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El contagio por aerosoles abre un nuevo debate: ¿deberíamos usar mascarillas con más protección en interiores?

Una madre le coloca la mascarilla a su hija.

Marina Estévez Torreblanca

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Científicos españoles consideran que las mascarillas que se usan en lugares interiores deberían ser obligatoriamente las que tienen un mayor grado de protección, es decir, las que tienen un filtro protector FFP, para evitar contagios de COVID. “Con quirúrgicas e higiénicas (de tela) en sitios cerrados no vamos a parar el virus”, advierte el investigador José María Lagarón, del Instituto de Agroquímica y Técnica Alimentaria (IATA-CSIC). Por eso, opina que debería haber un cambio en la normativa que permite en la actualidad que en interiores cualquier mascarilla sirva. Su equipo es el que ha creado las mascarillas de nanofibras del CSIC.

La necesidad de utilizar mascarillas con mayor grado de protección en interiores estaría relacionada con la transmisión del virus por aerosoles o por vía aérea, un modo de contagio sobre cuya importancia no hay consenso. Según algunos científicos es evidente que ocurre y por tanto debe atajarse, y según otros, si hubiera contagios masivos de coronavirus por el aire implicaría que casi todos estaríamos infectados, algo que no ocurre. Los científicos tienen claro que la COVID-19 se transmite a través de las gotitas ‘grandes’ de saliva, pero no hay unanimidad sobre si los aerosoles, las diminutas partículas que emitimos al respirar y se mantienen un tiempo en el aire, también desempeñan un papel importante.

Fuentes del Ministerio de Sanidad indican a este medio que de momento no hay previsión de modificaciones en las normas que regulan el uso de mascarillas y los tipos recomendados. “En cualquier caso, el CCAES y Sanidad Ambiental del Ministerio de Sanidad revisan desde hace semanas la literatura científica y últimas publicaciones sobre la transmisión por aerosoles”, añaden. En zonas cerradas ahora mismo es perfectamente correcto usar una mascarilla quirúrgica o de tela.

Tres tipos de mascarilla: EPI (FFP), quirúrgica e higiénica (tela)

Las mascarillas con más protección son los Equipos de Protección Individual (EPI), que en función del grado de protección pueden ser de tipo FFP1, FFP2 y FFP3, y son las dos últimas las más efectivas. En estos momentos, estas mascarillas solo se recomiendan en España a profesionales en contacto con el virus y a determinados grupos vulnerables, siempre por prescripción médica. Sirven para crear una barrera entre un riesgo potencial y el usuario, filtrando el aire inhalado y evitando la entrada de partículas contaminantes en el organismo.

En segundo lugar en cuanto a grado de protección están las quirúrgicas, que son las que se usan en ambientes clínicos. La OMS las recomienda para mayores de 60 años, o con enfermedades preexistentes, y personas que hayan sido diagnosticadas de COVID-19, tengan o no síntomas. Hay dos tipos en función de la eficacia de filtración, el mayor es el tipo II). Es el marcado CE el que asegura que el producto cumple con la legislación, mientras que la referencia a la norma UNE EN 14683 asegura el cumplimiento de un estándar de calidad. 

Otro tipo de mascarillas que se usan en esta pandemia son las higiénicas, compuestas por una o varias capas de material textil y que pueden ser reutilizables o de un solo uso. Son las que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) a toda la población, salvo que se pertenezca a un grupo de riesgo determinado. “Esto es especialmente importante cuando no se pueda mantener la distancia física, en particular en entornos de aglomeraciones y en interiores poco ventilados”, afirman.

Según Lagarón “hay algunas mascarillas de tela que sí tienen una buena confección y que están certificadas incluso con propiedades de quirúrgicas, pero la mayor parte son una tomadura de pelo. Como no estás obligado a cumplir una certificación, las venden como higiénicas”, dice. El Ministerio de Consumo recomienda prestar “especial atención” en el etiquetado a si vienen indicados ensayos y sus resultados. La referencia a la norma UNE asegura el cumplimiento de un estándar de calidad (UNE 0064, UNE 0065 o CWA 17553). 

Recomienda además el científico del CSIC para descubrir si una mascarilla higiénica (de tela) tiene un filtro mínimamente adecuado utilizar el truco de colocar la llama de un mechero frente a la boca con ella puesta. “Si soplas y eres capaz de apagar la llama, entonces es que más que una mascarilla llevas una red de tenis”, remarca.

FFP en interiores

A pesar de las recomendaciones de la OMS, Lagarón tiene claro que las mascarillas adecuadas para evitar la transmisión por aerosoles en interiores, cuya existencia defiende, son las EPIs del tipo FFP2. “Mi familia y yo solo hemos llevado quirúrgicas y sanitarias en exteriores y EPI en interiores desde el principio de la crisis de la COVID”, recalca. Su equipo está trabajando con el Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV) para desarrollar y proponer nuevos métodos de ensayo que añadir a la norma en España. Trabajan en el diseño de mascarillas y ensayos de uso que puedan ser incorporados a las normas, más funcionales para contemplar un uso extendido y a la vez más específicos para asegurar la protección frente al virus.

