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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

Se está liando

Donald Trump

Elisa Beni

Se está liando ahí fuera y nosotros, como siempre, distraídos con nuestras cosas, que ni siquiera son tales cosas sino meros casos. Nuestro aislacionismo, nuestro aldeanismo, no se sabe si es genético o sobrevenido. Nunca estaremos seguros de si nos adaptamos, como organismos en perpetua evolución de la especie hispánica, a la dinámica a la que nos forzó el dictador o si es que constitutivamente estamos programados para pretender vivir fuera del pulso de la historia, ajenos a los acontecimientos más relevantes, como si estos y sus consecuencias no fueran a alcanzarnos de plano igualmente, con la agravante necesaria de nuestro estupor por la sorpresa. 

Pensamos tan poco en lo que deberíamos que aún no nos alcanza para darnos cuenta de si es la pobreza intelectual y de miras de nuestros dirigentes la que nos sume permanentemente en debates estériles, fútiles y vanos o si somos nosotros y nuestra frivolidad inherente los que hacemos que nuestros estadistas se alejen de los focos de interés real y de las tendencias geopolíticas y tecnológicas que van a cambiar el paisaje y hasta el paisanaje. Aquí, como es sabido, los países, las ideas, los problemas, sólo nos sirven como triunfos de bastos para arrearle al oponente en algún empeño absurdo. Alguien nos atizará con Austria en pleno rostro para demostrar sus tesis sobre la inviabilidad de las pensiones o refregaremos al que se tercie con la experiencia finlandesa sobre la renta universal básica. Estados Unidos es un campo más amplio y lo mismo nos servirá para apuntalar cualquier teoría neoliberal sobre la educación o el negocio como para estacar al represor que pretende que quemar una bandera o pitar un himno debe arrastrarnos a presidio, quien sabe si como peligrosos criminales.

Somos una sociedad absurda. No hace falta haber sufrido un desastre en las colonias para reparar en ello. El siglo se está despertando de su letargo histórico. Está a punto de dar ese vuelco que cada siglo da para dejar de ser una prolongación agónica del anterior y despertar a una nueva realidad que lo caracteriza. Cada uno lo ha hecho a su manera, casi nunca encomiable. Da igual que algunos profetas olvidados se paseen por columnas perdidas de nuestros diarios o por espacios opacos de nuestros medios, como si fueran enviados que recorren los caminos con una campanilla alertando de lo que viene. Da igual porque tenemos que seguir ocupados de los mentirosos, los vagos, los mezquinos, los malvados, los ladrones o los inmorales que nos gobiernan o que nos quieren gobernar.

Esta filípica viene a colación del tiempo que llevo pasando sobre las olvidadas páginas de internacional de nuestros medios y de las de otros países, conteniendo el aliento ante las tensiones, las evoluciones y los sesgos, los peligros, que se advierten claramente sin que observe reflejo alguno en nuestro país ni en las agendas mediáticas ni en los discursos y declaraciones de nuestros líderes. Todo nos pillará de nuevo con el paso cambiado. En algún momento, no muy lejano, tendremos que volver nuestra atención hacia hechos graves que no conoceremos ni comprenderemos y sobre los que no podremos ejercer control alguno. Nos devorarán como lo hizo la crisis que se inició en Estados Unidos con su propia burbuja y que nos pilló ampliando los créditos que nos ofrecían para dar una vuelta todo incluido por el Caribe por el precio de una ampliación de hipoteca. Y puede que sea aún peor.

Por concretar, Trump al que algunos elementos patrios aún defienden porque defender al poder y sobre todo al poder máximo, lo ostente quien lo ostente, siempre es un reflejo fácil para ellos, sigue liándola más bien pelirroja que parda en términos que pueden cambiar los frágiles equilibrios mundiales con consecuencias imprevisibles. Trump ha decidido romper unilateralmente el pacto nuclear con Irán y darle en la boca a la Unión Europea, a los grandes países como Rusia y China y al inefable Macron, que jugó el papel la semana pasada de muñidor de un mantenimiento del acuerdo alcanzado para obtener sólo una turuleta desafiante en cuanto volvió la espalda. La cuestión es que Irán estaba cumpliendo el pacto y que el presidente norteamericano ha decidido saltarse las evidencias para alinearse con Israel y Arabia Saudí en un desafío al resto de Occidente que puede hacer saltar por los aires de nuevo la zona más conflictiva del planeta. Y ya sabemos que eso nunca sale gratis. Todo por unos votos, por una aceptación popular que poco tiene que ver con la realidad, esa realidad que no es ya que no se conozca, sino que no importa. Esa es la palanca sobre la que pivotará la mutación del ya demasiado dilatado siglo XX en pleno siglo XXI. Aquí nos reímos cuando en 2016 se designó en EE. UU palabra del año a posverdad. Algunos siguen sin entender el concepto. Piensan que se trata de la conocida amiga mentira. No es así. No se trata de que no digan la verdad sino de que a sus oyentes ésta no les importa ya.

Supongo que no habrán llegado hasta aquí. El reto de saltar sobre nuestras propias pequeñeces mezquinas para echar una ojeada a lo que de verdad puede cambiar nuestras vidas y la sociedad tal y como la entendemos no suele ser muy popular. Ahí tenemos el esfuerzo solitario de Macron por intentar hilvanar un futuro nuevo para esa Unión Europea que dejamos agonizar o que directamente se denuesta en muchos puntos del continente. Nosotros ya le dimos la espalda. El morbo era entrar en el club. Luego no queremos saber nada de un club que nos admite como socios. Puro marxismo.

Nos hacen falta idealistas en un momento en que tal palabra sólo inspira afanes inmobiliarios. Nos hacen falta idealistas porque eso supondrá que tendrán ideas y que éstas se definirán en ideales hacia los que caminar como individuos y como pueblos. Si esto existiera, si existiera una meta al final del camino, quizá nos sería mucho más fácil convencernos de hacerlo juntos. Sin destino, sin final, sin motivo y sin ideal todo es tan huero como la pequeña política en la que agonizamos. Y ahí fuera, otros la están liando.

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