La historia detrás del palacio museo que corona Montjuïc en Barcelona que no tiene ni 100 años
Barcelona está llena de edificios que aparentan siglos de historia. Pero pocos engañan tanto a primera vista como el Palacio Nacional de Montjuïc. Su cúpula, sus torres y su fachada solemne parecen fruto de un pasado remoto, aunque en realidad no llega ni al siglo de vida. Levantado a contrarreloj para la Exposición Internacional de 1929, aquel inmueble pensado para un evento puntual es hoy la sede del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), uno de los grandes contenedores patrimoniales del país.
El edificio, convertido ya en icono de la montaña de Montjuïc, es fruto de un proyecto que mezcló ambición estética, voluntad propagandística y un ritmo acelerado de construcción. Y su evolución explica buena parte de la historia cultural y urbanística de la Barcelona contemporánea.
De pabellón efímero a museo nacional
Cuando el Ayuntamiento de Barcelona empezó a preparar la Exposición Internacional, necesitaba un edificio capaz de impresionar desde la distancia y funcionar como eje monumental del certamen. La respuesta fue el Palacio Nacional: un proyecto firmado por Eugenio Cendoya, Enric Catà y Pere Domènech i Roura, construido entre 1926 y 1929 con más rapidez que holgura.
Su objetivo inicial era claro: servir de sede a una gran exposición de arte español que reuniría más de 5.000 piezas. El edificio debía transmitir grandeza, solemnidad y continuidad histórica. De ahí su estilo ecléctico, que combina referentes renacentistas, barrocos y clasicistas. La cúpula central recuerda a la de San Pedro del Vaticano, las torres se inspiran directamente en la Giralda de Sevilla y su fachada maciza responde a la monumentalidad propia de los grandes edificios públicos del momento.
En la práctica, aquella vocación monumental convivió con una realidad más precaria: materiales modestos y una estructura que, con el paso del tiempo, revelaría importantes deficiencias. Nada hacía pensar entonces que aquel pabellón temporal acabaría convertido en un museo de referencia.
La transformación en museo y las grandes colecciones del MNAC
Aunque el edificio se inauguró en 1929, la historia del museo que hoy ocupa su interior es mucho más reciente. El MNAC como institución nació oficialmente en 1990, fruto de la unión del antiguo Museo de Arte Románico (1934) y el Museo de Arte Moderno (1945). A esas colecciones se añadieron, con los años, fondos de numismática, grabado, fotografía y la Biblioteca General de Historia del Arte.
El resultado fue un museo con casi 250.000 piezas a principios de los 2000, una de las colecciones más relevantes en Europa en términos de arte románico y un recorrido amplio por el arte catalán desde la Edad Media hasta el siglo XX.
Convertir el edificio en un museo estable exigió obras profundas: desde la consolidación estructural hasta la creación de salas capaces de albergar exposiciones permanentes y temporales. La arquitecta italiana Gae Aulenti fue la responsable de la gran reforma que arrancó en los años ochenta y se prolongó en varias fases hasta 2004.
Un palacio monumental que aún guarda cicatrices
La apariencia robusta del Palacio Nacional no siempre corresponde a su estado real. La construcción acelerada y los materiales empleados en 1929 provocaron problemas de sustentación que aparecieron poco después. En los trabajos de remodelación se reforzaron muros, cimientos y techos, y se rediseñaron los enormes espacios interiores para adaptarlos al uso museístico.
Aun así, su silueta es hoy inseparable de la identidad visual de Barcelona. Las cascadas y fuentes diseñadas por Carles Buïgas, que conducen hasta la escalinata principal, forman parte del circuito turístico habitual. El Salón Oval, pensado originalmente para las ceremonias de inauguración de la Exposición, se ha convertido en sede de congresos, actos institucionales y presentaciones culturales.
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