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Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal
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No está claro si dan risa o miedo: perfiles semanales con mala leche de los que nos mandan (tan mal) y de algunos que pretenden llegar al Gobierno, en España y en el resto del mundo.

Enrique Peña Nieto, el hombre que solo leyó la Biblia, y no toda

Enrique Peña Nieto está emparentado con el sector más oscuro del PRI.

Ramón Lobo

Cuando el periodista español Jacobo García, entonces corresponsal-colaborador de El Mundo, preguntó al candidato presidencial del PRI por los tres libros que habían marcado su vida, se hizo un silencio casi sepulcral. Enrique Peña Nieto balbuceó, tragó saliva y buscó auxilio en la mirada de sus asesores. Era el favorito en las encuestas, y acababa de ofrecer una rueda de prensa sobre cultura y otros proyectos de su futuro Gobierno. El escenario era el peor: la Feria de Guadalajara de diciembre de 2011, ante cientos de editoriales, agentes literarios y escritores de renombre. Al cabo de un tiempo, que se le debió de hacer eterno, el candidato arrancó: “Pues he leído varios, desde novelas, que me gustaron en lo particular. Aunque difícilmente me acuerdo del título de los libros. La Biblia es uno, pero no entero”.

Jacobo García pasó a ser de repente periodista non grato, quedó fuera del circuito de las ruedas de prensa de Peña Nieto. Fue excluido, silenciado, recibió vituperios y amenazas. Tuvo suerte: ahora trabaja para Associated Press desde Colombia. Se fue de México, el sexto país más peligroso del mundo para los periodistas, sobre todo si son locales.

Enrique Peña Nieto nació en 1966, en Atlacomulco, cuna de Carlos Hank González, alias Gengis Hank, jefe de una de las principales facciones del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la que ahora gobierna, e impulsor de una forma de hacer política que ha terminado por infectar a todo el país. Es célebre su frase: “Mientras más obra, más sobra”. El hijo de Gengis, Jorge Hank, el hombre que controla Tijuana, también es autor de grandes ocurrencias. Una de las mejores, que le define, es machista: “Mi animal favorito es la mujer”. Es importante que recordemos el lugar de nacimiento de Peña Nieto: Atlacomulco, el nombre de la facción priísta en el poder.

El PRI es el responsable de muchos de los males de México, pero no de todos, si queremos ser justos. El Partido Acción Nacional (PAN), con Felipe Calderón y su mentor del Norte, EEUU, también pusieron mucho de su parte en el periodo 2006-2012 cuando lanzaron una especie de Plan Colombia en un país que se llama México, con los resultados catastróficos que ahora vemos y los mexicanos padecen. Antes cárteles y políticos iban por dos caminos separados; había un pacto de no agresión. Ahora está todo revuelto. Al menos el PRI es honesto, o irónico, quién sabe, en un asunto transcendente: su nombre, pues una revolución institucionalizada no es revolución ni es nada, tal vez teatro. Y en eso andan, en aparentar.

El actual presidente nació emparentado con dos exgobernadores del Estado de México, colindante con el DF. Su padre le vinculaba a Alfredo del Mazo, y su madre a Arturo Montiel, que sería esencial en su meteórica carrera. Estudió primaria en su ciudad natal, repartida en dos escuelas: Anexa a la Normal de Profesores y el colegio Antonio Plancarte. Después, la familia se mudó a Toluca, donde Hank había saltado a la gran política años antes. Lo más interesante de su paso por la Universidad Panamericana fue su tesis final: El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón, que debe de ser apasionante.

Se casó con Mónica Pretelini, madre de sus tres hijos. El 11 de enero de 2007, Pretelini murió de un modo tan natural y rápido que levantó maledicencias. Él se recuperó pronto, y en 2008 anunció su noviazgo con la actriz Angélica Rivera, con quien se casó en 2010. Ella le da un punto de glamur, de triunfador guapo.

La sombra de Carlos Salinas

Pocos le conceden capacidad y mando a Peña Nieto; una mayoría de mexicanos afirma que es un pelele en manos de otros, una mera pantalla del poder real. El runrún que desprecia a Peña Nieto entrega los galones de emperador omnisciente a Carlos Salinas de Gortari, uno de los hombres más ricos e impopulares de México. Es el padrino; no se trata de una metáfora ni de un juego de palabras, que podría: Salinas es quien le apadrinó en el bautizo. “Peña Nieto nació para ser presidente, en eso le educaron, pero apenas se le nota”, dice con sorna Ignacio Uribe, un tipo que se gana la vida honradamente en el DF. En una reciente encuesta, Peña Nieto alcanzó el honor de ser el peor presidente de la historia de México.

