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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Crean una web para denunciar casos de perros permanentemente encadenados

Este pequeño perro vive permanentemente encadenado en Miño (A Coruña). Solo dispone para resguardarse de un hueco de cemento lleno de inmundicias. Foto: David Sanz

Laura L. Ruiz

  • La organización Libera! y la Fundación Franz Weber han puesto en marcha en Galicia la campaña 'Sen Cadeas' (Sin Cadenas), que visibiliza los efectos de un maltrato similar al de enjaularlos de por vida y facilita su denuncia

Su vida se desarrolla en un pequeño espacio. Aunque alrededor tienen mucho patio o incluso hectáreas de campo, solo se pueden mover entre tres o cuatro metros en cada sentido. En ese espacio tienen (cuando lo tienen) su cuenco de agua, su comedero, su lecho y el lugar donde se ven obligados a hacer sus necesidades. Están atados con una cadena al cuello durante 24 horas. Esta es la vida de Lúa, Pancho o Pirri. Perros y perras que, aunque tienen familia, no tienen un hogar. Se trata de una práctica común, sobre todo en el mundo rural, donde algunas personas piensan que esa es su “utilidad”: vigilar una finca, advertir de los extraños o simplemente estar en el patio.

“Queremos visibilizar que eso es maltrato contra los animales, que es un hecho denunciable y que como sociedad debemos rechazarlo”, explica Rubén Pérez, portavoz en Galicia de Libera!, organización que junto a la Fundación Franz Weber ha puesto en marcha la campaña 'Sen Cadeas' (Sin Cadenas). Se trata de una web donde cualquiera que vea esta situación puede contarlo, indicando el lugar exacto, añadiendo fotos y dando el mayor número de detalles. Aunque Libera! pide los datos del denunciante, se trata solo de una medida para evitar falsos avisos y nunca se trasmitirán a terceros. Algunos acabarán en denuncia formal ante los tribunales y otros, en un aviso por carta al propietario legal con consejos para que mejore la situación y calidad de vida de su perro, pero todos se reflejarán en el mapa de la vergüenza y los malos tratos de la web.

“En las primeras 24 horas –indica Pérez- recibimos una docena de casos que estamos comprobando uno a uno”. Dentro de esas denuncias hay de todo: desde la persona que conoce el caso desde hace mucho y no ha sabido cómo actuar, hasta los visitantes puntuales en el área“. No es casualidad que la web se encuentre en castellano y gallego, pero también en inglés, francés y alemán. ”En la campaña anterior, contra los cepos para los caballos, fueron muchos los avisos que registramos de turistas extranjeros, horrorizados por cómo estaban estos animales en el campo gallego“, explica el portavoz de Libera!.

Pero, ¿está prohibido tener encadenado al perro? En Cataluña, la Ley de protección de los animales –aprobada en 2008- prohíbe en su segundo apartado “mantenerlos atados durante gran parte del día o limitarles de forma duradera el movimiento que les es necesario”. También hay indicaciones muy concretas sobre la longitud de la correa, el tiempo de paseo y de descanso. “Que en la norma gallega no se especifique tan detalladamente no significa que esté permitido”, comentan los promotores de 'Sen Cadeas'. La Ley gallega, de 1993, indica en su artículo 20 que los animales deben estar “en buenas condiciones higiénico-sanitarias” y en “instalaciones adecuadas”, por lo que consideran que esta situación es incompatible con el abandono de cuidados en el que se encuentran muchos canes encadenados. La diferencia entre una y otra ley, además de las especificaciones, es que en Cataluña las multas llegan hasta los 20.000 euros, mientras que, en aplicación de esa ley autonómica, la Xunta lo considera una falta leve con 500 euros de sanción.

Cadenas permanentes, jaulas invisibles

Desde las protectoras de animales saben que no solo se denuncia la cadena. Detrás de esta situación en la mayoría de los casos también hay desatención veterinaria, los perros no suelen estar identificados con el chip, se alimentan de sobras y no de un pienso equilibrado, están sin desparasitar, etc. “Tenemos casos de perros que estaban atados hasta por un alambre, ni siquiera una cadena y un collar”, cuenta María, responsable de la protectora APADAN, de A Coruña. “Hay que desterrar el mito del perro guardián”, recuerda Rubén Pérez, ya que en muchas ocasiones esta es la motivación de tener encadenado al animal, además de preferir atarlos antes que gastarse lo que cuesta vallar la finca.

Los efectos de la cadena son conocidos por cualquiera que haya trabajado en refugios o perreras: miedo, agresividad, depresión, inactividad, falta de sociabilidad, ansiedad, acciones repetitivas, etc. Se trata de los mismos efectos que cuando los animales viven en cautiverio en zoológicos o en circos. La cadena es como una jaula aunque no tenga barrotes. Una de sus víctimas es Pelos, un refugiado de la protectora pontevedresa Os Palleiros. “Nos cedieron su custodia después de que el Seprona diera varios avisos”, explica Pol Martínez, voluntaria del refugio. Se le calculan 8 años y por su aspecto se diría que gran parte de ese tiempo ha vivido sin los cuidados básicos. Vivía sobre la tierra, con un trozo minúsculo de uralita para protegerse de la lluvia y el frío, y llegó con el cuello sin pelo al tener prácticamente incrustado el collar que le mantenía atado día y noche. De nuevo, la misma excusa: vigilaba una finca.

Casper, otro can rescatado por la misma asociación, no se encontraba mucho mejor. Su cadena era de sólo un metro, lo que le impedía llegar a una caseta de ridículo tamaño que le habían colocado a tres metros de distancia. En su afán por resguardarse del mal tiempo, Casper había tirado tanto de la cadena que había hecho un agujero en el palo que la mantenía fija y había dejado la misma muesca en su propio cuello. Su carácter ahora es difícil, con obsesión frente a todo lo que se parezca a una cadena, y aún no es sociable con humanos ni con otros perros. Muy similar es la vivencia de Bruno, un cruce de husky que fue adoptado siendo un cachorro. El problema es que la familia le cogió miedo y tuvo como reacción encadenarlo. “Trataron de solucionarlo con un entrenador, pero Bruno ya llevaba demasiado tiempo atado, aislado y frustrado como para mejorar”, explica Manoli, voluntaria de la protectora de Madrid-Guadalajara APAMaG, que se hizo eco del caso y logró su cesión. En este momento está en una casa de acogida, mejorando, aunque su recuperación completa, tras siete años atado a una cadena corta, se pone en duda.

“Conseguir que olviden esa vivencia y se sociabilicen como un perro normal –explican desde APADAN- es muy difícil, y más cuando nosotros, como protectoras, no tenemos recursos suficientes para contratar a profesionales y aplicarles terapia”. A esta falta de apoyo institucional se une la falta de herramientas que tienen los ciudadanos para acabar con esta situación. “Muchas personas saben que no es un trato digno, pero no saben cómo reaccionar para evitarlo”. Por eso desde Libera! optan por “empoderar al ciudadano y que sea él o ella quien dé un paso adelante para acabar con la situación”. (Algo muy similar a lo que esta misma organización está haciendo con las víctimas de los cepos envenenados que ya se han cobrado la vida de muchos canes en Galicia, al explicar a sus familias cómo denunciar para evitar que vuelva a ocurrir). “El objetivo último –enfatizan desde Libera!- es sensibilizar sobre que la situación del perro encadenado no es un trato normal y que no podemos mirar para otro lado”.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

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