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Pitillos a toda prisa y fuera del campus

Cartel informativo: Campus sin humos

Cristina Armunia Berges / Daniel Sánchez Caballero

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Un espacio libre de humos. Ni a las puertas de los edificios, ni por las aceras, ni en las zonas verdes. La Universidad Carlos III de Madrid prohíbe desde el pasado 1 de septiembre fumar en los espacios exteriores del campus y esto incluye también los accesos y las aceras. Si alguien quiere hacerlo, tendrá que irse a la acera de enfrente. Los alumnos aceptan la medida, comprenden que el tabaquismo es un problema y que, además, el humo puede molestar a los compañeros que no fuman, pero muchos desconocen qué pasará si les pillan dando una calada o si podrán seguir fumando en los descansos. Muchos aprovechan las pausas, por breves que sean, para fumar con prisas un cigarro.

“Los alumnos que quieran fumar tendrán que salirse del campus”, dice Iria Fernández, portavoz de la Delegación Crítica de estudiantes de la Carlos III. “Es verdad que en menos de cinco minutos puedes estar fuera, al menos en el campus de Getafe, pero no deja de ser molesto porque en los cambios de clase, que solo duran quince minutos, tener que salir, fumar y volver, sobre todo para los que fuman de liar, va a ser complicado”, comenta Fernández. “Pero no ha sido traumático o un problema de mucha entidad”.

En la calle, justo antes de poner un pie en el campus de Getafe, puede verse a gente apurando un cigarrillo incluso en día de lluvia. Algunas llevan paraguas y otros se refugian en las marquesinas de la calle Velarde. “No ha habido mucha movilización, ni de crítica ni nada desde el movimiento estudiantil, pero sí que ha habido mucha gente que se ha quejado a nivel individual”, apunta Fernández.

El objetivo de esta medida, según explican desde la Universidad Carlos III, “es tener un medio que sea más saludable y sostenible” y también que la gente “tome conciencia de que el tabaco no es bueno” y de que a otras personas “les puede molestar”, según explica Salomé Abril-Martorell, gerente de la Universidad Carlos III. “Ya no puede fumar nadie. Esta mañana me he dado una vuelta y no he visto a nadie fumar”, remata.

La medida se aprobó con el apoyo unánime de todo el Consejo de Gobierno el pasado mes de junio. “No sé si hubo una abstención”, recuerda Abril-Martorell. Por el momento, solo han recibido una queja, pero desde un correo electrónico que no tienen registrado, por lo que consideran que no procede ni del alumnado ni de los trabajadores.

Ahora los estudiantes que fuman buscan la salida más cercana y encienden sus cigarrillos en la calle, fuera del campus. Algunos jóvenes comentan que no tiene mucho sentido no dejarles fumar en los jardines del campus, donde consideran que pueden estar más espaciados. Al tener que salir a fumar fuera, todos terminan haciéndolo en los puntos acceso, pegados a la puerta. “Lo entiendo, por un lado, pero por otro, me parece un poco tontería porque yo, que estoy en cuarto, nunca he visto que esté todo el mundo fumando, que esté todo lleno de colillas o que se junten muchos grupos”, explica María, estudiante de Derecho y Ciencias Políticas, mientras termina de liarse un cigarro. “De hecho, me parece que ahora sí que se hacen más aglomeraciones en las salidas. En las puertas se juntan grupos grandes porque al final todo el mundo va a la salida a fumar”, explica.

“La medida nos la hemos tomado bien. Al final son las normas y las normas son las que marcan un poco lo que tenemos que hacer. No queda otra que aceptarlas, salir y mojarse un poco”, comenta divertido Ángel, que estudia el doble grado de Periodismo y Comunicación Audiovisual mientras apura su cigarrillo. Este martes les ha tocado mojarse porque en la pausa de las 12:00 no paraba de llover.

Elena, otra estudiante de Derecho y Políticas, asume la medida, pero también considera que ahora se producen aglomeraciones que antes no se veían. “No está mal del todo [la medida] porque el tabaco no es bueno y supongo que a la gente que no fume le molesta. Pero yo creo que la gente se está acumulando en las puertas para fumar y al final los no fumadores se tragan el humo igual y entonces no lo entiendo. Siendo el campus amplio, creo que podrían habilitar zonas. Dar algún consejo para que los estudiantes no se acumulen en las puertas”, protesta en la misma línea que María.

“Sí que es verdad que es un poco llamativo que esta restricción se aplique ahora que parece que la pandemia está remitiendo, pero sobre todo que se aplique esta restricción pero, por ejemplo, haya aulas en las que no hay una distancia de metro y medio entre los estudiantes”, protesta Fernández. “Suponemos que es una cuestión de dar una imagen de una universidad libre de humos y moderna”. 