Otros sostienen que pese a ser un tipo sin carisma, no es tan mal político, que en México ha hecho furor la moda de mofarse del presidente; quizá sea una válvula de escape en una sociedad que ha dejado de creer en el Gobierno y en la alternancia. Todos: PRI, PAN y el presunto izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) están afectados por los mismos contaminantes: narcotráfico y corrupción. Los que le defienden sostienen que fue un buen gobernador del Estado de México, que triplicó la red de carreteras de su Estado, mejoró las conexiones con el DF, con el tren suburbano y el mexibús, y abrió decenas de hospitales y centros de salud. ¿Recuerdan la frase “mientras más obra, más sobra?”.

El llamado clan de Atlacomulco, los fieles a Salinas, son el núcleo duro del Gobierno de Peña Nieto. Su ministro de Hacienda es Luis Videgara, que fue el ideólogo financiero del padrino y autor en los tiempos de Pedro Aspe (la mano derecha económica de Salinas en su presidencia) de la frase “la pobreza en México es un mito genial”; también es responsable de la crisis de 1994. Aspe fue un tecnócrata liberal e impulsor de una idea que gusta mucho en España: vender patrimonio público en beneficio privado.

El hombre clave de la Administración peñanietista es Jesús Murillo Karam, que está al frente de la Procuraduría General de la República (PGR). Es íntimo amigo de Carlos Salinas. Una prueba de lealtad familiar es el trato a Raúl Salinas, condenado por enriquecimiento ilícito, y al que acaba de exonerar de todas sus penas tras 19 años de enredos judiciales en los que ya salvó otras acusaciones más graves, asesinato y relaciones con el narco. Este conseguidor de los Salinas es un tipo inteligente, del PRI de toda la vida, y que conoce cuál debe ser ser su trabajo al frente del PGR.

Es quien debería liderar la investigación por la desaparición en Iguala de los 43 estudiantes de Ayotzninapa. Murillo Karam ha sido y es el principal obstáculo para conocer la verdad. Incluso ha arremetido contra el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), uno de los mejores del mundo, porque desbarataron su versión de que los 43 fueron asesinados por el cártel de los Guerreros Unidos y quemados en un vertedero de Cocula, también en el Estado de Guerrero. La versión oficial era disparatada. Si quieren leer el informe oficial del EAAF, les dejo el enlace. ¿A quién protege si el alcalde de Iguala y el gobernador de Guerrero son del PRD?

Murillo Karam es, posiblemente, el hombre más influyente cerca del presidente. Le construyó su imagen televisiva y desenfadada, refulgente, sin corbata, como si fuera uno más del pueblo. Peña Nieto es presidente desde el 1 de diciembre de 2012. Le queda hasta 2018.

El PRI de siempre

De la mano de este hombre, Peña Nieto inició su carrera como gobernador del Estado de México. Juntos pacificaron el partido y dieron la vuelta a unas encuestas que auguraban al PRI una fuerte derrota. Lograron en 2005 una victoria que parecía imposible, y seis años después se hicieron con la presidencia del país. El PRI recuperó la presidencia de la República, tras 12 años sin ella, pese a que en la sombra siguió manejando Estados y la mayoría de los resortes del poder.

El que volvió fue el PRI de siempre, el de Gengis. Murillo Karam es un tipo leído, de lenguaje directo y rostro duro, el peor actor posible para convencer a México y al mundo de que en Ayotzinapa no se ha cometido un crimen de Estado. El otro hombre clave del peñanietismo es el tío Montiel, que lo metió en política. Como muchos prohombres mexicanos reúne las tres características básicas: es millonario, tiene problemas con la justicia y es impune.

El equipo de Peña Nieto promueve cuatro grandes reformas que considera estratégicas: la laboral (ya se pueden imaginar cómo), la educativa, la energética y la hacendaria, que han puesto en pie de guerra a los sindicatos y los maestros. La hacendaria trataría de reducir la desigualdad en un país en el que el 1% concentra la riqueza de un 50%.

En educación no se esperan revoluciones: los hijos de los ricos y de la casta política seguirán disfrutando de escuelas de ricos con los mejores profesores para estar preparados para los mejores puestos. Los demás, pues eso. Toda reforma o liberalización de algún sector se topa con informaciones periodísticas (no todas, pero las hay, y muy buenas) sobre beneficiados en la lotería que casualmente son políticos amigos de los que liberalizan. La revista Cuarto Oscuro señala sobre todo a Pedro Aspe. No es algo que deba sonar raro en España.

Cuando terminaba este perfil en el aeropuerto de México, un hombre que lo leía por encima del hombro me dijo: “Un texto muy duro, él no es tan malo”. Solo recordé que Peña Nieto tardó siete días en hacer una declaración sobre la desaparición de los 43 de Ayotzinapa y más de un mes en recibir a los familiares. No es fácil sentir simpatías.

México es un país maravilloso, capaz de producir genios como el director de cine Alejandro González Iñárritu y una élite política-económica corrupta, incapaz y cleptocrática. Hundida la imagen del PRI, PAN y PRD, hay espacio para una revolución ciudadana. Este vídeo fue elaborado por estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México. Difunde.

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