Hostalric, un pueblo medieval que te da las llaves para que visites sus murallas por tu cuenta

Adrián Roque

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Hay pueblos que se visitan, y luego está Hostalric, donde directamente te dan las llaves. No es una metáfora: la Oficina de Turismo entrega un llavero real para que seas tú quien abra puertas, levante cerrojos, suba a torres y recorra un tramo excepcional de murallas medievales que todavía guardan la entrada norte a la Selva. Es una propuesta singular —y silenciosa, sin grupos ni prisas— que permite pasear por un legado fortificado que fue frontera estratégica durante siglos. Y lo mejor: se hace a tu ritmo, con una hoja de ruta y la sensación de ser el anfitrión temporal de un recinto histórico que sigue vivo.

En un momento en el que proliferan las visitas guiadas cerradas y los tours lineales, esta fórmula destaca por recuperar algo tan básico como la libertad. Aquí no sigues a nadie: avanzas cuando quieres, decides qué torre subir primero y observas Hostalric desde la perspectiva de quienes un día protegieron el paso entre Barcelona y Girona. La experiencia, bautizada como visita con llave, es ya una de las más originales del turismo Girona y un modo distinto de redescubrir un pueblo medieval que conserva casi intacto su trazado.

Un recorrido autónomo por la historia: la magia de la visita con llave

La propuesta es sencilla, pero funciona porque es profundamente narrativa: la llave no es sólo un objeto; es el permiso simbólico para entrar en un recinto que, durante siglos, permaneció cerrado a quien no tuviera permiso. Tras pasar por la Oficina de Turismo (calle Raval, 45), el visitante recibe la llave y un mapa detallado. A partir de ahí, la elección es libre.

La muralla, uno de los tramos mejor conservados de Cataluña, permite recorrer el camino de ronda, un pasillo elevado desde el que se controlaban accesos, incendios y movimientos enemigos. Hoy, el silencio es total: se escucha el eco de las pisadas sobre la piedra y la vista se abre hacia los tejados del casco histórico y los campos que rodean la villa.

El itinerario lleva también a dos piezas esenciales. La primera es la Torre dels Frares, uno de los elementos defensivos más emblemáticos, accesible gracias a la visita con llave y con un ascenso que recompensa: desde lo alto se entiende perfectamente la posición privilegiada del enclave. La segunda es la torre de Ararà, más modesta pero con un mirador igualmente atractivo. En conjunto, el recorrido ofrece una lectura clara del Hostalric medieval, un núcleo que floreció gracias al comercio, los viajeros y su papel como punto de vigilancia.

Experiencia pensada para todo el mundo

El sistema está organizado para que cualquier visitante pueda realizar el recorrido sin dificultad, incluyendo familias con niños. La entrada general cuesta 5€, con accesos reducidos para jóvenes, mayores y personas con diversidad funcional, y acceso gratuito para menores de seis años. Los suscriptores de varios diarios catalanes pueden beneficiarse del 2x1, y el pago se realiza únicamente con tarjeta, una medida implementada en 2025.

Los horarios cambian según la época del año, pero la franja de mañana —de 10 a 14 h— está garantizada todo el año. En verano, se amplía también la tarde. Conviene recordar que la venta de entradas se detiene una hora antes del cierre, y que la actividad no opera en determinadas fechas señaladas, como Navidad, Año Nuevo o el lunes de Pascua.

Esta flexibilidad horaria facilita que el viajero integre la excursión en una ruta más amplia por la comarca, pero lo interesante es que no obliga a encajarla en un horario fijo: la autonomía es parte de la gracia. No hay guías, no hay grupos y no hay tiempos límite dentro de las torres. La experiencia se adapta a quien la vive.

Un pueblo medieval que se descubre mejor en silencio

El encanto de Hostalric no termina en la muralla. El casco histórico conserva portales, restos de torres y edificios que recuerdan su importancia estratégica, vinculada al antiguo camino real. Pero la esencia de la visita está en sentirse parte del mecanismo defensivo, aunque sólo sea por un par de horas.

Es un recorrido que invita a caminar sin prisa, a abrir puertas que normalmente están cerradas al público y a mirar desde puntos de altura que pocas villas medievales conservan. Para muchos, ese es precisamente el atractivo: la experiencia es sencilla, pero genera la sensación de acceder a algo reservado.

Y aunque la llave se devuelve al final del recorrido, la imagen que deja —la de un visitante caminando solo por una fortificación que un día protegió un reino— perdura. Hostalric no es sólo un destino: es un pequeño ejercicio de imaginación histórica, construido a base de piedra, silencio y autonomía.

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