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La Unión Europea carece de una estrategia contra la desertificación que avanza impulsada por el cambio climático

Vista de la zona desértica de Tabernas (Almería).

Raúl Rejón

A pesar de ser un problema real y creciente, la Unión Europea carece de una estrategia eficaz para combatir la desertificación. La Comisión ni siquiera tiene “una idea clara del problema”, ha sentenciado el Tribunal de Cuentas Europeo en un duro informe sobre la falta de acción específica contra la degradación del suelo, uno de los efectos más agudos que el cambio climático produce en Europa en general y España en particular.

13 estados de la Unión se han declarado afectados por la desertificación. España es uno de los más perjudicados con un 74% del territorio en riesgo –con un 18% en nivel alto o muy alto–. La Región de Murcia, Comunidad Valenciana y Canarias muestran riesgo alto o muy alto en el 90% de su suelo.

Los auditores han analizado los proyectos europeos de lucha contra el aumento de la aridez y ha encontrado una batería de acciones que “contribuyen” a frenar el avance de la desertificación, pero “se desconoce el importe total de fondos de la UE previstos y utilizados para abordar este problema”.

La política agraria, la forestal, la acción climática o la política regional colaboran, según el Tribunal, a esta lucha, pero “no se centran específicamente en esta cuestión”. Está falta de coherencia ha hecho que no se haya llevado a cabo una evaluación del objetivo común de mantener neutra la degradación de suelos en 2030. Los analistas concluyen que “en la UE no se dispone todavía de una visión clara y compartida sobre cómo lograr la degradación neutra del suelo para 2030”.

La desertificación es una amenaza cada vez mayor “provocada por las actividades humanas y el cambio climático”, subraya el informe. Entre esas actividades incluye “la sobrexplotación o uso inefeciente del agua, el pastoreo excesiva y la deforestación”. El aumento de temperatura media tiende a empeorar la degradación de las tierra secas: “Cuando está extremadamente seca, es susceptible a la erosión, inclusive durante inundaciones repentinas, en las que la capa superficial del suelo es arrastrada rápidamente, lo que degrada aún más la superficie terrestre”. Parece escrito para algunos de los últimos episodios de precipitaciones torrenciales en España.

El cambio climático ha incrementado la vulnerabilidad de la Europa mediterránea a este fenómeno. El documento reconoce que sí hay políticas que ayudan a luchar contra la desertificación, pero de manera un tanto lateral ya que “no existe una legislación específica”. Un ejemplo: los estudios han demostrado que rehabilitar suelos degradados resulta más caro que prevenir su pérdida. “Los proyectos relacionados con la desertificación también deben ser oportunos, puesto que las medidas tardías pueden llegar a ser más costosas o incluso inútiles para prevenir consecuencias negativas irreversibles sobre la tierra”, escriben los auditores europeos.

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