Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

The Guardian en español

Diplomáticos brasileños denuncian que Bolsonaro está dinamitando décadas de política exterior

El ministro de Exteriores brasileño, Ernesto Araújo.

Tom Phillips

São Paulo —

Durante mucho tiempo, fue considerada una joya latinoamericana del arte de gobernar: un servicio diplomático astuto, fiable y muy bien entrenado que hizo que Brasil llegara a ser líder en la lucha contra el cambio climático y un peso pesado del poder blando.

Pero tras seis meses de gobierno de Jair Bolsonaro, incluso los diplomáticos más experimentados luchan por disimular el espanto de ver una bola de demolición que está destruyendo un servicio exterior de casi dos siglos de antigüedad, conocido como Itamaraty (por el palacio de Río de Janeiro en el que se alojaba en el pasado).

“Me siento asqueado”, señala Rubens Ricupero, exembajador de Brasil en Estados Unidos y ferviente crítico de la revolución de política exterior de Bolsonaro.

Desde que el líder de extrema derecha asumió el gobierno en enero pasado, su equipo de política exterior se ha propuesto dinamitar décadas de tradiciones diplomáticas: se ha acercado a nacionalistas de derechas como Donald Trump, Steve Bannon y el primer ministro húngaro Viktor Orbán; ha irritado a China y ha tirado por la borda la posición del país como líder de la lucha contra el cambio climático. También ha enfurecido a sus antiguos socios de Oriente Medio al acercarse a Benjamin Netanyahu y amenazar con trasladar la embajada de Brasil en Israel a Jerusalén.

Y todo esto con un ministro de Asuntos Exteriores pro-Trump que dice que el calentamiento global es una conspiración marxista y el nazismo, un movimiento de izquierdas.

“Diría que ha sido el cambio más dramático en política exterior brasileña en más de un siglo”, sostiene Oliver Stuenkel, especialista en relaciones internacionales de la Fundación Getúlio Vargas, en San Pablo.

Entrevistados por the Guardian, decenas de diplomáticos brasileños explican su desconcierto, su inquietud y su indignación al ver patas para arriba a su preciado ministerio –y la posición de su país en el mundo–.

“Nuestra política exterior actual ha hecho retroceder a Brasil a una época en que Brasil ni siquiera existía: la Edad Media”, lamenta Roberto Abdenur, exembajador de Brasil en China, Alemania y Estados Unidos.

Marcos Azambuja, exsecretario general del Itamaraty, afirma sentirse sorprendido y perplejo por cómo ha comenzado esta nueva era. “Ha habido un cambio. Me temo que ha sido un cambio para peor”, señala Azambuja, que fue embajador de Brasil en Francia y Argentina. “Nunca imaginé que podía pasar esto”.

“Radicalismo lunático”

Las quejas de los diplomáticos abarcan prácticamente todos los aspectos de la nueva política exterior de Brasil, desde el acercamiento excesivo de Bolsonaro a Trump, su hostilidad contra China y el daño que la retórica del presidente ha causado al poder blando brasileño.

Algunos diplomáticos están preocupados por las interferencias de Bolsonaro en los asuntos de los países vecinos, como Argentina –donde el presidente brasileño recomendó a los votantes no votar a Cristina Kirchner– y Venezuela –donde Brasil ha liderado los intentos de derrocar a Nicolás Maduro–.

Las objeciones comienzan por las personas dirigiendo la orquesta: el ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, Ernesto Araújo; el hijo del presidente, Eduardo Bolsonaro –visto por muchos como un secretario de Estado de facto; y Olavo de Carvalho, un polémico filósofo que vive en Estados Unidos, de quién son discípulos los dos primeros.

El exembajador Ricupero cree que la designación de Araújo, un funcionario de rango medio conocido por su excéntrico blog a favor de Bolsonaro, ya había sido un escándalo para el cuerpo diplomático de Brasil.

“Lo que me han comentado mis colegas que siguen en activo es que prácticamente todos los diplomáticos rechazan al ministro y su línea actual. Nadie lo toma en serio, tanto dentro como fuera del Ministerio, porque representa a una especie de secta de esas que los estadounidenses llaman radicalismo lunático”, señala Ricupero.

Más preocupación genera el rol de Eduardo Bolsonaro, diputado de 34 años recientemente nombrado por Steve Bannon líder para América Latina de 'El Movimiento', su grupo de extrema derecha.

Para consternación de muchos diplomáticos, pareciera que Eduardo Bolsonaro –que el año pasado declaró que al servicio exterior de Brasil le hacía falta una limpieza– deja que Steve Bannon opine sobre el diseño de políticas brasileñas.