El acuerdo del Consejo de Gobierno para el establecimiento del campus “libre de humos” se enmarca dentro del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.

Durante el curso pasado, explican, recibieron numerosas quejas de los alumnos no fumadores. “A raíz de la COVID-19, al demostrarse que por el humo cercano del tabaco se podía transmitir el virus, sí que tuvimos muchas quejas porque la gente fumaba en las entradas de los edificios”, comenta Abril-Martorell y por eso se planteó la idea de restringir de manera definitiva el tabaco en todo el campus.

“Existen estudios que demuestran una peor evolución de la enfermedad [COVID-19] en pacientes fumadores y que indican que fumar conlleva un riesgo 1,45 veces más alto de desarrollar una forma grave de los síntomas que en personas no fumadoras”, arguyen desde la Universidad Carlos III.

Según el portavoz de SESPAS y ex director general de Salud Pública del Gobierno de España, Ildefonso Hernández Aguado, se trata de “un paso más que da esta universidad”. “Yo veo positivo que se avance en ir sacando el humo de todos los espacios. Sobre todo, de los espacios de formación, y me parece una medida positiva, entre otras cosas, no solo por la salud de las personas, también para reducir al máximo la contaminación”, ha explicado Hernández. Reducir la exposición al humo incluso en exteriores, argumenta, “normaliza la ausencia del tabaco y facilita mucho dejar de fumar”.

La autonomía universitaria

En el plano legal, la Universidad se apoya por un lado en la Ley 28/2005, de 26 de diciembre, de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publicidad de los productos del tabaco, modificada por la Ley 42/2010, de 30 de diciembre, que dispuso en su artículo 7 la prohibición de fumar, tanto en los centros de trabajo públicos, centros y dependencias de las Administraciones Públicas y entidades de Derecho Público y en los centros docentes, salvo en los espacios al aire libre de los centros universitarios, siempre que no fueran accesos inmediatos o aceras circundantes.

La idea en este caso es dar un paso más de la mano del principio de autonomía universitaria, recogido en el artículo 27.10 de la Constitución y desarrollado en la Ley Orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades. “Legalmente hay una cosa que se llama el principio de autonomía universitaria por el cual tenemos la potestad de autoorganizarnos y administrar la universidad como queramos en relación con los bienes y con los espacios de los que la universidad es titular con lo cual estamos totalmente amparados”, añade la gerente.

El experto Hernández Aguado cree que “la perseverancia” a la hora de tomar medidas contra el tabaquismo es algo indispensable. “El tabaco es un problema para los objetivos de desarrollo sostenible, para el conjunto de la sociedad”, añade. “Aunque tengas la libertad de fumar, cuando tengas un cáncer de pulmón o un cáncer de vejiga, lo pagaremos entre todos y me parece muy bien que lo paguemos entre todos. Pero, al mismo tiempo, les pedimos a los que fuman que tengan en cuenta estas externalidades negativas de su consumo. Como también pedimos que se deje de usar el coche en el centro”, concluye. 

En cuanto a las penalizaciones por fumar, no existe una idea clara entre el alumnado. “Simplemente te dicen que no fumes dentro y lo tiras. No tengo entendido que haya ningún tipo de repercusión”, comenta Eva, que ha aprovechado un descanso largo para salir a una acera fuera del recinto, sentarse en un banco y fumar. “En los descansos de 15 minutos es más complicado. He visto a alguna gente fumando dentro, pero tampoco nos vamos a morir por no fumar en los descansos de 15 minutos. Podemos aguantar”, explica esta estudiante de primero de Humanidades.

“Hablaban de sanciones, pero más del tipo incidencia, no sanción económica ni supongo que expulsión. Bueno, no lo sé. Porque yo sí que veo que hay gente que sigue fumando en el campus”, añade Elena.

La Universidad, por su parte, aclara que la medida no tiene un objetivo sancionador sino, más bien, de concienciación. “Este acuerdo prevé una medida muy residual sancionadora. Hasta ahora el procedimiento es el siguiente: si ven a alguien fumando hay vigilantes en la universidad que les avisan de que no pueden fumar. Ha habido muy poquitos casos”, indica la gerente. “¿Qué pasa si alguien dice que no quiere apagarlo, quiero seguir fumando y me voy a fumar tres? Pues no lo sé lo que va a pasar porque no lo tenemos todavía muy previsto. Supondría una falta leve y si es reincidente podría convertirse en grave”.

“Espero que no tengamos que llegar a nada de esto”, concluye. Desde la Universidad destacan que “son muy pioneros en esto”, al ser la primera universidad pública que lo aplica en Madrid, según indica la gerente, y esperan que sirva para que los estudiantes reduzcan el número de cigarrillos que se consumen a lo largo del día.

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