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Elogio de la cooperación entre las izquierdas

Reacciones al preacuerdo PSOE-Unidas Podemos para un Gobierno de coalición

Joan Coscubiela

En política, como en la vida, nada es para siempre y 'nunca' es una palabra que no existe. Así se explica que lo que no fue posible durante meses de negociaciones lo haya sido en 24 horas. Parece que los mensajes –muchos y contundentes - enviados por la ciudadanía con sus votos han actuado como lubricante.

Se trata de una buena noticia para el conjunto de la sociedad, que precisa urgentemente de un gobierno que aborde los problemas pendientes desde hace muchos años si no queremos entrar en un período de decadencia. Y gratificante para quienes han votado a las fuerzas de izquierda que ven como se concreta la utilidad política de su voto.

Un preacuerdo de esta naturaleza, con comparecencia conjunta y abrazo incluido, compromete mucho y obliga a sus firmantes a culminarlo con un acuerdo definitivo, sí o sí. Es impensable lo contrario, pero no descubro nada si digo que entre su firma y la constitución de un gobierno de coalición falta mucho trecho, una parte del cual precisa de la participación de más actores que los firmantes del documento.

Por su austeridad románica, el preacuerdo resulta inteligible al común de los humanos, pero creo que requiere de un esfuerzo de descodificación política. Aun a riesgo de leer o interpretar más cosas de las que han querido decir los propios firmantes.

De entrada, se trata de un documento que dibuja los ejes de un modelo de sociedad con el que muchas personas, más de las que representan los firmantes, se puede sentir cómodas. Ello es importante porque puede facilitar las mayorías necesarias para que culmine en investidura y porque hay retos que requieren consensos más amplios.

Pero hay un gran interrogante que ni en el texto ni en su presentación pública ha tenido respuesta.

¿Este acuerdo ha sido posible porque sus firmantes han entendido por fin que las políticas de progreso que propugnan solo pueden avanzar si se apuesta por la cooperación entre las izquierdas? O simplemente se trata de un movimiento táctico más, de respuesta al resultado electoral, como lo fueron las posiciones cerradas que, con los mismos mimbres, condujeron al fracaso de la investidura y a la repetición de las elecciones.

No se trata de mirar hacia atrás y mucho menos de hacer reproches pero de la respuesta a esa pregunta dependen cosas muy importantes. Especialmente la credibilidad de la política, porque pasar en escasas horas de la descalificación mutua a un acuerdo de esta trascendencia requiere de alguna explicación si se quiere ser creíble ante la ciudadanía. La habilidad táctica es imprescindible en política, pero el tacticismo como única guía de la acción política suele conducir hacia las rocas.

La viabilidad y fortaleza del próximo gobierno requiere entre otras cosas de una apuesta sincera por la cooperación estable entre las izquierdas. Que, por supuesto, no excluye la legitima competencia entre ellas, siempre que sea una competencia cooperadora y no destructiva.

En este sentido el documento contiene un compromiso de gran trascendencia. El gobierno que se pretende configurar debe responder a principios de cohesión, lealtad y solidaridad gubernamental y su composición a criterios de idoneidad en el desempeño de las funciones. Este es un objetivo tan necesario y loable como complejo de conseguir. Pactar supone aceptar renuncias y gobernar comporta entender las limitaciones de la acción de gobierno. Y eso no siempre es fácil de asumir, especialmente en un país con poca cultura de pactos y ninguna de coalición.

Parece obvio que las diferencias entre los futuros socios no van a desaparecer por el mero hecho de compartir gobierno. Deberán aprender desde el principio a combinar la defensa del perfil propio y la discrepancia legítima con la necesaria cohesión del Gobierno. Por eso me parece trascendental que esta apuesta responda a convicciones profundas sobre la importancia de la cooperación de las izquierdas y no solo a decisiones tácticas .

El preacuerdo es necesariamente genérico, no puede ser de otra manera en un documento trabado en pocas horas, que no es propiamente un programa de gobierno, y que debe estar abierto para permitir la incorporación de otras fuerzas políticas que lo hagan viable.

Hecha esta salvedad, detecto que hay aspectos importantes, que han sido caballo de batalla electoral, que no aparecen mencionados ni tan siquiera insinuados. Así, se fija como primer objetivo el combate contra la precariedad laboral, el trabajo digno, estable y de calidad – no creo que ninguna fuerza política pueda estar en contra de ello- pero no se dice nada sobre qué hacer con la Reforma Laboral del 2012.

Algo parecido me sugiere el apartado sobre Seguridad Social, que sin duda será una de las asignaturas más complejas del futuro gobierno. Hacer compatible la sostenibilidad económica de la seguridad social y la revalorización de las pensiones en función del coste de la vida con el compromiso de equilibrio presupuestario y control del gasto público -que recoge el apartado décimo del preacuerdo- no resultará fácil y parece una tarea propia de alquimistas políticos.

No creo que sea casualidad la escasa concreción en estos aspectos de gran trascendencia. Muy probablemente sean los ámbitos de la acción gubernamental más complejos de dirimir y con más riesgos de fricción, especialmente si se complican las cosas en el terreno económico.

Hay quien ya ha denunciado la poca concreción del preacuerdo en relación a Catalunya. No parece que en este primer documento se pudiera ir más allá, entre otras cosas porque el margen es muy estrecho antes de las elecciones catalanas, en las que se va a dirimir las mayorías dentro del espacio independentista y comprobaremos el impacto que tiene la descomposición de Ciudadanos. Pero si se quiere que este gobierno llegue a buen puerto habrá que concretar un poco más. Una cosa es negar la existencia de un conflicto importante en el seno de la sociedad catalana y otra restringirlo todo a este único factor y a un reforzamiento del Estado de las autonomías y la igualdad entre los españoles.

Me resulta especialmente gratificante que la cultura aparezca definida como un derecho y el combate contra la precariedad en el sector como un objetivo prioritario.

Y muy acertado que, al hablar de la educación, se destaque la etapa infantil de cero a tres años. Los retos educativos no son solo cuestión de más recursos – que también- sino de la prioridad en el gasto. Y la educación infantil, durante mucho tiempo abandonada, es determinante para garantizar la igualdad de oportunidades y la lucha contra la desigualdad social. Quizás leo más cosas de las que se han querido decir, pero que en un documento necesariamente genérico se destaque la educación infantil no debe pasar desapercibido.

En todo caso no se me escapa que en un mundo, el de la política, en el que el gobierno de los tiempos es clave y la gestión de las emociones es vital, lo más importante de este preacuerdo no es la precisión de su contenido, sino que se haya alcanzado cuando no han pasado ni 48 horas de la jornada electoral y haya sido presentado con una liturgia y solemnidad que impide una marcha atrás.

Quizás a estas alturas de mi contenida euforia debería recordarme a mí mismo que en política, como en la vida, nada es para siempre y nunca es una palabra que no existe. Aunque todo será más fácil para las izquierdas si se entiende y practica la cultura de la cooperación interesada.

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