Cuando en marzo pasado Jair Bolsonaro realizó una visita oficial a la ciudad de Washington, Bannon cenó con él en la embajada de Brasil. “Estamos viendo la perversidad y el absurdo de que un ciudadano extranjero tenga influencia en la política exterior de Brasil”, protesta Abdenur.

“Diplomacia para perder”

Pero el asunto que deja sin dormir a los diplomáticos es el potencial daño a las relaciones con China, el principal socio comercial de Brasil.

Durante la campaña presidencial, Bolsonaro atacó en repetidas ocasiones a Pekín, y Araújo es conocido por su desprecio por lo que él llama “la China maoísta”.

Abdenur, que fue embajador de Brasil en Pekín desde 1989 hasta 1993, advierte de que este tipo de antagonismo podría “perjudicar seriamente” las relaciones entre Brasil y China.

Otra importante queja es el acercamiento de Bolsonaro a Trump. Azambuja cuenta que tradicionalmente Brasil ha tenido “excelentes” relaciones con Estados Unidos, incluso durante el gobierno del expresidente de izquierdas Luiz Inácio Lula da Silva, que logró establecer un buen vínculo con George W Bush a pesar de sus diferencias. Pero Azambuja cree que no es inteligente acercarse demasiado al “radicalismo” de Trump.

Abdenur señaló que teme que al acercarse a otros líderes nacionalistas, como los de Polonia y Hungría, Brasil acabe distanciándose de las principales democracias europeas. “No vamos a ganar nada acercándonos a esos líderes. Sólo podemos perder”, dijo Abdenur.

Finalmente, a los diplomáticos les ha molestado la forma en que la retórica radical de Bolsonaro y sus ideas sobre el medioambiente y los derechos humanos han perjudicado la imagen internacional de Brasil.

En marzo, Bolsonaro supuestamente regañó a sus embajadores por no lograr quitarle la reputación de “racista, homófobo y dictador” que tiene en el exterior. Pero Ricupero dice que era una misión imposible. “Ningún embajador puede modificar la realidad. Bolsonaro es lo que es”, afirmó.

“Un trabajo de reducción de daños”

Ricupero asegura que algunos diplomáticos de alto rango están intentando atenuar el impacto de Bolsonaro: “Están intentando, utilizando el lenguaje del cambio climático, hacer reducción de daños”.

Otras figuras más moderadas del Gobierno, especialmente el vicepresidente Hamilton Mourão, también se han propuesto hacer “contención de daños”. En mayo, Mourão visitó Pekín para reafirmar la relación con los líderes chinos y fue recibido por el presidente Xi Jinping.

Pero muchos diplomáticos del Itamaraty mantienen un perfil bajo, temerosos de ser castigados por desafiar la línea de Bolsonaro. Desde enero, tres diplomáticos de alto rango, que fueron ministros de Asuntos Exteriores durante el gobierno de la expresidenta de izquierdas Dilma Rousseff, han sido destinados a puestos de menor prestigio en Croacia, El Cairo y Qatar.

“Eso está realmente mal”, opina Abdenur. “En Itamaraty nunca había habido cazas de brujas ni despidos masivos ni traslados ni ningún tipo de castigo cuando cambiaba el gobierno de turno”.

Araújo y Eduardo Bolsonaro no han respondido a la llamada de the Guardian. Sin embargo, ambos han celebrado públicamente lo que llaman una nueva política exterior “libre de ideología”, especialmente el alineamiento con Estados Unidos y el apoyo al líder de la oposición venezolana Juan Guaidó.

El mes pasado, en un discurso a diplomáticos recién graduados, Araújo los instó a responder al “llamado del clarín” de Bolsonaro y unirse a sus esfuerzos por un cambio “con un compromiso profundamente existencial”.

“Lo que nos motiva es la convicción simple y profunda de estar haciendo lo correcto”, añadió Araújo conteniendo las lágrimas, antes de decir que Bolsonaro es un salvador de la talla de Cristo que está construyendo un “nuevo Brasil”.

Ricupero se permitió disentir y aclaró que habla públicamente para intentar convencer a los empresarios para que presionen a Bolsonaro y que este modere su política exterior.

Ricupero, que ingresó al Itamaraty hace más de 50 años, dijo sentirse triste al ver la dirección que está tomando su país, aunque no lo sorprende teniendo en cuenta la “panda de fanáticos” que está en el Gobierno. “Nunca me hice ninguna ilusión con ellos”, afirma Ricupero. “Siempre pensé que ésta era una opción desastrosa”.

Traducido por Lucía Balducci

Etiquetas
stats