Como explica el director del IBV, Javier Sánchez, están investigando cómo hacer más eficaces en términos de ajuste y cómodas las mascarillas. “Todo lo que se pueda avanzar en mejorar el ajuste, directamente relacionado con la efectividad de la mascarilla, y el confort, que está directamente relacionado con la norma de llevarla puesta, va a contribuir a que tengamos una herramienta efectiva de protección”.

Por el momento, esta idea de hacer obligatorias las EPI en interiores choca al menos con una barrera: no existen para niños, que precisamente deberían utilizarlas en clase. El equipo del CSIC está investigando una mascarilla FFP para caras pequeñas, así como semitransparente en respuesta a las demandas del colectivo de personas sordas.  

“Si tú reduces el área de la mascarilla EPI para que se ajuste a un niño, es más difícil que pueda pasar la norma, entre otras cosas por los requisitos de respirabilidad que se requieren. Pero es posible. Nosotros hemos visto que con nuestros desarrollo de nanofibras, al ser el filtro muchísimo más fino sí que conseguimos mejores niveles de confort en el uso de EPIs que podrían ser soportables por parte de los mas pequeños”, asegura.

El debate de los aerosoles 

No todos los científicos están de acuerdo con estas ideas relativas al contagio por aerosoles y a la necesidad de hacer obligatorias las EPI (FFP) en interiores. El virólogo Juan Ayllón remarca que precisamente las miles de aulas cerradas por casos puntuales de COVID y el hecho de que no se hayan producido apenas brotes en ellas demuestra que la transmisión por aerosoles no es tan importante. “Si el virus se transmitiera bien por aerosoles nos habríamos contagiado todos hace tiempo”, afirma. 

El alcance de la transmisión por aerosoles (gotitas respiratorias con un diámetro inferior a 5 micras), un fenómeno también conocido como “transmisión aérea”, a través de partículas suspendidas en el aire, es una de las posibilidades que mayor controversia sigue generando en torno a los métodos de transmisión de la enfermedad. 

Uno de los mayores defensores de la importancia de la transmisión por aerosoles es el zaragozano José Luis Jiménez, experto en química-física de aerosoles atmosféricos de la Universidad de Colorado. Ha calculado que son responsables del 75% de los contagios de coronavirus. “Hay muchísimas más evidencias (del contagio) por aerosoles que por gotas”, afirma Jiménez. Cree que la OMS ha rechazado por una “cuestión histórica” el contagio por el aire, como ya hizo en su día con la tuberculosis durante 40 años, por una razón “práctica”: en un principio no se contaba con suficientes mascarillas para protegerse de la infección.

El virólogo Juan Ayllón admite que “si los aerosoles son tan críticos en la transmisión del virus, efectivamente las mascarillas normales hacen poco porque los aerosoles van a pasar por ahí”. Pero él lo pone en duda: “Todavía no tenemos tan claro que los aerosoles tengan tanta relevancia como un determinado grupo de científicos nos quieren hacer ver”. Sí admite que en determinados ambientes, como inicialmente los hospitalarios, con altas concentraciones de virus y sin ventilación, puede darse esta transmisión. “La cosa es la relevancia del número de casos. Si el virus se transmitiera bien por aerosoles nos habríamos contagiado todos hace tiempo”.

A su juicio, los contagios que se están produciendo en ambientes cerrados no son por usar mascarillas higiénicas o sanitarias, sino porque la gente directamente se las quita y empieza a hablar a una distancia de centímetros. 

“Este virus se contagia de manera muy rara. La mayoría de los infectados no contagian a nadie o contagian a una sola persona. Y hay infectados que transmiten a mucha gente. ¿Por qué pasa? No tenemos ni idea. Esa persona secreta más virus de la cuenta o es un virus distinto de alguna manera”, señala sobre los llamados “supercontagiadores”.

Además, desde un punto de vista de la salud pública opina que lo primero que hay que plantearse es si puede implementarse que la gente lleve EPIs en los sitios cerrados. “Creo que la respuesta es un no rotundo. Muchas familias ya están pasándolas canutas económicamente aunque los niños lleven una mascarilla normal. Y no olvidemos que los EPI son útiles si se pusan en las condiciones que se tienen que usar, es decir, dos horas y ponerse otro”, subraya. “Si todos fuéramos con trajes de laboratorio no se contagiaría nadie. La pregunta es si eso se puede implementar o no”. 

En cualquier caso, su opinión es que las medidas de prevención (mascarillas, distancias, lavado de manos) por sí solas no valen, pero todas juntas dificultan el contagio. “Se puede explicar como lonchas de queso suizo, todas tienen agujeros, pero si pones varias, unas encima de otras, al final el virus no puede atravesarlas”.

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