+D no se pueden ver de la misma manera.

Ya que es el segundo accidente de este tipo que se produce en poco tiempo ¿debería replantearse a su juicio la colaboración con la empresa Arianespace?

Esta empresa somos todos, al final. Debajo de Arianespace está la ESA. No estamos hablando de un proveedor comercial al uso. Lo que desde luego hay que plantear, y ahora mismo hay equipos trabajando intensamente, es qué tipo de error ha sido, de diseño, o de integración y centrado del propio cohete, de operación, de llenado de combustible. Para que no nos vuelva a pasar. Esta repetición de fallos, desde luego nos hace levantar la bandera de que quizás haya algo mal. Dentro de un par de semanas o tres tendremos un informe completo, prolijo e independiente sobre qué es lo que ha ocurrido.

Empresas privadas como SpaceX están poniendo satélites en órbita e incluso acaban de lanzar su primera misión tripulada a la Estación Espacial Internacional verificada por la NASA. ¿Este es el futuro de la carrera espacial? ¿Debería apostar Europa por este tipo de colaboraciones?

Las industrias privadas son las que han fabricado siempre los ingenios que hemos lanzado al espacio. Las naves Apolo las hacía la McDonnell Douglas con la Boeing. El destino de las tecnologías que desarrollamos con fondos públicos, con I+D, es mejorar la economía del país a base más innovaciones, más productos y mejores puestos de trabajo, por lo cual tienen que pasar al mercado. Por eso la NASA y la Agencia Europea del Espacio desarrollaron los primeros satélites de telecomunicaciones y poco a poco han pasado a las empresas privadas de televisión, por ejemplo. 

Se fomentó desde Estados Unidos que las naves de transporte a la EEI cayeran dentro de esa categoría de empresas privadas prestando un servicio aeroespacial. Cohetes como Spacex, Orbital, Northrop Grumman y algún otro que se han comprado de esa manera, han tenido un montón de dinero público, pero entregado de otra manera, como compra de servicios.

¿Tendríamos que plantearnos hacer eso en Europa? No lo hemos hecho hasta ahora. Nos ha parecido que la estructura de la industria europea no era apropiada para eso. Pero con cada una de las tecnologías que desarrollamos con el I+D público está sobre la mesa decidir cuándo es el momento en el que pasan al mercado.

¿Por qué la ciencia en España se encuentra más atrasada que en otras partes del mundo a pesar del nivel de sus científicos?

Rebato que la ciencia en España esté atrasada. Ahora mismo estamos en el puesto 12 por número de publicaciones, incluso por encima de nuestro nivel de riqueza, con un porcentaje en niveles altos de excelencia que es prácticamente el mismo que Alemania. Lo que sí es verdad es que las condiciones en las que se hace ciencia en España no son sostenibles y hay que mejorarlas para los científicos. Aparte, por supuesto, de mejorar la financiación. Estamos muy empeñados en crear una carrera científica estable en la que la gente entre a una edad más temprana, en el momento en el que la producción científica es la más alta. Es decir, unos contratos que permitan formar una familia sin la precariedad que les hace dudar de si podrán o no dedicarse a la ciencia. La ciencia todavía está bien, pero no está en situación estable.

¿Cómo se concretaría en estos contratos? Va a haber un estatuto para el personal docente investigador, pero ¿qué pasa con el personal que no es docente, por ejemplo, científicos que trabajan en centros públicos?

Ahora mismo no está todavía enviado al Consejo de Ministros, pero la idea está ya bastante asentada y puesta en los compromisos del plan de choque. Es una forma de contratación estable que a la vez implica una evaluación de excelencia por tribunales al cabo de cuatro o cinco años, que es lo que se llama en otros países tenure track. Uno tiene un contrato estable, pero tiene que marcarse unos hitos de excelencia científica. Quien aprueba, se queda, y quien no, pierde el tenure. Como están bien seleccionados de origen, lo más normal es que la mayor parte de la gente se quede. Es una nueva forma de contratación para que el primer contrato estable no sea como funcionario, al que las personas acceden como media con cuarenta y muchos años. Así no podemos seguir. Queremos que esto sea la forma normal de acceder al sistema de ciencia de España. Y esa misma forma de contratación podrían utilizarla las universidades para contratar personal excelente científico.

¿Qué garantías hay de que estos contratos, de llevarse a cabo, se mantengan cuando por ejemplo no haya un aluvión de dinero de Europa como el de este año o cuando haya un cambio de gobierno?

Es obvio que las decisiones que se toman en el área de Ciencia e Innovación tienen que ser de largo plazo. Los vaivenes que ha habido han sido muy perniciosos para el sistema y para la economía. Por eso hemos planteado un pacto que ya han suscrito medio centenar de organizaciones civiles, científicos, empresarios, sindicatos, en el que ponemos lo mínimo: que se mantengan estos sistemas de contratación, que las agencias de financiación sigan estando dirigidas por gente con criterio profesional y que estén coordinadas entre ellas bajo un mismo paraguas, de manera que pueda fluir la ciencia hacia el tejido productivo. Y lógicamente, la financiación. Tenemos que llegar a las metas. Para este año teníamos que tener el 2% del PIB, y no ha sido posible, para el 30 tenemos que tener el 3% y con una cierta proporción de fondos públicos. El 1,25% del PIB, que es lo que marca la UE como financiación pública del I+D+i, tampoco parece mucho.

Una encuesta de su Ministerio durante el confinamiento reveló que entre las científicas también hubo una brecha de género, con las mujeres encargándose de las tareas del hogar y que se resintió su producción científica. ¿Hay algo que pueda hacer su departamento respecto a esta realidad?

En realidad, la producción científica de las mujeres no bajó tampoco sustancialmente. Lo que sí quedó claro en las respuestas es que habían trabajado el doble, porque se habían ocupado en mucha mayor proporción de las tareas de la casa. Tenemos muy presente siempre no perder esa proporción grande de talentos que son mujeres, que normalmente es más o menos el 50%. Las mujeres, cuando son madres, en una alta proporción se suelen ocupar de los hijos. Tenemos que hacer que la carrera científica ese período se les cuente de forma especial, no se les “descuente”, digamos. Y por otro lado, lo más importante que siempre me transmiten las asociaciones de mujeres científicas e individualmente es el problema de la precariedad. Si en una pareja hay tanto un hombre como una mujer que quiere dedicarse a la ciencia, muchas veces uno de los dos deja la carrera, porque no les sale a cuenta o porque se tienen que mover y no pueden los dos. Y la inestabilidad en el puesto de trabajo es el factor más importante de abandono por parte de las mujeres.

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