Dos rutas costeras escandalosas para conocer Irlanda de norte a sur
Irlanda es verde rodeado de azul. Una belleza de norte a sur y de este a oeste que te recomendamos recorrer a lo largo de sus costas, siguiendo la Ruta costera del Atlántico y la Ruta de la Calzada, porque te permitirán abarcar una buena parte de sus pueblos y paisajes más emblemáticos.
La ruta de La Calzada: Belfast, punto de partida
La Ruta costera de la Calzada se focaliza en Irlanda del Norte, cuya capital, Belfast, bien vale una visita no solo porque permite contemplar la ciudad y su historia, sino porque ha sido convenientemente restaurada y sorprenden muy gratamente edificios como el de la Queens University; su espectacular Belfast Castell o el modernísimo centro de visitantes del Titanic, que para eso zarpó desde allí.
Pero el epicentro de la ruta es la Calzada del Gigante. Ponte unas buenas deportivas para poner el pie sobre estas resbaladizas 40.000 columnas hexagonales de basalto que la naturaleza tuvo a bien erigir en pleno Atlántico y hoy es Patrimonio Mundial por la UNESCO. Cuanto llegues a la propia Calzada, siéntate, sin prisa, a contemplar su estructura y el espectáculo natural de luz y color. Otros puntos fundamentales de la ruta son el sendero de los Gobbins, que se alza sobre el océano, y el Wise’s Eye, que te sumerge en el rugir de las olas contra los acantilados de basalto. Es una barbaridad de la naturaleza, algo inaudito. Las Cuevas de Cushendun sonarán a los amantes de Juego de Tronos y cruzar el puente de cuerda Carrick-a-Rede hasta el condado de Antrim te permitirá divisar la isla de Rathlin e incluso Escocia a 30 metros de altura sobre el mar.
El final apoteósico de la ruta de La Calzada
Dunluce es uno de los enclaves más bellos del mundo pese a que ahora debemos conformarnos con las ruinas que quedaron tras una gran tormenta en el S. XVII, dejando sus vestigios encaramados a un acantilado, a 30 metros del Atlántico. Y en el último tramo de la ruta, en la playa de Downhill, se eleva uno de los monumentos más emblemáticos de Irlanda del Norte, el Templo de Mussenden, una réplica del templo romano de Vesta, desde el que se ha de contemplar un atardecer ideal antes de llegar a pernoctar a Derry-Londonderry. Esta coqueta ciudad está circundada por un sistema de murallas de 1,5 kilómetros que celebra su cuarto centenario este 2018. Entre su entramado urbano, destacan el centro neurálgico del vibrante Guildhall Square, el Puente de la Paz y sus murales, un gran referente de arte moderno con mensaje de fondo.
La ruta costera del Atlántico
Esta ruta bien puede empezar por Cork aprovechando la nueva conexión en ferry desde Santander, de la compañía Brittany Ferries. Allí destacan el Mercado Inglés o English Market, la Galería Municipal de Arte Crawford, el Fuerte Elizabeth, la Catedral de San Finbar o el Museo de la Mantequilla. A partir de ahí, empieza el recorrido por sus coloridos y pintorescos pueblecitos, desde Kinsale y su gastronomía, pasando por el mercado de Skibbereen y el bullicio de Clonakilty, hasta la península de Sheep’s Head, ideal para relajarse. Sin salir del condado de Cork, Cobh irradia un legado marítimo interesantísimo desde las casitas multicolor del puerto y sus tejados, que rodean también su sorprendente catedral, hasta el Cobh Heritage Centre.
Galway y las islas Arán
En pleno corazón de la ruta costera del Atlántico, Galway se ha ganado el título de Región Europea de la Gastronomía 2018, si bien, históricamente viene siendo reconocida por sus eventos culturales y artísticos. Por ejemplo, el Festival Internacional de Arte, que se celebra este mes de julio con su genial programación de teatro, danza, música, ópera, shows callejeros, artes visuales, debates y comedia dentro de su habitual estética medieval.
Frente a Galway, las Islas Arán (Inis Mór, Inis Meáin e Inis Oírr), un trío de peculiares formaciones que fascina al más insensible por su paisaje entrecruzado con muros de piedra. Se puede llegar en ferry desde Rossaveal o en un vuelo de 8 minutos desde Connemara y su precioso Parque Nacional… ¡y recorrerlas en bicicleta!
Dublín, imprescindible en el centro
La capital de Irlanda es una de las más amables de Europa, no solo porque es bastante recogidita en lo que al centro se refiere, también porque los dublineses son muy simpáticos y acogedores, especialmente con unas cuantas pintas de Guinness o de sidra irlandesa de más. Por el día bien merece la pena ir a pasear por sus parques y jardines, y mejor si te dejas guiar por la magnífica obra literaria Ulyses, de James Joyce, que está basada y localizada en su ciudad natal. Pero por la noche lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar, escuchar y bailar al ritmo de sus músicos callejeros, adentrarte en los pubs irlandeses a socializar y cenar en algún restaurante cool de George Street y alrededores.
La mayor cascada de Irlanda
Desde Dublín puedes escaparte al condado de Wicklow a ver caer la Powerscourt Waterfall, la cascada más alta de la Isla Esmeralda, con 121 metros. Se sitúa en los alrededores de la mansión Powerscourt, con sus 19 hectáreas de jardines amurallados, sus incontables especies de flores, árboles y arbustos, lagos ornamentales y hasta un cementerio de mascotas.