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“La renta básica es una idea de Silicon Valley para anular la creatividad de la gente”

El filósofo y escritor francés Éric Sadin.

Carlos del Castillo

Éric Sadin (París, 1972) cree, como muchos, que una parte importante de los problemas de la sociedad radica en la aceptación acrítica de que cualquier avance tecnológico traerá mayor bienestar social. En lo que es peculiar este filósofo francés es en su desdén con los métodos más habituales de acercarse al problema.

Prolífico escritor (publica cada dos años desde 2007), Sadin ha estado esta semana en España presentando la traducción de La silicolonización del mundo: la irresistible expansión del liberalismo digital (Caja Negra). “Muy poca gente está hablando de esto” es una coletilla que repite a menudo tanto en sus actos como en su entrevista con eldiario.es. A veces intentando plantear retos, otras simplemente cansado de que el discurso sobre tecnología y sociedad pivote siempre sobre los mismos ejes.

Uno de esos puntos de encuentro es la pérdida de control sobre los datos personales. “Me molesta un poco que para ser prudentes para con lo digital siempre volvamos al problema de los datos personales y de la vida privada. Escribí un libro hace diez años sobre la vigilancia global, no digo que no sea importante. Pero centrar el problema en los datos personales es un principio liberal, que consiste en priorizar la libertad individual y privada de cada individuo”.

“Es hora de ampliar el espectro”, pide. ¿A dónde? A “las libertades colectivas”. Las ideas de lo común, lo colectivo, y cómo cada persona puede aportar su grano de arena a esos conceptos aparecen constantemente en su discurso. Siempre tras la denuncia de cómo la silicolonización del mundo desmantela los comportamientos colectivos en busca del control algorítmico del individuo. 

“Desde hace años todo se centra en la defensa de la libertad personal pero jamás se va más allá, nunca se denuncian los abusos de la libertad colectiva y cómo el nuevo orden técnico-económico está instaurando modos de organización que nos privan también de nuestra calidad de vida en común, de la capacidad de debatir, encontrar puntos en común y nuevas formas de organización colectiva”, lamenta.

La pinza de estados y multinacionales tecnológicas 

Para Sadin, esa silicolonización esconde varios procesos nocivos. Uno es la inundación de “sensores” dedicados a recolectar datos sobre el comportamiento de las personas con el objetivo de que la inteligencia artificial pueda “orientar su existencia”. Otro, “la relación cada vez más estrecha entre los estados y las grandes corporaciones tecnológicas para crear una relación de total asimetría con el poder del trabajo”.

El filósofo defiende a ultranza el trabajo como mecanismo de empoderación. Por ello, considera que la idea de la renta básica universal, que se empieza a tratar como respuesta a la progresiva robotización del empleo, es una excelente forma de “organizar una infame sociedad de personas dedicadas a sus hobbies. Es una idea de Silicon Valley para anular la creatividad de la gente, que está corriendo por todo el planeta sin ninguna perspectiva crítica”.

“Hablando de ello hay desde partidos de ultraizquierda a ultraliberales. Un espectro muy amplio. Pero es curioso cómo se olvida que esa idea viene de los grandes ideólogos de Silicon Valley y que esconde la voluntad de organizar la automatización de la sociedad considerando solo intereses privados”, denuncia Sadin, cuya visita a España ha estado organizada por ForoCultura.

Tampoco le sorprende que los estados coqueteen con la idea. “Ya no es extraño ver a un candidato proponer tasas a las tecnológicas para dar una propina a la gente, para que dedique a pintar cuadros los domingos o ir a pescar al río”, ironiza: “Tenemos que repensar la condición del trabajo y la producción, fomentar la creatividad, el desarrollo colectivo e individual... ¡no aceptar una propina como se les da a los niños de ocho años para que duerman la siesta!”

La mercantilización de la vida

Sadin opina que cada nuevo dispositivo inteligente no llega con el objetivo de hacer la vida más sencilla, sino para “crear una relación publicidad-cliente ininterrumpida. Ya se cuantifica incluso el sueño. Muchos aspectos que hasta ahora quedaban fuera del liberalismo ahora también pueden ser objeto de operaciones mercantiles. ¿Es es ese modelo de sociedad envidiable? No lo creo”.

Sadin reconoce que no es sencillo “mantener la mirada crítica y lúcida” cuando el discurso mayoritario es el de aceptar la vida conectada. Pese a ello, defiende que “no nos podemos alegrar con cada novedad. Hay que señalar que las grandes tecnológicas tienen el reto económico de la conquista de nuestro comportamiento”, denuncia el filósofo, que volverá a España en noviembre para participar en el Foro de la Cultura de Burgos.

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