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Horror vacui

Vista de la sección del viaducto que se desplomó en Génova (Italia) este martes

Montero Glez

La catástrofe ocurrida hace unos días en Génova nos trae imágenes dispuestas a ser atendidas. Hay una que da verdadero vértigo por ser la de un camión al borde del “horror vacui”, una imagen que nos lleva a pensar que, en Europa, el infierno es una realidad que se desploma bajo las ruedas de los coches y el progreso viene a ser una herencia mal repartida. Con estas cosas, el camión encarado al vacío es la viva imagen de la agonía histórica de nuestro continente.

Veo la imagen y, de seguido, se me viene a la cabeza la parábola que cuenta el detective Sam Spade en la novela El halcón Maltés, cuando se refiere al episodio de un tal Flitcraft, un tipo corriente que un buen día sale a la calle y, muy cerca de él, una viga se desploma desde lo alto de un edificio en construcción y casi le aplasta. El tal Flitcraft se salva por unos centímetros y eso le hace sentir “como si le hubiesen quitado la tapadera que cubre la vida, permitiéndole ver su mecanismo” escribe Dashiell Hammett, ofreciéndonos una metáfora que se abre a nuestros ojos como una lata de sardinas, dejando al descubierto la crudeza del término real pringado en la grasa del término imaginario. Algo así.

Todo esto viene a cuento para repetir lo de siempre, es decir, que la inseguridad de un continente enfermo no es culpa de los emigrantes que vienen a buscarse la vida entre nuestros cadáveres, para nada, sino de los diferentes Estados de la Unión Europea que han sido absorbidos por las fluctuaciones de un capitalismo agonizante, cuya  consigna común es la manoseada coletilla del “aquí todo tiene un precio”; el mismo precio que un buen día pagó el personaje de Dashiell Hammett después de salvar su vida por azar o como se llame eso y decidió emigrar a no sé sabe bien dónde.

No sé si me explico, pero los que vivimos en Europa estamos condenados a padecer la agonía histórica del horror al vacío, como si nos hubieran abierto la tapadera que un día muy lejano cubrió nuestros sueños y con ello nos hubieran puesto al borde de nuestras propias pesadillas.

En el caso de existir la reencarnación, los europeos nos reencarnaríamos en nuestro propio cadáver. Por decirlo de otra manera, somos los únicos cadáveres que quedamos con vida después de una catástrofe. 

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