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Tiempo de feminismo, de pactos y confluencias

Unas 13.000 personas, según la Guardia Urbana de Barcelona, han participado esta mañana en una manifestación estudiantil por el centro de la capital catalana con motivo de la huelga feminista del 8M en institutos y universidades, que se ha desarrollado en un ambiente festivo y reivindicativo

Carmen Castro García

La pasada cita electoral trasladará al Congreso la mayor representación de mujeres conseguida (47,4%) y también la constatación de que aún existe una amplia mayoría social y progresista dispuesta a frenar a la ultraderecha y a articular márgenes de confluencia para acabar con la precariedad, la desigualdad y la injusticia social. Falta por demostrar si la mayoría parlamentaria propiciará el momento decisivo para emprender políticas transformadoras que nos alejen de los rancios encorsetamientos de género y de la división sexual del trabajo.

El horizonte está por despejar y no es previsible que se resuelva la incertidumbre antes de la próxima cita electoral -26M- sobre cuáles serán las piezas que jueguen un papel protagonista en la conformación del Ejecutivo. Hay teorías explicativas sobre esta demora, desde las que aluden al tacticismo, a la incompetencia para analizar los resultados, al negacionismo ante la evidencia de los mismos o a intereses implícitos y de connivencia con las oligarquías económicas.

Entre tanto ruido, pudiera parecer que las cartas vienen dadas; sin embargo, sería un error pretender obviar el significado del voto instrumental y cuál fue el detonante que lo ha activado en las pasadas elecciones. Es probable que quien adolece de mirada de largo alcance confunda los votos y la mayoría parlamentaria conseguida con una oportunidad para defender su propia marca; sin embargo, este no es momento para el simplismo de aferrarse a la siglas de un partido concreto, es el momento de hacer emerger el interés general y confluir. Sí, han leído bien, confluir es la acción.

En tres de cada cuatro países europeos hay ya gobiernos de coalición y España tendrá que sumarse también a esa realidad, tomando en consideración el camino ya recorrido en diversos territorios del Estado. La experiencia de gobierno en la Comunitat Valenciana se proyectó a través del acuerdo del Botànic y su reedición, tras el 28A, es uno de los resultados evidentes de las muchas posibilidades que aún tiene la coalición como forma de gobierno en esta comunidad.

Una vez despejada la primera incógnita y asumiendo gobernar 'en compañía', será imprescindible determinar en qué medida el acompañamiento responderá al compromiso con los valores que se han estado exhibiendo, así es como el feminismo, la justicia social, la igualdad en la diversidad, la sostenibilidad ecológica y la progresividad fiscal entran, una vez más, en la cesta de los pactos. Y ahí está el meollo del asunto a resolver, desde qué lugar y a qué intereses responderán los componentes del pacto. Ni es una cuestión meramente aritmética ni cualquier confluencia o alianza aportará coherencia y compromiso ético. No es lo mismo un gobierno de alianzas a la portuguesa' o 'a la sueca' que a 'la alemana' o 'a la holandesa'. Eso lo sabe gran parte del electorado y ese, precisamente, parecía ser el mensaje explícito dirigido a Sánchez en la noche electoral, 'Con Rivera, No'. También lo saben otros agentes que ya han ido desvelando sus propios intereses, como los de algunas entidades financieras y dinosaurios políticos derechizados ocupados en dirigir las posibles alianzas a la preeminencia de la lógica de mercado.

La lógica de mercado se extiende con el relato neoliberal haciéndonos creer que todas las relaciones y procesos vivos son recursos de los que extraer un beneficio a través del intercambio económico; y el trasfondo de esto es pura bazofia, revestida de individualismo y responsabilidad personal. Si consiguen colarnos eso de que cada quien tiene en sí la fuente para transformar su propia realidad, a qué lugar habría que desplazar la responsabilidad política y corporativa de crear condiciones dignas para mejorar nuestras vidas. Me reitero en lo dicho, pura bazofia, que lleva directamente al enriquecimiento del 1% mientras se agudiza el empobrecimiento de amplias capas sociales de la población, a la fragmentación y precariedad de las condiciones de vida, a la deshumanización y mercantilización de las capacidades humanas, productivas y reproductivas, de los tiempos, de los recursos naturales y de procesos biológicos. Nada de lo anterior diseña un panorama deseable para la mayoría de la población, por mucha falacia de libre elección con la que lo aderecen.

Reconozco que, como feminista, se me activan todas las alertas, y que probablemente sea el instinto de superviviencia el que me mueva a querer decirle al Sánchez-presidente-potencial que más le convendría liderar esta nueva era de la política española pactando las bases programáticas del futuro gobierno pensando ya en otro modelo de sociedad, en vez de hacer seguidismo a las rancias prebendas y privilegios elitistas y patriarcales que le están haciendo llegar. Y para ello hay que priorizar la lógica del bien común y del interés general adelantando una agenda económica, feminista y social, protectora y garantista de los derechos básicos para todas las personas, que paute, sin más dilación, la transición energética, la progresividad fiscal y el desarrollo de políticas género-transformativas.

La lógica de lo común prioriza el desarrollo de las personas y de los seres vivos para que discurra de manera armoniosa, tejiendo procesos de autonomía relacional-reticular y condiciones de vida vivible y en igualdad. La politización de la vida cotidiana nos debería llevar a cambiar la forma de relacionarnos, implicándonos colectivamente en el cuidado y los procesos que sostienen la vida; ¿no sería esta una vía para trascender el individualismo neoliberal? El enfoque que impulsa esta lógica es el de la sostenibilidad de la vida, una aportación feminista clave para la justicia en términos económicos, ecológicos y tecnológicos.

Hay límites, claro que sí, pueden llamarles líneas rojas o violetas, según el simbolismo que cada quien quiera proyectar; es evidente que ni todas las confluencias están alentadas por la justicia redistributiva, ni todos los posibles pactos se impregnan de perspectiva feminista.

Sería difícil rebatir el papel creciente que el feminismo está teniendo en la movilización social. Lo hemos estado viviendo en estos últimos años, tras los hitos energizantes del 8M y lo volvimos a comprobar el 28A. Cuanto más avanza la emancipación del movimiento feminista menor es la posibilidad de intentar usarlo como mero caladero de votos.

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