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Un músico denuncia agresiones de los Mossos durante una redada: “Pensé que iba a morir”

El músico Sergi Boal denuncia que la policía lo agredió durante una de las redadas que Mossos i Guardia urbana llevaron a cabo en locales de ambiente de Barcelona en vigilias del día del Orgullo Gay /EDU BAYER.

Jordi Mumbrú

Barcelona —

La versión oficial de los Mossos d'Esquadra, colgada en la web del departamento de Interior, es que “no se produjo ningún tipo de incidencia”. Pero ya hay una denuncia presentada en los juzgados y hay otra en camino. Los hechos se remontan a la noche del sábado al domingo, cuando agentes de los Mossos y la Guardia Urbana de Barcelona realizaron hasta seis redadas en locales nocturnos del popular barrio del Raval de Barcelona. La “operación de seguridad ciudadana” terminó con la detención de 11 personas -por tenencia de drogas y hurtos- y con una tormenta de críticas por las formas del operativo. Muchas de las personas que no fueron detenidas porque en ningún momento infringieron la ley se sintieron insultadas, vulneradas, agredidas y sobre todo intimidadas. Desde este medio se ha hablado con seis personas diferentes que vivieron las redadas desde tres de los seis locales donde se produjeron y todas coinciden en que los policías “se pasaron” y en que la gente se sentía “intimidada”.

El caso más grave de todos los que han trascendido hasta ahora es el de Sergi Boal, un guitarrista y compositor que trabaja en una oficina habitualmente y que estaba tomando una cerveza con un amigo en el bar Robadors 23, un local donde a menudo se hacen conciertos. Dentro del establecimiento había una quincena de personas. Faltaban unos minutos para las tres de la madrugada cuando entraron “veinte Mossos con cascos, pistolas y porras”, explica Boal. Era una redada. Boal, como otros testigos, asegura que la actitud de los agentes era “muy violenta y chulesca” y que cuando los clientes del local preguntaban qué estaba pasando sólo recibían una respuesta: “Tú calla la boca”. Los encargados de garantizar la seguridad de las personas tuvieron a los clientes encerrados dentro del bar, sin dejarlos salir ni prácticamente moverse.

Cuando ya habían pasado 30 minutos y nadie entendía aún el porqué de lo que estaba sucediendo, una chica pidió permiso para ir al baño. Le dijeron que no pero Boal insistió en que la chica necesitaba ir al baño y la única agente que había entre el grupo accedió a acompañar a la chica al servicio. El joven guitarrista era el único de todos los clientes encerrads que hablaba y se quejaba. En un momento de nervios por la situación a la que los estaban sometiendo, dijo: “Yo pago vuestro sueldo con mi trabajo, tengo derecho a saber qué está pasando”. Él cree que fue esta frase la que provocó las agresiones que iba a recibir posteriormente.

Al cabo de una hora de estar retenidos en el local comenzaron a dejar salir a los clientes: tres amigas del barrio de Gracia, dos turistas, una pareja... Incluso al amigo de Boal, al que cuando se iba le dijeron que era “un maricón”, pese a que el bar Robadors 23 no es de ambiente, sino de música en vivo, de lo que se deduce que quizás los agentes pensaran que también se encontraban en un local gay. La cuestión es que Boal se quedó solo con la policía.

Quieto mientras le pegaban

“Pensé que iba a morir”, recuerda. El agente que todo el rato le había dicho que se callara, el que durante dos horas lo miró mal por quejarse lo cogió por el cuello, según la denuncia que ya ha sido presentada, y le dijo: “Ahora que estás solo ya no hablas, ¿eh? Eres un cobarde, todos sois iguales, ¡escoria!”. Empezaron a pegarle en los pies, el culo y la cabeza y, según sostiene, esperaban a que se defendiera para poderlo acusar de “resistencia a la autoridad”. Pero no lo hizo. Se quedó quieto recibiendo los golpes de los agentes de los Mossos. Después le revisaron con detenimiento la cartera y tras comprobar que no llevaba nada le dejaron marchar.

Han pasado ya cuatro noches pero Boal aún no ha conseguido dormir. Cuando cierra los ojos sólo ve agentes de los Mossos que le quieren pegar. Ha perdido dos kilos y cuando camina por la calle mira hacia tras. Quiere que se conozca lo que le sucedió, por justicia, pero las constantes llamadas de los periodistas también le asustan. Tiene miedo de que la bola se haga demasiado grande y que acabe sufriendo represalias de los agentes a los que él paga el sueldo para que lo protejan.

Los propietarios de los locales que sufrieron las redadas se reunirán esta tarde para decidir si toman acciones legales contra el departamento de Interior y algunos partidos, como ICV y la CUP, ya han pedido que se aclare lo sucedido.

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